Claudia Susana Catalín
Claudia Susana Catalín
La provincia de Santa Fe, una vez más, fue convocada a las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) y una vez más me permito realizar algunas consideraciones.
Es indudable que nadie vota a quien no conoce, de allí la necesidad de quienes aspiran a ser electos de darse a conocer, pero el proceso de instalación y la publicidad electoral nos muestran notables diferencias entre los que cuentan con estructuras oficiales o el llamado “aparato estatal” y los que no las tienen; la ventaja de los candidatos que parten de cierto nivel de conocimiento y lo desigual de una publicidad electoral oficial que favorece a los grandes competidores, aumentando la “cancha inclinada” que debería equilibrar. Es necesario, entonces, que se modifique la normativa, y que las reglas de juego se definan con claridad y equidad para la competencia.
Otro aspecto a considerar son los spots y las publinotas, que están fuera de lo habilitado por la ley, así como los aspectos no regulados: aviones y autos -con carteles, luz y sonido- y la utilización de las redes, lo que en su conjunto genera una gran sensación de invasión y un nivel de hartazgo general de la ciudadanía. Además, los fondos utilizados en estas modalidades de campaña no son incluidos en las rendiciones de cuentas, por lo que no conocemos, ni es posible controlar, el origen y el destino de esos fondos.
Durante el domingo de los comicios, aparece el “clásico” problema de la conformación de las mesas. La autoridad de mesa cumple un rol insustituible y para que se pueda asegurar la asistencia y adecuado desempeño, deberían considerarse alternativas que den certezas. En la provincia de Salta, por ejemplo, es una carga pública para los docentes, establecida por ley, que “premia” con puntajes en concursos docentes por este desempeño y que además garantiza que los conocimientos y la inversión en capacitación permanecen en el staff a convocar.
La participación de los ciudadanos en las Paso viene descendiendo: en 2011: 73,68%, en 2015 un 72,51% y el menor porcentaje en las últimas, con un 69,82% de asistencia. Respecto del tamaño de la boleta y de las opciones: en las categorías donde la oferta electoral supera las 30 opciones (diputados y concejales) se complica encontrar rápidamente la opción a elegir. Ya hemos dicho que la oferta electoral abundante no debe atribuirse al sistema de boleta única, y es claro también que las normas vigentes no han sido suficientes para que tengamos una “...oferta electoral partidaria más ordenada, menos fragmentada, transparente, y también comprensible para el ciudadano...”, tal como enuncia en su primer considerando el Decreto 3052/18.
Las Paso ¿sirven o no sirven?
Cuando Santa Fe, en el año 2004, fue la primera provincia en el país en establecer la Ley de Paso (Nro. 12367) fue, sin dudas la mejor alternativa frente a la “agotada” Ley de Lemas. Y podemos decir que ha tenido un desempeño aceptable para cumplir con su objetivo: definir a los candidatos que representan a los partidos, alianzas o frentes electorales en las elecciones generales.
En los últimos años, venimos escuchando opiniones que cuestionan su desempeño y plantean la necesidad de revisar su funcionamiento. Creo que la voz más potente es la de la propia ciudadanía, que de un modo u otro hace saber su descontento.
Observamos el descenso progresivo de asistencia, la cantidad de votos en blanco o nulos, el aumento de la cantidad de trámites solicitando la eximición del deber de votar -que está previsto desde la entrada en vigencia, pero se ha simplificado a partir del año 2015 con el trámite on line- pero además, la opinión de la calle que cuestiona la participación de todos en la definición que corresponde a los partidos o frentes. Podemos agregar la percepción negativa o desánimo de la ciudadanía (que probablemente deba votar 5 veces este año); en este momento de problemas económicos, no son menores ni desapercibidos los costos de la gran cantidad de publicidad electoral y los que requiere la organización de estos procesos (que podría reducirse notablemente si sólo realizáramos la elección general). Si por otra parte, la mayoría de los partidos o frentes electorales no utilizan las primarias para dirimir sus internas y prefieren listas de consenso -conocedores de los antagonismos y heridas que producen las Paso- y el resultado es leído como una “gran encuesta” -que puede profundizar la polarización- nos permitimos plantear la necesidad de modificarlas o reemplazarlas por otros mecanismos de definición de candidaturas.
Las reformas electorales, deben diseñarse para resolver problemas concretos y previamente diagnosticados, creo que es tiempo de escuchar la voz de la ciudadanía y pensar en una forma de fortalecer a los partidos políticos y encontrar los mecanismos para resolver el modo en los que éstos, instituciones fundamentales del sistema democrático, tengan garantizada su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas, según los preceptos de nuestra Constitución Nacional (artículo 38).
Posiblemente es tiempo de repensar y rediseñar el sistema, buscando la norma que permita el modo más eficiente, participativo, transparente y ordenado para la definición de candidaturas al interior de los partidos políticos, los frentes y alianzas electorales.
No podemos dejar de realizar los mejores esfuerzos para lograr el continuo perfeccionamiento de los mecanismos de elección, preservando la calidad institucional de nuestra democracia. Estamos en eso.
Posiblemente es tiempo de repensar y rediseñar el sistema, buscando la norma que permita el modo más eficiente, participativo, transparente y ordenado para la definición de candidaturas al interior de los partidos políticos, los frentes y alianzas electorales.
En los últimos años, venimos escuchando opiniones que cuestionan su desempeño y plantean la necesidad de revisar su funcionamiento. Creo que la voz más potente es la de la propia ciudadanía, que de un modo u otro hace saber su descontento.