Alejandro A. Damianovich
Alejandro A. Damianovich
La República Argentina nació en Santa Fe en mayo de 1853, cuando el Congreso que representaba a todas las provincias, salvo a Buenos Aires, sancionó en ella la Constitución Nacional.
Antes existían las provincias, entidades históricas que reconocían sus orígenes en el siglo XVI, cuando los españoles fundaron sus capitales y les asignaron un territorio. Después de la revolución las ciudades coloniales pasaron a ser “los pueblos” y adquirieron su propia soberanía, con la voluntad siempre declarada de constituir una Nación.
Durante la primera década revolucionaria hubo un intento de conformar un estado nacional que no prosperó, pero que proclamó la independencia regional en 1816 y es un antecedente del que llegaría luego de 1853. Se basaba en el proyecto centralista de Buenos Aires que desde antes de 1810 venía practicando una política de apropiación del poder, lo que le permitió administrar la crisis de la monarquía con autonomía, a la vez que asumir principios revolucionarios a tono con las ideas de la modernidad.
Estas provincias que son anteriores a la Nación y que intentaron un Congreso en Buenos Aires en 1824 y se reunieron en Santa Fe en 1828, se ligaron en Confederación en el tratado del 4 de enero de 1831, sin dejar de ser estados soberanos con todas sus facultades, entre ellas la principal que consiste en detentar el monopolio de la violencia legítima.
Todas dictaron sus constituciones propias: Santa Fe en 1819 y 1841, Córdoba en 1821 y 1847, Corrientes en 1821, 1824 y 1847, Entre Ríos en 1822, la República del Tucumán en 1820 (Catamarca, Santiago del estero y Tucumán), Catamarca en 1823, Salta en 1824, Jujuy en 1835 y 1839, y Santiago del Estero en 1830. Además de Tucumán, adoptaron transitoriamente la denominación de Repúblicas, Entre Ríos (Ramírez) y Córdoba, las dos en 1821.
Santa Fe a la vanguardia del federalismo
Contra aquel proyecto centralista porteño se pronunció Santa Fe en 1815, cuando se sumó al conjunto de provincias rioplatenses que integraban la Liga de los Pueblos Libres liderada por Artigas.
La guerra fue la relación habitual entre los dos bloques, especialmente porque Buenos Aires esperaba anular, de un modo u otro, la amenaza de la competencia portuaria de Montevideo. Para ello entró secretamente en combinación con Portugal que debía invadir la Banda Oriental, mientras desde el sur los porteños operarían contra Santa Fe.
Repeler ese ataque porteño en 1818 y 1819 fue la primera preocupación de Estanislao López como gobernador, debiendo enfrentar las invasiones de Balcarce y de Viamonte, este último apoyado por Belgrano que había bajado desde el Norte con gran parte de su ejército. Pero atendiendo a la mediación de San Martín, que se había negado a concurrir con tropas, y al peligro de una invasión española en ciernes, López accedió a firmar un armisticio en San Lorenzo el 12 de abril de 1819.
La pausa le permitió legitimar su poder, hasta ese momento sin más títulos que la eficacia de sus acciones militares en plena guerra. El 8 de julio quedó consagrado como gobernador propietario por el voto de 1os representantes de los cuatro departamentos, y el 26 de agosto produjo un Estatuto Provisorio para formar una República en el corto espacio del territorio santafesino.
Un Reglamento flexible para una provincia en proceso
López rechazó un proyecto constitucional previo de una comisión de notables por considerarlo inapropiado para regir la provincia en medio de la guerra, pues parece que acentuaba la división de poderes, y ofreció en cambio el que conocemos, en el que la autoridad estaba concentrada en la figura del gobernador.
Para justificar este cambio ante el Cabildo, que parece reunía una inicial oposición de la elite local que luego se diluiría, el gobernador acompañó su texto con un manifiesto que alude a la gravedad del momento. Después de haber rechazado las provincias la Constitución centralista que ofreció el Directorio el 22 de abril, López entendía que era necesario reconcentrarse en el propio suelo, “fijando en él los resortes de nuestra suerte y el sostén de nuestra libertad”. Y después decía: “Mantendremos nuestro estado, y con el fallecimiento de la guerra civil entraremos al todo de esa gran Nación que esperan ambos mundos”.
El Estatuto de 1819 instaura una pequeña república soberana, como lo ratificará después la Constitución santafesina de 1841. Entre una y otra norma se introducirán cambios importantes en la organización del Estado que muestran cuán efímera fue la vigencia de la letra original del Estatuto. Ante consultas del cuerpo capitular de 1821 y de la Junta de Representantes de 1822 referidas a su vigencia, López aclaró que la letra del Estatuto, que no tuvo la aprobación del Cabildo ni el juramento ciudadano, no tenía más autoridad que la emanada de la suya propia, por lo que era revocable cualquier artículo que entrara en colisión con los intereses de la provincia, según evolucionaran los acontecimientos. Estaba describiendo lo que en Derecho Constitucional se define como una constitución de tipo “flexible”.
En los años siguientes llegarían cambios que perfeccionaron la división de poderes, quitándole al gobernador funciones judiciales, al crearse un tribunal de apelaciones; estableciéndose el funcionamiento permanente de la Legislatura con mayores atribuciones; disolviéndose la antigua institución colonial del Cabildo y creándose un sistema judicial independiente.
Pero la esencia del Estatuto se mantendrá en el carácter de estado soberano que asumió Santa Fe hasta 1853, en el sostenimiento de la “causa general de América”, en su espíritu americanista (todo americano es ciudadano), en el sistema republicano y representativo del gobierno que es electo periódicamente, en las garantías individuales que consagra, en la exclusividad de la religión católica dentro del territorio y en la irrenunciable promesa de constituir entre todas las provincias aquella Nación que, en palabras de López, “esperaban ambos mundos” y que quedaría consagrada, al cabo de 34 años, bajo las mismas bóvedas del cabildo santafesino.
En próximos artículos, un grupo de historiadores y juristas analizaremos algunos de los aspectos más destacables de estos doscientos años de orden constitucional de Santa Fe, iniciado con aquel bosquejo lopista que quiso fijar las bases de un sistema provincial mientras maduraba la Nación.
Durante la primera década revolucionaria hubo un intento de conformar un estado nacional que no prosperó, pero que proclamó la independencia regional en 1816 y es un antecedente del que llegaría luego de 1853.
Contra el proyecto centralista porteño se pronunció Santa Fe en 1815, cuando se sumó al conjunto de provincias rioplatenses que integraban la Liga de los Pueblos Libres liderada por Artigas.