Quienes tienen la experiencia frecuente de estar en contacto con niños que han sido abusados sexualmente dicen que, por lo general, hay un velo secreto que cubre estas situaciones. Se den en el seno familiar o en una institución, el “no digas nada”, las “amenazas” y los “cómplices que callan” son parte sustancial de las prácticas abusivas. Concretar la denuncia lleva, por tanto, un largo camino. Salir del calvario, y sanar, mucho más.
Los casos que llegan al Hospital de Niños tienen dos vías de acceso: directa, cuando un adulto lleva al niño o adolescente porque ha sido víctima de un abuso puntual o reiterados; e indirecta, cuando van a la consulta por otro motivo y los profesionales detectan que sufre abusos.
Fabio Bastide, pediatra especialista en adolescencia; Leticia Martínez, Lic. en Trabajo Social; y Ma. Mercedes Arata, médica pediatra, forman parte del equipo de Adolescencia del Hospital Alassia y explicaron cuáles son las señales de alerta a las que están atentos.
“Hay indicadores indirectos que recibimos. El equipo de salud debe preparase para eso, para poder detectar los casos”, dice Leticia Martínez, y enumera: “Hay cambios en las conductas de los chicos, en los hábitos evacuatorios, en el rendimiento escolar, en el carácter, en el sueño. Hay que ir viendo esos cambios, tener la luz de alerta, y cuando no son habituales en la maduración o hacen preguntas que no corresponden a la edad cronológica, seguro algo está pasando...”, advierte.
Los docentes, que ven a los chicos todos los días, deben estar más atentos, reconoce Arata, en especial, porque es en ese ámbito donde más se manifiestan los niños en todas su conductas: “A un chico que tenía buen rendimiento escolar y de pronto está desinteresado, dormido, agresivo... algo le está pasando, no podemos decir que sea víctima de abuso, pero hay que estar atento. Los agentes que estamos en relación directa con los niños debemos tener los ojos más abiertos para empezar a trabajar porque síntomas va a tener; trastorno del sueño, anorexia u otro trastorno alimentario, o en la conducta, siempre va a haber”.
“Cualquier cuestión traumática, en especial un abuso, hace eclosión, por alguna arista sale”, refuerza Bastide. “En algún momento, el niño o el adolescente lo manifiesta; que el resto no quiera ver o no se quiera involucrar es el punto. Pero el niño siempre va a manifestar porque es un hecho traumático, no hay forma de que no tenga síntomas; quizás puede naturalizar la práctica porque es algo cotidiano, pero va a manifestar”.
¿Cómo evitar los secretos?
Los abusos no son exclusivos de una clase social determinada, se da en todas; ni del sexo de la víctima: lo sufren niñas y niños. Pero a todos los casos los cubre un velo secreto, que hace que perduren por años, y se denuncien mucho después de la primera vez que ocurre. Para prevenir esto, los médicos tienen un consejo sencillo: fomentar el diálogo.
“Hay que abrir el diálogo siempre con los hijos y los pacientes, para que si surge una situación que ya esté abierta la puerta para poder dialogar, porque ante algo concreto después es mucho más difícil empezar a hablar”, dice Bastide.
Y Leticia Martínez refuerza: “La mejor prevención es la comunicación entre las personas que a diario están con el niño, más allá de la mamá y el papá, la familia ampliada debe ir fortaleciendo al niño para poder tener posibilidades de dialogar si hay algo de riesgo dando vueltas”.
“Que sepan que pueden hablar de cualquier cosa, generarles confianza. Los adultos tenemos que explicar lo que podamos, como podamos, con las palabras propias de cada uno. Y no evitar la cuestión sexual. Remarcar la importancia del cuidado del cuerpo y de respetar las partes íntimas”, agrega el doctor.
¿Más casos o más difusión?
Respecto a si ven más casos ahora que años atrás, los profesionales coinciden en que sí: “Cada vez se detectan más, no sabemos si hay más o si se consulta más por la difusión que tiene el tema; antes la discusión se encerraba en la familia, era un tabú, hoy por suerte se está logrando una apertura en poder hablar de esta temática”, sintetiza Bastide. Ante lo que Martínez advierte: “Hay mucha difusión e información del tema, lo que no hay es involucramiento. Cuando vemos un caso, nos damos cuenta que un montón de gente podría estar sabiendo y uno dice ¡‘nadie se dio cuenta’! En realidad, no es que nadie se dio cuenta, es que es más fácil mirar para otro lado. Además, la Justicia no acompaña la movida actual que refuerza la idea de que ‘mi cuerpo es mío’ y que hay que denunciar estos hechos. Hay un montón de chicas que nos dicen que para qué van a denunciar si después no pasa nada... encima de lo traumático que es pasar por una situación así, tienen que seguir viviendo con alguien que está libre”.
“Te creo y algo vamos a hacer”
Cuando se logra que el chico cuente ese secreto que guardó por años, el adulto debe asumir un rol activo y contenedor.
“Hay dos cuestiones primordiales”, dice Leticia Martínez. “Primero, creerle, y transmitirle de todas las formas posibles que va a tener alguna repercusión: ‘te creo y algo vamos a hacer’. Y, segundo, denunciar: la denuncia tiene un efecto reparador enorme en la víctima, está comprobado, porque deja la tranquilidad de que algo se hizo, no importa qué alcance tiene”.
“Con esas dos cosas que parecen tan sencillas , lo desnaturalizas, le decís al niño ‘esto no es normal , no es lo habitual...’”, complementa Bastide.