(Enviado Especial a Belo Horizonte, Brasil)
Cuatro cambios haría Scaloni contra los seis que experimentará el Toto Berizzo, entrenador de Paraguay, nuestro adversario en esta noche de miércoles exigente para Argentina.
(Enviado Especial a Belo Horizonte, Brasil)
Los recuerdos fluyen. Basta con cerrar un poco los ojos para recordar aquél golazo de Messi contra Irán, los siete de Alemania a Brasil o el silencio atroz que embargó a la multitud cuando Mauricio Pinilla, el mismo que estuvo a punto de firmar para Colón y que todavía está envuelto en una situación de conflicto, hizo estrellar la pelota en el travesaño en el minuto 119, antes de que la ejecución de los penales le diera la victoria al “Scratch”.
Son tres partidos que quedaron marcados en el derrotero de aquél Mundial, en este estadio gigantesco en el que sufrimos una de las peores derrotas de los últimos tiempos y con baile: el 3 a 0 en las Eliminatorias con una actuación deslumbrante de Neymar.
Esta Belo Horizonte cosmopolita y en la que Argentina acunó sueños de gloria en aquella concentración de Cidade do Galo, es hoy el refugio dorado para nuestra selección. El lugar en el que se quieren alejar fantasmas y que aparezcan las fantasías y las emociones. Pero para que eso se dé, para que esos deseos tengan fundamentos suficientes para convertirse en realidad, hay que empezar por lo básico que tiene este deporte, que es el juego.
Scaloni habló y no aclaró nada. Un colega paraguayo me decía: “El técnico de ustedes dijo que el torneo recién empieza ahora, pero no se ha dado cuenta de que ya perdió un partido 2 a 0”. Es la película que el propio Scaloni se hizo, posiblemente buscando algún tipo de anticuerpo para defenderse de la crítica hacia él y para proteger a los jugadores.
Lejos de usar aquella “fórmula” al que recurrió su anterior jefe –Sampaoli- cuando hubo que salir a buscar una victoria ante Nigeria porque sino, nos “íbamos para afuera”, Scaloni apuesta por la juventud y la inexperiencia. Saca a gladiadores de mil batallas como Agüero y Di María para sumar gente con mayor frescura en el medio y arriba. Sin un “5” de marca (tampoco lo tiene en el sentido literal del puesto), no quedará otra que defenderse con la pelota. Si Pereyra y De Paul van por las marcas y si Paredes-Lo Celso es la dupla de volantes centrales, no hay un solo jugador que tenga capacidad innata de contención. Esto conlleva el peligro del desequilibrio y de la inestabilidad, algo que se debería evitar ante un rival como el que tendremos en este miércoles de super acción en Belo Horizonte.
La idea es salir a atacar, según lo dijo el técnico. Y muchas veces se dicen cosas sin sustento o que luego no se pueden llevar a la práctica porque no hay base cierta y fluye el desconocimiento para hacerlo. No importa tanto lo que opone el rival, cuando el equipo propio no muestra una línea definida y variantes que puedan sorprender. Messi solo no puede y no debe. Es preciso que haya una estructura sólida que lo asista y lo respalde, algún socio que quiera sumarse al juego y a entregarle la pelota en el lugar y en el momento indicado para que él se luzca. En definitiva, la consigna es que Messi sea el postre del banquete y no que corra con todo el peso de crear y definir.
Paraguay ha recuperado poderío alegre, tiene dos jugadores de mucha experiencia en la zaga como lo son Balbuena y el conocido Gustavo Gómez, más el aporte de Matías Rojas (el mismo que brilló en Defensa y Justicia), más Almirón y los dos puntas. Esto convierte, al equipo de Berizzo, en algo agresivo, punzante y que saldrá a morder en todos los sectores de la cancha. Argentina se tendrá que preparar para eso, para volver a jugar contra un equipo que pondrá un plus para ganarle a Messi.
¿Por qué no va la gente a las canchas?
Es llamativo, pero mientras el promedio de asistencia a los estadios, en Brasil, es de 45.000 espectadores, en esta Copa América tenemos un promedio de algo más de 24.000, con estadios gigantes y despoblados, algo poco entendible y creíble en un país con tanta prosapia futbolera.
La pregunta es: ¿qué está pasando?, ¿decreció el interés por el fútbol?, de ninguna manera. El brasileño ama el fútbol como el argentino, pero hay una realidad que es incontrastable: el sueldo promedio en este país es de 2.000 reales (unos 24.000 pesos nuestros) y el valor de las entradas se ubicó en algo así como 200 reales, que contando los “extras” (viaje al estadio y algo para alimentarse o refrescarse), llega a los 250 reales, o sea, más del 10 por ciento de lo que gana por trabajar todo un mes.
Además, de manera poco entendible se anunció que las entradas se habían agotado, cosa que no es así. Por ejemplo, esto se vio en el Morumbí, el día de Brasil-Bolivia (cotejo inaugural). Al estadio ingresaron 40.000 personas (más o menos el promedio de la gente que asiste a los estadios en los torneos locales), pero había lugar para, al menos, 20 o 25.000 más.
Se dice que en el partido de este miércoles, hay 37.000 entradas vendidas. Y el Mineirao es un escenario para 70.000. ¿Se jugará entonces con apenas algo más del 50 por ciento de la capacidad colmada?
Otro dato: en Brasil se hizo el Mundial en 2014, los Juegos Olímpicos en 2016 y ahora la Copa América. En cinco años, tres competencias de primer nivel que produjeron cierto “hartazgo” en la gente, logrando que se pierda la expectativa y el entusiasmo en muchos.
Un último aporte: la seguridad. Es otro de los temas que aflige y preocupa, que tiene que ver con la realidad social del país. “En Brasil hay gente pudiente, que tiene su casa y su bienestar, y hay gente que duerme en la calle y que respira pobreza. En el medio, no existe casi nada”, le comentaron al enviado de El Litoral.