Carlos Mario Peisojovich (el Peiso)
Carlos Mario Peisojovich (el Peiso)
Mis Peisadillas, esos sueños locos míos, propios, únicos y peisonales, son pedacitos o retazos virtuales, de humores y humor, de hechos pasados, algunos pisados y otros pesados. Pasados por agua, embebidos en ensoñaciones etílicas o en borracheras de amor. Húmedas por los jugos del juego del amor, apasionados por los juegos de la lengua del amor a las palabras, danzantes y divertidas. Juegos eróticos, lúdicos y festivos, nunca bolúdicos y fiesteros, aunque en permanente recreo... “Tochi libre” para todos mis sueños escondidos...
Dándole cuerda al reloj de la memoria, girando la manivela para atrás, derritiendo relojes como en los cuadros de Dalí, los “tic-tac” del pasado marcan los segundos de mi tercera Peisadilla, presentados a usted por éste amnésico con retentivos usos y desusos, sin abusos, del tiempo vivido, muy vívido, pues.
Les conté hace algunas semanas sobre mis primeros pasos en LT 10, ante tanta acartonada estructura de la radio universitaria, académica y de raíces culturales bien establecidas, música clásica, literatura, con inflexibles y estrictas reglas comunicacionales. Ahí caí yo, con todo el revoltijo de ideas y vocacionales sueños de radio, con más o menos acartonado aspecto y demasiado desacartonado espíritu rebelde. Eran finales del 63’ o principios del 64’. En la presidencia estaba Arturo Illia, en la Argentina, siempre problemática y febril, se vivía con cierto aire de libertad tan característica en un país que iba creciendo y estaba abierto a lo que sucedía en el resto del mundo.
Fue ese año en que se publicaba por primera vez Mafalda, la célebre historieta de Quino, personaje que me acompañará de muchas formas, hasta en su fanatismo por “Los Beatles”. Antes de ingresar a la radio de la Universidad, descubrí desde una radio uruguaya, donde buscaba pequeñas joyas de la música y de la comunicación, a The Beatles, la audición era conducida por Elías Turubich, quizás el principal referente de la “beatlemanía” rioplatense.
De un lado del charco, estaban los uruguayos, emisiones de radios montevideanas que me sustentaban del material necesario para mi potencial locura melómana y radial, y cruzando la cordillera me quemaba la cabeza de música con “Discomanía”, lo conducía Raúl Matas, desde “Radio Minería”. “Discomanía” era su trinchera, donde disparaba y pinchaba éxitos presentes y futuros que luego devinieron a clásicos, el chileno emitía a veces sus programas desde México o España, siendo la “Cadena Ser” la encargada de retransmitirlo para toda Iberoamérica. Otra obligada referencia radiofónica de mi chupete de éter era la presencia del “Negro” Guerrero Marthineitz en radio Carve de Uruguay, para después desandar con su inconfundible estilo y voz los barrios y los estudios de las radios porteñas.
Toda esa compleja red de frituras, voces, estilos musicales, formas y formatos diferentes de hacer “la radio” influyeron positivamente en mi futuro oficio que ya empezaba a desplegar en los vetustos estudios de LT 10. Si bien entré como boletinero y libretista, mi personalidad inquieta y mi incipiente locura hervían por mis venas y mis cortas gambas se salían del molde de mis mocasines para largarme en picada y con pique corto a lo que sería mi futura carrera.
Obviamente el choque generacional iba a generar conflictos, pero no era nada tan grave como para que no se zanjara la cuestión con un par de chistes, mi mejor cara de recién salido del catre, y una gambeta digna del mejor de los futbolistas de potrero.
Después del consejo de Eduardo Gudiño Kieffer y Luis Horacio Bonaparte, empecé con mi programa “Mundo Joven”, premonitoriamente, el nombre de mi espacio coincidiría cuatro años después con lo que sería una de las revoluciones juveniles que desestructuraron el “status quo” del mundo. El mundo se volvía joven de repente, la música, las ideas, la moda, la literatura, el cine, el teatro, los medios de comunicación y todo aquel movimiento cultural y revolucionario que renegaba de todo lo establecido.
Durante los años subsiguientes tuve el agrado de conducir “Rrrrrrritmo de Juventud” (así, exagerando las erres); “Tiempo de Verano”; “Radio Abierta por Vacaciones”; “20, 40” con Raúl Salceek, y “Los números uno de la número uno”, donde por primera vez pusimos un “Hit Parade”, donde los radioescuchas podían votar por el tema preferido y ganar un “L.P.” (“long play”). Como la prerrogativa de la dirección era llamarles larga duración, yo les decía “longo dureiyon”...
Una de las anécdotas que aún recuerdo de mi primer paso por Radio Universidad, fue una argucia en complicidad con Rubén Pretti: hermano de mi radio operador, mi querido Jorge, grabó en Nueva York la presentación de The Beatles en el “Ed Sullivan Show” y después nos pasó la cinta y la emitimos como si hubiera sido una conexión en vivo y en directo, lo que se decía... Una pequeña ayudita a mis amigos. Yeah.