Sólo Leandro Abel Valdez podía ser el gestor de una movida así: el director del Ensamble Sinfónico del Litoral se ganó un nombre y amistades como tecladista de Matt Hungo y la Hot Band, y colaboró con su proyecto instrumental independiente que conduce en “Un hombre alado”, el homenaje a Gustavo Cerati realizado por el Coral Gloriana.
En estos tiempos de revisión del rock santafesino (el documental “65/75 Comarca Beat”, la reivindicación de Gustavo Angelini en el musical “Espíritu Traidor”, el estreno de la versión definitiva de la ópera Indio de Virgem) la propuesta fue unificar los distintos tiempos de nuestra música eléctrica, en versiones para banda sinfónica (vientos, percusión, teclados e invitados), en arreglos del propio Valdez y la percusionista Andrea Verónica García, con participación del Gloriana y apoyo logístico de Cristian “Matt Hungo” Deicas. Con una consigna: invitar cantantes emblemáticos, pero que no interpreten sus propias canciones en los casos en que haya coincidencia.
Así, el jueves (jornada que se reseña aquí) y viernes pasado se reunieron figuras consagradas y emergentes, rockeros y clásicos, para tributar a una historia que renueva su vigor hacia el futuro.
Sobre las voces del Coral, junto a una melodía presentada en el glockenspiel, Camilo Hormaeche fue el primer invitado, para cantar “Tu figura”, de Bichos de Candy, abriéndose en el coro y los timbales en los estribillos. La versión de “La semilla” de Ginkgobiloba contó con la voz encendida de Cintia Bertolino, en un arreglo de García con melodías etéreas en las maderas y un elaborado trabajo de la percusión.
La siguiente participación fue la del dúo Fulanas, aportando la voz de Fabiana Paulón y el piano de Sofía Angeloni para una relectura de “Extraña relación” de los sancarlinos de Búfalo Blanco: la banda se puso en plan swing acompañante, en un estilo cercano al de Nelson Riddle o Billy May (arregladores de Frank Sinatra), en diálogo con la voz soul de Paulón y el solo blusero de Angeloni.
Ahí sonó una introducción mezcla de Maurice Ravel y John Williams, para abrir la épica cinematográfica de “Libre cuervo” de Virgem, en una expresiva interpretación de Liliana Tucci (hija de Rubén, el cantante que grabó la canción de la dupla Bertolino-Bidarra). En ese momento Valdez cedió el protagonismo al Coral Gloriana y su director y arreglador Rodrigo Asselborn, para una versión a capella de “Globo” (la canción de los mexicanos Pito Pérez hecha propia por Cabezones): sonó aérea, en el estilo de la agrupación: bien directa, pasando la melodía de una a otra cuerda con base en las otras para explotar en el tutti.
La revisión de “Orquesta en descomposición”, fue justamente por ese lado: descomponer la obra de Sig Ragga enfatizando desde lo rítmico sus diferentes pasajes (circense, balcánico, ska) y explotando las polifonías instrumentales. Mili de Pró encaró una prolija interpetación de esa letra inverosímil de los hermanos Cortés.
La pequeña gran Irene Marchi propuso una mirada intimista en bajo eléctrico y voz de “Germen”, de La Cruda, sostenida en colchones de saxos, clarinete bajo y clarinetes, con un ligero sabor a música negra en la evolución del arreglo.
Ahí se produjo uno de los momentos cumbres de la velada. Leandro “Chapa” Costantini fue el convocado para cantar de un modo excepcional (sin dejar de imprimirle su impronta) “Amanecer en Urano”, de Astro Bonzo, y la partitura le sacó el jugo hasta lo último a la canción: desde el arranque con sonidos de sitar y pandereta a los vientos y timbales en plan “Lawrence de Arabia” de Maurice Jarré, cruzando el toque de cencerro del original y rematando con sinfonismo en el estribillo.
Agustín “Flaco” Ferrero (el que siempre cantó el tema anterior) entró para hacer “Amigos Zombies” de Los Gastro con coros de Pablo “Pif” Ferreira, sobre un arreglo que respetó mayormente el tempo de batería del original pero abriendo las melodías en las flautas para volverse obertura grandilocuente en el estribillo y terminar en un minimalismo casi pastoral. Ferreira se quedó junto a Maximiliano Schweizer para entrarle a “Nuevo día” de Pobre Vaca, otro arreglo de García con glockenspiel en arpegios sobre los vientos moviéndose en masa.
Un arranque heroico que bajó hacia los arpegios de Deicas como guitarrista invitado en diálogo con los clarinetes acompañó a Carlos De Giorgio en “Ven a mí” de Mëdula (que supo explotar algunos matices expresivos del precitado Costantini); en los estribillos, donde hierve el deseo, la electricidad de la guitarra dibujó sobre timbales y platillos. Bajada metalofónica y vuelta de la épica para rematar.
El versátil Diego Arenales fue el elegido de Valdez para “Los cucos de Kokoschka” de La Moto, en el doblete compositivo deicasiano (junto con “Urano”), con algo de rock progresivo de los ‘70 en la interpelación de la partitura, con una búsqueda majestuosa.
“Siempre quise hacer esto”, dijo el director, antes de pronunciar: “Ah, me olvidaba...”: convocó a la omnipresente Macarena Reibel (popularmente denominada Maca Revolt) para un clásico de la ciudad. El comienzo se planteó como de música culta electroacústica, entre voces grabadas, percusiones cruzadas y disonancias, para que la rapera platinada se reinvente y aborde la conversada “Alto verde” de Carneviva, y el Ensamble en todo su esplendor aborde las melodías de la base del tema, y el Gloriana cruce las melodías para luego hacerse cargo de los estribillos entre timbales.
De ahí a una salida sinfónico-coral para viajar a un meddley instrumental con “El se acostó”, con explosión de trompetas y un vibrante solo latino de trombón, con Deicas y Marchi en las cuerdas eléctricas, sólo de guitarra wah-wah incluido; la caída a la última vuelta de “Alto Verde” marcó el final del concierto: los aplausos festejaron el gran momento “carnevivero” pero también el conjunto de la propuesta. De esa manera, “el rock de Santa Fe” tuvo quien le escriba, y quien lo interprete.