De acuerdo a una encuesta múltiple impulsada por el Centro Cultural y Deportivo para la Prevención de Adicciones “Ni un pibe menos por la droga” (CCyDPA), focalizada en los barrios del centro-oeste del ejido urbano santafesino, el consumo de drogas ha ido en aumento en los últimos tiempos y va a seguir aumentando, lo que reviste un problema grave, sobre el cual no existe una expectativa favorable en cuanto a encontrarle una solución. Los números, en definitiva, dicen que el 78,7% de los encuestados sostiene que el consumo de drogas aumentó en el barrio, mientras que el 66% se animó a pronosticar que seguirá incrementándose. Paralelamente, el 31% lo cataloga como un problema grave de muy difícil solución.
De igual modo, del citado trabajo se desprende que uno de cada dos jóvenes, de entre 15 y 24 años, ya tuvo contacto con alguna droga psicoactiva. Estos conceptos, expuestos a este medio por el dirigente social Pablo Landó, referente de la citada ONG, guardan estrecha relación con los resultados del mencionado relevamiento, que fue realizado por la consultora local Canónika, que lidera Luciano Moretti, licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional del Litoral. Durante los meses de julio, agosto y septiembre de 2018, los encuestadores concretaron 242 entrevistas en Villa Oculta, Barranquitas Sur, Villa del Parque, Barranquitas Oeste, República de los Hornos, Piquete Las Flores, Pro Adelanto Mejoras Barranquitas y San Pantaleón.
El detalle de los datos allí vertidos, con su análisis y gráficos, fue difundido en las últimas semanas a través de un detallado dossier, el Informe de Consumo Problemático de Sustancias Psicoactivas Legales e Ilegales en el Distrito Oeste de la Ciudad de Santa Fe. En dicho documento, además de reflejarse los datos sobre prácticas y hábitos de consumo del mencionado sector de la ciudad, queda explícito que la encuesta “puede servir como elemento indispensable para aquellas organizaciones que trabajan en la problemática”. A propósito de ello, Landó destacó que tanto la consultora como la institución que él representa coincidieron en su momento en la intención de investigar el consumo de sustancias problemáticas, ante “la necesidad de contar con estadísticas que sirvan para poner números a lo que se veía como una realidad permanente”.
De acuerdo a lo charlado con Landó, “los números terminan confirmando una realidad dramática”. “Nosotros, por lo que observamos a diario, teníamos la percepción de estar frente a una situación de emergencia y, lamentablemente, los números la terminaron por confirmar”, manifestó el referente del CCyDPA a El Litoral. “Desde esa mirada se hizo el relevamiento”, acotó, sin dejar de mencionar que el equipo de profesionales de la entidad, compuesto por dos sicólogas, dos sicólogos sociales y una trabajadora social, colaboró en todo momento con la consultora. Así fue como se realizó una tarea de integración, para aunar el conocimiento técnico específico estadístico de los encuestadores con las competencias del equipo profesional, que ayudó inclusive en la elaboración de las preguntas de la encuesta y en cómo formularlas.
De esta forma, insistió Landó, pudo hacerse de manera apropiada el abordaje de una problemática como el consumo de drogas, que en la gente puede generar ciertas incomodidades, prejuicios y hasta estigmatizaciones, mucho más cuando se trabaja en barrios que carecen de obras y servicios públicos básicos, o de viviendas, así como de posibilidades ciertas de progreso para los jóvenes. A partir de allí, dijo, pudo hacerse una correcta formulación del problema, sin apurar las conclusiones ni los tiempos, trabajándose a conciencia. Sin dejar de aclarar que la elección geográfica para el muestreo respondió al hecho de que la mayoría de los 130 chicos que acuden y participan en el CCyDPA, vive en los barrios del centro-oeste santafesino.
“Uno de cada dos chicos ya tuvo contacto con la droga, e incluso con armas”, señaló Landó en otro pasaje de su explicación, involucrándose en un aspecto neurálgico de la problemática del consumo de drogas, la situación de los jóvenes de 15 a 24 años. Respecto a ello, el responsable de “Ni un pibe menos por la droga” hizo la siguiente interpretación “por contraste”: si uno de cada dos jóvenes, en ves de tener una oferta de droga o arma, hubiese tenido una oferta de trabajo (o una posibilidad de sostenerse en el sistema educativo), un proyecto de vida a través del deporte o de una actividad cultural (para poder canalizar todo lo que le pasa en esa etapa tan importante de la vida, que es la adolescencia), la realidad de muchos de ellos sería muy distinta. Pero la realidad indica eso, señaló, “que a uno de cada dos chicos le ponen en las manos armas y drogas”. “Que distinto sería, si accediera a una herramienta de trabajo, un cuaderno, una birome, o una pelota para hacer deporte”, concluyó.
