En su poema “La sangre derramada”, Federico García Lorca escribió: “Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla!”. Parte de esos versos otorgan el título a la obra de Tejido Abierto Teatro que se presentará el viernes 17 de mayo, a las 21.30, en La Abadía (E. Zeballos 3074), que se sostiene en la dramaturgia de Pablo Rodríguez Andreoli y Florencia Lorenzo, quienes además actúan, y Jorge Eines, a la vez director de la puesta.
Fuertemente inspirada en la obra del poeta granadino, “Dile a la luna que venga” describe la travesía de la pareja que integran Pol y Lori, que van hacia Cataluña buscando realizar un aborto en la España de 1937. Un momento histórico en el cual, incluso la interrupción voluntaria del embarazo llegó a ser un derecho, en medio de una creciente libertad que pronto sería ahogada por la dictadura franquista.
“Mi conexión con Lorca es potente”, sostuvo Jorge Eines al comentar el origen de la obra. No es casual: el dramaturgo y maestro de actores lleva más de 40 años en España (con frecuentes visitas a la Argentina) y montó en su momento “1941. Bodas de sangre”. “En este caso -relató- pasa algo singular. En España no hay reconocimiento suficiente sobre lo que significaron los meses que Lorca estuvo en Buenos Aires, entre octubre de 1933 y marzo de 1934. En ese lapso pasaron muchas cosas, a partir de cómo se relaciona con la Argentina”. Cabe recordar el contexto: la década infame y el ascenso al poder de la oligarquía.
“Es necesario analizar de qué manera hombres como Lorca, inspirado por una ideología progresista, asume todo eso cuando regresa a España, donde dos años más tarde lo van a asesinar”, explicó.
Para el director allí había algo inacabado. “Creo que Federico se lleva en la maleta una pareja argentina, Pol y Lori, y la suelta en el universo Pre Guerra Civil de España, el universo República en España, que estaba lleno de combates positivos alrededor del tema de la liberación de la mujer, de la aceptación de la interrupción del embarazo, que por otra parte era oficial, constitucional y democrático en Cataluña, el lugar al cual esta pareja se dirige. Porque es una pareja abierta, libre, llena de valores que para hablan de lo que fue Federico”, sostuvo.
—Habrá sido muy desafiante evocar la forma de escritura de Federico y plasmarla en un texto propio.
—Tuvo mucho desarrollo, sobre una base dramatúrgica que tenía textos muy concretos de él. Desarrollo que se fue dando en la medida en que yo trabajo mucho sobre la construcción del objeto en relación a lo que ocurre en el marco de los ensayos. Esa construcción se facilita cuando existe un horizonte de puesta en escena y en este caso lo tenía, por la presencia en mí de García Lorca, de su obra y de su poética, desde el punto de vista de cómo se produce la relación entre el cuerpo y la palabra. Pol y Lori se van encontrando con cosas de García Lorca hasta que se chocan con su muerte. Es decir que la obra está atravesada por una poética lorquiana. Nos fuimos apropiando de todo eso en los ensayos y de allí salió “Dile a la luna que venga”.
—A pesar de que se hace referencia a Lorca y a su época se abordan temas que podrían describir la realidad de hoy: el aborto, el rol de la mujer, el amor libre. Nuevamente, como en el caso de “Coriolano”, tu obra anterior inspirada en Shakespeare, la evocación de una circunstancia histórica específica sirve para reflexionar lo que pasa en la actualidad.
—En “Coriolano”, de pronto Shakespeare se apodera de cosas de nuestros días. Y ahora nos pasa con García Lorca. Es cierto que esta obra no la escribió Federico, sino nosotros. Pero creo que no hubiéramos podido escribirla sin la inspiración de García Lorca. Con lo cual, yo no he querido ser feminista ni pro abortista. Apareció, como consecuencia de la pareja que imagino yo que Federico se llevó en su maleta para enfrentarse desde la libertad a la represión que se instalaba en España. Y por lo cual lo mataron. Yo imaginé una pareja llena de libertades. Una pareja llena de un hombre que era reprimido por su homosexualidad y a quien asesinaron por socialista, comunista, masón y gay. Todas cosas por las cuales uno no haría daño a nadie. Por eso lo mataron en España. Ahora, contra esa realidad, él se lleva algo. Y ésta es la historia del ser humano. Una y otra vez pienso en esta continua tendencia de la condición humana de enfrentarse con el arte a los desastres de la Humanidad. Después de que los nazis bombardearon Guernica, Picasso pintó uno de los cuadros más importantes de la historia del arte. Los Borgia asesinaron a mucha gente en su etapa nefasta en Europa, pero ahí surgió lo mejor del arte. Esta es una confrontación más: García Lorca me ayuda con esta pareja, a enfrentar su asesinato.
—¿En esta obra trabajaron con la misma metodología que venís utilizando en las distintas propuestas de Tejido Abierto?
—No puedo trabajar de otra manera. Esto es un tema que para mí es central. Cada vez estoy más comprometido con una manera de hacer que asumí en 2007. Por suerte, Tejido Abierto va desarrollando proyectos en distintos lugares de Latinoamérica y España, basándonos en un criterio: lo que manda es la técnica. No un director más autoritario o con un látigo más fuerte o un gran autor, sino una técnica que se genera, se nutre y crece en un ensayo. Vengo peleando mucho por esto y hay algunas cosas que no entiendo muy bien. La gente nuestro mundo, del teatro, que actúa, se supone que es progresista, de conceptos amplios y abiertos, a la cual quiero darles libertad creadora. Sin embargo, la mayoría rechaza esa libertad. Ver a un actor ensayar con libertad y luego proyectando eso en la escena para ser estrenado, tiene jerarquía de validez técnica. El arte le otorga al actor una soberanía y éstos la enajenan delegándola en un director al que le piden que decida por ellos. Al otorgar esa soberanía, se dejan imponer cosas por alguien que no debería tener esa autoridad. La consecuencia es que el ensayo, en vez de acabar siendo un lugar técnico, acaba siendo un lugar medio místico, donde viene un señor a decirnos lo que tenemos que hacer.
—Se me ocurre que tu batalla se da dentro del teatro, pero posiblemente tenga que ver con una cuestión cultural más arraigada: cuando tenemos libertad no sabemos bien qué hacer con ella.
—Estuve leyendo hace poco una entrevista a Peter Sloterdijk, uno de mis filósofos vivos de cabecera, quien plantea que en este sistema es muy difícil pensar. De eso estamos hablando. Entonces yo tengo ganas de decirle al actor: “permítete ser libre y pensar”. Yo no soy jefe de nada. Si tengo algún liderazgo es porque los actores, a los cuales les doy la posibilidad de ser libres, no me hacen sombra, me dan sombra. Eligen y gestionan la libertad que yo les doy y ahí manda la técnica. Y eso trato de generar, no ser un director antiguo y casposo que da órdenes, sino un buen agricultor, que siembra cosas y crecen.
Culminada la función, se abrirá un espacio de debate con participación del público, que contará con la presencia del director.