Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
La radio, felizmente, fue para mí el sonido de la libertad; tuve la suerte de que mis padres eran oyentes habitués.
Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
El Litoral
Los sueños son como los recuerdos, ellos se quedan en la memoria, a veces se hacen visibles, otras hay que buscarlos, remover sobre las conexiones neuronales sinápticas, para atrapar algún recuerdo, cual pez, en esa maraña parecida a una tela de araña desprolija y mal tejida que representan a las redes neuronales. Plácidamente adormecido me sumerjo en ese mar de recuerdos que compusieron el relato en primera persona de lo que viví y sobreviví. Oleadas de emociones me acunan y apapachan maternalmente sonorizadas de música, la verdadera banda de sonido de mi vida suena más allá de los sueños, son los “peisonidos” del pasado, presentes.
Para quienes comparten mi locura de leerme cada sábado, sabrán que el ritual hebdomadario que me acerca a ustedes siempre estuvo signado por la radio.
La radio, felizmente, fue para mí el sonido de la libertad; tuve la suerte de que mis padres eran oyentes habitués. Pepe, mi viejo, escuchaba a Juan José de Souza Reilly, entrerriano de la ciudad de Concordia, su estilo era muy original, una de sus frases más célebres y que la usaba a modo de despedida era: “arriba los corazones”. En la orilla de enfrente, causalidades de la vida, en Salto Uruguay, nacía Arthur García Nuñez, más conocido como Wimpi, periodista de sólida base cultural, gran lector y fino humor. Su voz se cuela en mi memoria y pispeo entre la bruma de la memoria de mis años de infante a mi viejo, con el diario “El Litoral” entre sus manos, escuchando “Ventana a la calle”, por LT9 Radio Santa Fe de la Red Azul y Blanca de Emisoras Argentinas, cuya central estaba en Radio “El Mundo”, en Maipú 555... Los tres 5 juntitos decían sus condutores/as. Con profundo dolor, una de las noticias, de las malas, de esas que cada vez son más, leímos y escuchamos la noticia del lamentablemente cierre de radio “El Mundo”, más allá de los sesenta laburantes que de ahora en más pasan a ser un número más en la larga lista de ultrajados de éste sistema perverso llevado a cabo por las políticas económicas y por la ignominia de un extraviado equipo gobernante, con una impronta discursiva vacía de contenido y deformado por el limitado espectro idiomático de nuestro gatuno señor presidente, se queda sin voz la radio que supo albergar los más grandes conductores, relatores, humoristas, periodistas y pensadores del siglo XX. El éter está de luto. Se cerró “El Mundo”, y el mundo sigue girando...
En la onda media de Santa Fe, en la época que Miguel Brascó era director artístico de la primigenia LT 9, y que en la dinámica de la radio de los años cincuenta y sesenta, eran piezas fundamentales que solidificaban y prestigiaban la programación local con periodistas de excelente talla.
Por mi radio Philco “capillita”, recostado y rodeado de revistas, entre otras: “Tía Vicenta”, “Dinamita” y “Loco Lindo” (lectura obligada y ganada por sacrificadas semanas de buen comportamiento y estudio constante), escuchaba la programación local absorbiendo cada palabra, sopesando cada estilo, aprendiendo y disfrutando de ese mundo que se metía prepotente en mi vida juvenil. Por aquel entonces pasaron por el dial “Hogar Dulce Hogar” con Kipler y el “Flaco Ruiz”, que era un infaltable programa matutino de un formato que más adelante lo bautizaron como “Magazine”. Otro de los programas infaltables era “Audición Deportiva”, con Raúl Uzinquer y Pedro Acchiardi, infaltable los relatos futbolísticos del gigante Maestro Fioravanti, aquel que le dio aire a tantos periodistas deportivos ahora consagrados, entre ellos mi gran amigo Ricardo Porta, cuando todavía no era “Ricardo Ricardo Portaaa”.
La audición de Cotita Barletta era seguida por mi madre, y es otra de las voces que aún resuenan en mi cabeza, la familia santafesina se enteraba de los chismes de la pujante vida social santafesina de aquellos años. Siempre me pregunté si Cotita se llamaba así por el “cotilleo”.
Años próximos a la proximidad de aquellos años de radio, mi amigo y socio el “Flaco” Daniel Doce revolucionó la radio santafesina “radio-teatralizando” las noticias que llegaban por teletipo para los boletines informativos, único en su tipo.
Mi paso por la radio comenzó allá por el año 64. Pero esa es historia reciente, que otro día les contaré...
Los locutores serios se despedían con un respetuoso “Muchas gracias por la atención dispensada”. Yo nunca estuve entre los serios, pero era cosa seria, eso sí.
En mis primeras incursiones radiales en programas propios, solía despedirme de la manera en como lo voy a escribir ahora: “Un respetuoso ósculo sobre vuestras mejillas sonrosadas”.
Nos escuchamos.