“Efectores adictivos” al alcance de la mano
Del informe Informe de Consumo de Sustancias Problemáticas en el Distrito Oeste de la Ciudad de Santa Fe y la interpretación de Pablo Landó, también surgió otro factor importante a tener en cuenta en el análisis de esta problemática: el completo conocimiento que tiene la gente de dónde puede conseguirse la droga. Y de esta afirmación se llega a una segunda: los llamados “efectores adictivos” están al alcance de la mano.
El 9% de los consultados contestó que están en su propia manzana, el 54% en su barrio y el 36% en otro barrio. Si se suman, se puede decir que la mayoría de la gente que accedió a responder sobre este punto dijo que sabe dónde puede conseguirse.
“Si acá no se interviene desde el punto de vista de combatir la oferta en los propios barrios es porque no se quiere, ya que está claro que la gente tiene pleno conocimiento”, expresó Landó. También habló de otro aspecto surgido de las respuestas: cierta desconfianza en relación a las propias Fuerzas de Seguridad, a las que se observa muchas veces como parte del problema, más que de la solución (en esto, como en todas las cosas, existen las salvedades). Además, cuando se preguntaba a la gente qué proponer, solo el 30% cree que la Provincia necesita mayores recursos para las Fuerzas de Seguridad. En cambio, un alto porcentaje pide que se combata más a los grandes narcotraficantes y que se lleven a cabo medidas de prevención, en todo los niveles.
Tal como lo puntualizó Landó, la prevención debe abordarse fundamentalmente a una temprana edad. Es necesario atraer a que los chicos más jóvenes, para que puedan levantar una barrera entre lo que cotidianamente ven en el barrio (la oferta de la que se habla) y entonces evitar ese contacto. Es decir, debe prevenirse el uso de droga, y en los casos en los que ya existe el uso, evitar el abuso y las adicciones.
La gente tiene en claro un factor que se cree casi determinante: las condiciones de vulnerabilidad creciente de la población. Y en particular la de los jóvenes y niños que no pueden acceder al deporte, a la cultura, a una sana recreación. Que tienen la dificultad de mantenerse en el sistema educativo y después no tienen perspectiva de trabajo. Viven en barrios carecientes, olvidados, con dificultades hasta para la alimentación.
Es una población que está empujada a una conducta de consumo, porque se busca evitar la realidad displacentera en la que se vive y a veces la sustancia llena ese vacío, que tiene que ver con esa situación económico y social, que también tiene que ver con todo lo sentimental. Y la vulnerabilidad de la población es un factor a tener en cuenta. Eso en la encuesta también arrojó resultados contundentes, porque estuvo puesta la lupa ahí. Lo que no significa que en otros lados no haya consumo, ni mucho menos. Ni que se quiera estigmatizar, pero ahí hay un problema urgente.
Hipótesis de investigación
El trabajo impulsado por “Ni un pibe menos por la droga” siguió los planteos hechos oportunamente por el especialista Horacio Tabares, director de Vínculo, Centro Comunitario de Salud Mental. Este autor sostiene que existen tres elementos socioeconómicos que pueden incidir en el consumo abusivo de sustancias psicoactivas, a saber: 1) La presencia de efectores de sustancias psicoactivas en el territorio (narcotraficantes); 2) Las situaciones de vulnerabilidad social como la pobreza extrema, el desempleo y la falta de acceso a la educación y la salud; 3) La ruptura de lazos de la comunidad, en el marco de estar inmersos en una cultura individualista de consumo, lo que genera una sensación de insatisfacción permanente.
Esos agravantes, verificados y confirmados por la encuesta llevada a cabo en los barrios del oeste del ejido urbano santafesino, se vuelven condicionantes fuertes en el caso de la población de menores de 25 años, señalada como población de riesgo en la pandemia social de las adicciones. A partir de esta orientación teórica fueron analizados los datos emergentes de la encuesta.
Al Centro “Ni un pibe menos por la droga” asisten aproximadamente 130 jóvenes (de una edad promedio de 16 a 20 años), si bien el número de inscriptos para 2019 asciende a 180. La entidad es dirigida actualmente por Gisela Scotta. Fue creada por Pablo Landó en julio de 2017 y tiene su sede en Av. Freyre 2421. Allí se realizan distintas actividades, entre las que pueden mencionarse apoyo escolar, ritmos latinos, radio, pintura artística, boxeo, manicura, ajedrez, los talleres de familias, música, serigrafía, el espacio de prevención de adicciones, circo, teatro y electricidad. Contactos: Facebook NiunPibeMenosPorLaDroga, o [email protected]. “Ni un pibe menos por la droga” cuenta con respaldo y apoyo de la Aprecod a nivel provincial, así como de la ex Sedronar en el orden nacional.