Después de su show en noviembre de 2016 de la mano de la reunión de Guns N’Roses (“Not In This Lifetime Tour”) en el estadio de Central, el mítico Saul Hudson, conocido mundialmente como Slash, llegó a Rosario con su actual proyecto, una banda cuyo nombre se estiliza Slash feat. Myles Kennedy & The Conspirators (sí, todo eso). Llegaron para presentar las canciones de “Living The Dream”, su último álbum y, por supuesto, temas viejos y sorpresas para el público más veterano.
El lugar elegido fue Metropolitano (Alto Rosario Shopping), y a diferencia del resto de la gira nacional (donde la banda soporte es Coverheads) los teloneros fueron los porteños de Neuroína, una prolija agrupación con influencias de Velvet Revolver, el proyecto de los ex Guns junto al fallecido Scott Weiland.
El enrulado mulato angelino de origen británico, a quien el tiempo parece no dejarle tantas marcas (compite en eso con Lenny Kravitz, antiguo compañero de andanzas) afianzó con el vocalista Myles Kennedy (Alter Bridge) hace ya una década, y llegaron acompañados por Brent Fitz (batería), Todd Kerns (bajo y voz) y Frank Sidoris (guitarra rítmica y voz).
Apenas terminado el set de media hora de los argentinos se desplegó la bandera de los visitantes, con galera, calavera y smiles terroríficos en el logo. Las cajas Marshall decoradas con siluetas con galera y cubiertas con dinosaurios de juguete marcaban el sitial del dueño de la pelota.
Al final salieron, con el líder todo de negro, gafa, rulos y galera, y el flaco frontman con musculosa de Bruce Lee. Abrieron con “The Call of the Wild”, “Halo”, “Standing in the Sun” y “Apocalyptic Love”, antes de la coreada “Back From Cali” y “My Antidote”. El desafío para esta etapa es renovar un sonido clásico, y se logra con la combinación de hard rock gunner, la crudeza de proyectos más nuevos (como lo fue Velvet Revolver) y la voz de power metal del vocalista.
El set siguió con “Serve You Right”, “Boulevard of Broken Hearts” y “Shadow Life” (también coreada). Todd Kerns, corista principal, pasó al micrófono principal para interpretar dos temas con algunos años “We’re All Gonna Die” y “Doctor Alibi”, en la que Slash se animó a los coros.
“Lost Inside the Girl” tuvo diversidad en la voz, entre graves modernos y agudos ochentosos. Myles pidió gritos para la algo velvetera “Wicked Stone”, con el solo más largo de Hudson: una maratón de wah wah, un mix de licks de metal clásico y bluseros, ascendentes y descendentes, rematando en estiradas efectistas: marca registrada del solista.
Pasaron “Mind Your Manners” y “Driving Rain”, y hubo un arranque baladístico para “By the Sword”, una canción vieja y bien espesa. El pogo se desató con “Nightrain”, clásico de los Guns N’ Roses, con un solo viajado y melódico. Kennedy invitó a prender luces de celulares para la folkie “Starlight”, seguida por “You’re a Lie”.
“World on Fire” prolongó el primer cierre: “Estuvieron increíbles esta noche”, disparó Miles, antes de un juego de ida y vuelta a lo Freddie Mercury, y de mostrar una bandera de un espectador, que decía que la música de Slash ayudaba a curar el cáncer. En medio de la presentación de cada integrante, Fitz desplegó un solo, con su estampa de un Severus Snape rockero y luciendo la camiseta que usó Maradona en el gol a Grecia en el ‘94. Slash habló allí por única vez, para presentar al cantante.
Para los bises, Slash tocó el “Olé olé” en la guitarra antes de “Avalon”. El cierre fue con la intro densa a lo Iron Maiden de “Anastasia”, para desplegar en segmentos y solos un toque diferente a lo Ritchie Blackmore o Yngwie Malmsteen, con arpegios barrocos y escala menor armónica.
Ahí fue el momento del adiós, con la repartija de púas y palos: afuera esperaba el mundo real, con menos mística rockera.