Juan Sagardía
Juan Sagardía
Si continuamos desvalorizando nuestro peso en su uso diario, seguiremos manejándonos en una dicotomía que nunca nos permitirá ordenar nuestra conducta. En los últimos cincuenta años, hemos eliminado trece ceros a nuestro peso.
¿Qué derecho tiene el Estado de utilizar los dólares que ingresan por exportaciones o que recibimos a través de préstamos para la venta a los especuladores, en lugar de utilizarlos para la inversión productiva?
El dólar debe ser una moneda de cambio para las transacciones internacionales. No se puede continuar poniendo precios dolarizados a las transacciones comerciales internas. Los productos más diversos, los comestibles, viviendas, ropa, combustibles, salarios, etc., fijan sus precios en relación al dólar.
¿Alguna vez nos hemos preguntado qué garantía tiene el dólar? ¿Tenemos conocimiento de la cantidad de dólares que hay en el mundo, y si EE.UU., que los emite, tiene algún respaldo de todo el circulante?
Además se deberían eliminar los ajustes en nuestra economía que se realicen por el valor del dólar, como una medida para regular la inflación.
Estamos en un mundo globalizado... Me pregunto si con todos los sistemas informáticos existentes no se puede determinar el valor promedio del dólar, en lugar de que cada país le asigne un valor... porque... ¿en base a qué le asignamos un valor?
Estar pendientes todo el tiempo del valor que le asignamos al dólar nos lleva a un desfasaje en los precios internos, y es ahí, en la economía interna, donde se juegan los salarios, los valores de las mercaderías, de los vehículos que no son importados, de las propiedades, de los medicamentos. En nuestro país los productos de consumo masivo y los servicios son caros, porque los relacionamos al valor del dólar, que sufre modificaciones diarias, derivadas de la especulación financiera y no de las inversiones productivas. De este modo, nadie que esté dispuesto a producir puede programar a futuro ninguna inversión... ¿por qué en otros países no ocurre lo mismo?
Las importaciones afectan nuestra economía según el valor del dólar, y vivimos cortando clavo porque nunca tenemos un costo real de los productos que necesitamos importar para producir. Así, nadie puede proyectar nada.
Como soy argentino, no creo en los ajustes del dólar. Es un mecanismo que establecen dos o tres funcionarios del gobierno, que también son argentinos pero que tienen muchos amigos, y sus decisiones distorsionan la creencia en nuestra economía. La pregunta es ¿por qué en lugar de manejarnos con las decisiones de algunos funcionarios del gobierno de turno no fijamos un patrón a largo plazo que determine las fluctuaciones, así sabemos a qué atenernos?
Nos damos cuenta de que dependemos de la voluntad de un presidente, de un ministro de Economía o del presidente del BCRA, entonces ¿qué garantía podemos tener?
En definitiva, este juego perverso del valor del dólar con relación al peso argentino, es otra de las tantas trampas que nos tienden desde la administración del Estado; cuyas consecuencias son en perjuicio del pueblo trabajador y productor, al que pertenece la gran mayoría de los ciudadanos que habitamos el país, sobre todo el interior, que no se tiene en cuenta desde la ciudad de Buenos Aires.
Tenemos personas dedicadas al estudio científico de la economía que nos pueden determinar un valor real de las monedas del mundo, incluido el dólar, ¿por qué no les preguntamos cuál es su valor real? De esta manera erradicaríamos a los prodigios que nos gobiernan y que nos venden.
En conclusión: hoy el dólar es el motor de la inflación, y ésta es una realidad que deberíamos cambiar.