Por Dra. Isabel Molinas
Por Dra. Isabel Molinas
Profesora, investigadora, gestora cultural y autora de textos críticos sobre arte y educación.
En septiembre de 2016, la editorial Iván Rosado publicó “En la colonia agrícola” de Santiago Venturini. El libro reúne una serie de poemas-episodios autobiográficos que pueden leerse como una novela sobre la infancia. Entre el recuerdo y la escritura, desde las primeras páginas el autor advierte sobre el contenido de lo narrado: “Por supuesto, no fue exactamente así”. Sin embargo, sabemos que detrás de toda negación se afirma lo contrario. El encuadre cinematográfico y la potencia objetiva con la que el poeta entra y sale de cada escena parecieran ponerlo a cubierto de sus propios recuerdos. Pero no es su infancia lo que leemos en sus textos sino un montaje de imágenes y de frases que, al mismo tiempo que construyen una mitología familiar, prefiguran al poeta que conocemos: “Un Ami 8 corta el aire/ de 1989/ con una familia adentro./ Mi prima aprendió a manejar/ con ese auto en decadencia./ Un sábado/ cuando cruzábamos la plaza/ la puerta de atrás se cayó/ y tuvimos que bajar a buscarla./ En la misma máquina/ hacíamos todos los mandados,/ del supermercado a la quiniela/ de la tienda Kapote a la farmacia./ El brazo de mi mamá/ metía los cambios,/ sus pies pasaban del acelerador/ al embrague,/ mi abuela iba de copiloto/ llenando como podía/ su tiempo de jubilada,/ y en el asiento de atrás/ mi hermana y yo/ aprendíamos al mismo tiempo/ qué es la velocidad,/ por qué las madres enloquecen/ a sus hijas,/ cómo grabar en la cabeza/ imágenes de una mujer automovilista/ antes de que el futuro se la lleve.”
Dos años después, Jimena Venturini retoma el álbum familiar en una serie de producciones visuales que están basadas en los textos de su hermano. Con cada trazo, Lameni (este es su nombre de artista) enaltece la tradición del poema ilustrado: desde el gesto mimético que reproduce “esas fotos en las que estamos contentos” hasta la invención de un universo personal que bucea en las correspondencias entre pintura y literatura. Fiel a su estilo, la representación esquemática, la perspectiva aplanada, la relevancia del motivo y la incorporación del collage son algunos de los rasgos distintivos de su obra. Hacia el final de la colección, en el Poema 27, la artista recurre al plano y a la tridimensión para imaginar esa partida que resulta inexplicable: “(…) Yo tenía trece años./ Iba a la escuela/ ponía la mesa/ y no paraba de pedalear./ Tanto/ que cuando mi mamá/ hizo su última transmisión/ desde la tierra/ y se despidió del mundo/ en la nave espacial de su cama,/ yo estaba subido a mi bicicleta/ pero mirando el cielo/ para verla despegar.”
Tal como señala el filósofo francés Jean-Luc Nancy, las artes se sienten unas a otras y mantienen entre sí relaciones como las que se establecen entre las lenguas: intraducibles y traducibles, al mismo tiempo. Hay algo de la literatura que nunca migrará a la representación plástica y hay algo de la espacialidad y la simultaneidad de los signos visuales que jamás podrá decirse en la linealidad de la escritura. Al igual que las musas que inspiran la creación, las artes siempre son plurales y ésta es la condición que posibilita que una experiencia vivida pueda mostrarse en la plenitud de su ser.
En el espacio que media entre el eco de los poemas y la reverberación de las imágenes pictóricas, Santiago y Jimena comparten una historia en la que, cuando levantan la cabeza, vuelven a “ver la luz que pasa entre las ramas”, ese destello de infancia que puso en movimiento el trabajo creativo de ambos.
Desde el 6 de junio puede visitarse en el Foro Cultural de la Universidad Nacional del Litoral (clic aquí)
🖌 Sobre Arte Expandido
Arte Expandido es el espacio de opinión de la Dra. Isabel Molinas en el que se narran relatos sobre arte contemporáneo, gestión cultural y curaduría.