Germán de los Santos | [email protected]
La ex presidenta presentó el libro Sinceramente ante una multitud, donde dijo que al actual jefe de Estado "lo domina Cristine Lagarde”.
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Cristina Fernández volvió a Rosario después de cuatro años a presentar el libro Sinceramente ante una multitud en el salón Metropolitano, colmado por 2500 personas, y fuera del predio, donde más de 20.000 personas siguieron el discurso de la ex presidenta, que volvió a ser en un tono similar a cuando era jefa de Estado.
En Rosario Cristina volvió a ser Cristina. Abandonó ese tono más conciliador y equilibrado, en búsqueda de cierta corrección política, para retornar a un discurso lleno de ironía y críticas al presidente Mauricio Macri y a los medios de comunicación. En ningún momento nombró a su supuesto compañero de fórmula Alberto Fernández, cuya única mención pasó por un audio que sirvió de prólogo a la presentación en la que el ex jefe de gabinete pronunciaba la palabra unidad de los argentinos.
En un salón colmado de militantes kirchneristas, con la presencia de dirigentes del peronismo provincial en primera fila, como la vicegobernadora electa Alejandra Rodenas -la única fue nombradapor la locutora oficial-, el diputado provincial Roberto Mirabella, hombre cercano al mandatario electo Omar Perotti, quien como se esperaba estuvo ausente, y Agustín Rossi, entre otros.
Cristina aclaró cuando promediaba la mitad de la presentación, que hizo junto al escritor y periodista Marcelo Figueras, que no pensaba “hacer un discurso de campaña, que se dice lo que la gente quiere escuchar. Conmigo no”. Esa especie de declaración de principios sirvió como la argumentación precisa para lo que vino después.
Cristina lanzó duras críticas contra la actual gestión, que -según la ex presidenta- “llevó al país otra vez al Fondo Monetario Internacional”. Recordó que hace cuatro años, cuando participó del acto del día de la bandera en el Monumento “no había la desocupación, la crisis y el nivel de endeudamiento como el que ahora atraviesa a la Argentina”.
Criticó a Macri por el acto que encabezó durante la mañana en el club El Ciclón de la zona sur de Rosario, donde puso bajo la lupa la “mafia” sindical que lideran Hugo y Pablo Moyano con el gremio de los camioneros. Cristina recurrió a la ironía, una herramienta discursiva que usaba con frecuencia, con un tono interrogativo.
“¿No había otro tema para tratar en un colegio (fue en un club), rodeado de chicos, que insultar a ese gremialista (Hugo Moyano), con el que él (Macri) se reunió el 17 de octubre de 2015 para festejar el día de la lealtad?”, se preguntó Cristina. Desde la platea salían “si” que se reproducían en busca de complicidad con la senadora.
“Es un desmemoriado, porque hace cuatro años estaban juntos (Moyano y Macri). En las fechas patrias hay que hablar de la historia”, recomendó Cristina, quien unos minutos antes desplegó una teoría, en el inicio de la presentación, sobre la humanización de los héroes de la patria. Su partener, Marcelo Figueras, en ese momento, le recordó que Manuel Belgrano era su prócer favorito. Cristina asintió y recordó que los héroes no son recordados por la dimensión que tuvieron sus actos. “Belgrano destruyó todos los sembradíos y emprendió el éxodo jujeño para no dejarle nada al enemigo”, dijo, y al instante, con un tono que buscó la complicidad del público, largó: “No sé si hubiera sido la amante de Manuel Belgrano pero algo hubiera tenido. Es mi prócer preferido”.
Cada vez que la ex presidenta decía algo que sabía que rompía el molde de la corrección le decía al público militante. “Seguro que mañana en los diarios aparece esto como título”. Usó ese recurso en busca de neutralizar lo que seguramente iba a aparecer en los medios. Entonces, porqué decía frases que sabía que son nutrientes de los medios de prensa. Cristina sabe muy bien que el centenar de periodistas que había ido a cubrir el acto no le interesaban los detalles del libro Sinceramente sino definiciones políticas a dos días del cierre de las listas a nivel nacional.
Repitió ese concepto, en un rol editorial, cuando habló de las cadenas nacionales. “No me arrepiento. Si no hacíamos las cadenas nacionales nos hubieran pasado con una caterpiler. No pienso hacer un discurso de campaña en el que se dice lo que quiere escuchar el electorado. Conmigo no”, insistió la ex presidenta.
En ese punto, Cristina machacó otra vez sobre el rol de los medios. Sin nombrarlos, pero en referencia a ese sector, dijo que “siempre están buscando la quinta pata al gato. No veo que se lo busquen a este gobierno, que lo maneja el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los empresarios. A este presidente capaz que lo maneje Cristine Lagarde (la titular del FMI). A mi me llamaba la atención que hasta amantes me inventaron. Hoy mi lívido está en mis nietos. Pero hay mujeres que son hadas virginales (en referencia a María Eugenia Vidal). Las hadas y los ángeles no tienen sexo”.
Con ese discurso zigzaguante, que iba de un lado a otro, con frases fuertes y poco frecuentes en un dirigente político, la ex presidenta habló de su relación con Néstor Kirchner. Figueras le recordó una frase del libro y ella se emocionó, y sus lágrimas destrabaron los aplausos, que se transformaron en el cántico “a volver, vamos a volver”. Luego retomó el discurso y recordó que a Néstor le gustaba que usara el pelo largo. El escritor le preguntó si creía que parte de la gente que no la quería era porque ella había tenido una vida al lado de ese hombre y que era una mujer elegante que le gustaba vestirse bien. “Moriré pintada como una momia egipcia. A mi me encanta estar arreglada, y pintarme como una puerta”, dijo y recibió del público risas y aplausos.
Antes de ir hacia el salón Metropolitano, Cristina recibió una visita particular, según señalaron desde La Cámpora. El intendente electo Pablo Javkin se reunió con la ex presidenta, “a pedido de su hija”, según advirtieron la fuente de ese sector kirchnerista.