María Susana Ibáñez
María Susana Ibáñez
Si como dice Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso “la declaración no versa sobre la confesión de amor, sino sobre la forma, infinitamente comentada, de la relación amorosa”, podríamos leer La feroz belleza del mundo (Casagrande, 2018), el libro más reciente de Javier Núñez (Rosario, 1976), como una feroz declaración de amor. En un gran despliegue de oficio, estos doce cuentos exploran una variedad de técnicas narrativas y se inscriben en una amplitud de géneros y de temáticas, todas ellas emparentadas con la fragilidad de los vínculos.
Por la presencia de dos hombres hoscos, la conversación en la que se calla más de lo que se dice y la mujer que evita nombrarse, el primer cuento, “Cuando todo se rompe”, podría incluirse en una clase de escritura creativa para explicar la influencia sostenida de Hemingway en la narrativa. Elimine todo lo que los personajes ya saben, era el consejo de Hemingway, y Núñez lo hace, logrando un cuento excepcional en el que el amor compartido supera al egoísmo. El siguiente cuento, “Una enorme tontería”, explora el revés de esa idea, también callando lo obvio: aquí el interés material supera la fuerza del afecto y destruye la relación que se estaba reconstruyendo. “Trescientos metros de eslora” describe la angustiante situación que se vive a bordo de un crucero donde una pareja que intenta reflotar una relación se ve atrapada en una cercanía incómoda que la mujer estira hasta su máxima distancia. La soledad que sigue al final de una relación permite diálogos como el que se da en el último cuento de la colección “Como dos animales heridos”, relato intimista que desovilla la conversación de dos amantes que saben que solo se verán una vez. La charla de dormitorio aparece, en tono esperanzado y no ya melancólico, en “Trinidad”, cuento que, a diferencia de los demás de la colección, prioriza el desarrollo de las ideas por sobre el argumento.
Con ritmo de policial y una trama que entreteje sexo forzado, servidumbre y coraje, “Un cuento de nadas” es el más feroz de la colección. Se trata de una reescritura de Hansel y Gretel que muestra una niñez primero vulnerable y luego fuerte y cruel, niñez que tiene que aprender a defenderse de los adultos con las armas que tiene a su alcance. El libro incluye tres cuentos que se alejan del realismo, “Cacería”, “Abracadabra” y “Perplejidad del sueño”. En los dos primeros se recuerdan, desde la adultez, acontecimientos del pasado, en ambos casos dos desapariciones: la de un niño en “Cacería”, relato de terror que incorpora el motivo de la casa embrujada, y en “Abracadabra”, la de un tío que se decía mago y a quien creían loco, cuento que reflexiona sobre las asperezas que hieren las relaciones familiares. En “Perplejidad del sueño”, uno de los personajes sueña los sueños de las personas con las que convive. El narrador, que carece de esa habilidad, recurre a él para rememorar su propio pasado, que el otro conoce a través de sus sueños. Se recurre a la metaficcionalidad y la alusión para hablar de los lazos que unen a las personas a la distancia, metaforizados en el relato por la circunstancia de creación, escritura y plagio de los sueños ajenos. No ya lo fantástico, pero sí la locura, vuelve a aparecer en “Dandi”, que a través del humor relata la aventura de un hombre que de buenas a primeras se cree rico y comienza a comportarse como si lo fuera, generando deudas y malentendidos.
Con destacable sensibilidad, “La feroz belleza del mundo” regresa a un hombre y una mujer en crisis que se sienten más cercanos por los sentimientos que despierta en ellos la belleza del lugar que visitan, belleza que les permite suspender la ferocidad y sostener lo volátil del vínculo un tiempo más. Escrito en segunda persona, “Quemar un puente” narra una ruptura en clave de instrucciones, explicando cómo ha de transitarse el temido territorio del distanciamiento hasta encontrar la salida. Los cuentos de (des)amor del libro parecen confirmar que la buena literatura no frencuenta finales felices y que la situación a narrar es la del naufragio, en palabras de Barthes “La sensación de una acumulación de sufrimientos amorosos” que “explota en este grito: ‘Esto no puede continuar’.”
Sostiene Martha Nussbaum que la literatura puede cumplir un rol filosófico al hablar de amor, porque los escritores, en especial aquellos que componen textos extensos, capturan situaciones que se le escapan al pensamiento argumentativo. En lo relativo al conocimiento del amor, la literatura es más filosófica que la misma filosofía, afirma, porque muestra a los personajes tomando decisiones que no se rigen por normas sino por la manera en que perciben las circunstancias. La filosofía no comunica experiencia, pero la buena narrativa alienta a los lectores al compartir las vidas de personajes que se debaten entre los principios abstractos y la percepción. Y la de Núñez es una narrativa que sabe partir de una frase fuerte, describir lo justo y necesario, crear personajes que se parecen a nosotros y narrar hechos y acciones que conforman tramas de suspenso sostenido. Sus cuentos logran crear una ilusión de real evitando con éxito dos peligros: el minimalismo extremo que se asoma a la inexpresividad y el exceso de descripción que detiene la historia.
En una entrevista reciente concedida a La Capital, Núñez hablaba de las dificultades que enfrentan quienes escriben lejos de Buenos Aires. Explicaba que los libros de los autores locales circulan en presentaciones de libros, en ferias locales y en algunas librerías, también locales. Las librerías de cadena y los grandes espacios de circulación porteños no son hospitalarios con la literatura producida en las provincias. Lo mismo podría decirse de la literatura de diferentes localidades, Santa Fe entre ellas, que no llega a los lectores con la misma recomendación que la publicada en Buenos Aires. Los lectores locales demoran en acercarse a lo escrito en su propio territorio, tal vez por prejuicio, tal vez porque no conocen qué se escribe ni quién escribe. Sirva esta reseña para alentar la lectura de escritores de la región, como la Javier Núñez, cuya imaginación y talento narrativo abren las puertas de los géneros, de la intimidad de sus personajes y de su infinita sensibilidad para que nos reconozcamos en el goce y la frustración de mundos ferozmente cercanos.
Los lectores locales demoran en acercarse a lo escrito en su propio territorio, tal vez por prejuicio, tal vez porque no conocen qué se escribe ni quién escribe. Sirva esta reseña para alentar la lectura de escritores de la región.
La de Núñez es una narrativa que sabe partir de una frase fuerte, describir lo justo y necesario, crear personajes que se parecen a nosotros y narrar hechos y acciones que conforman tramas de suspenso sostenido.