Por el prof. Martín Duarte
Por el prof. Martín Duarte
¿Qué es una crisis? Primero, una “definición” poética de crisis cíclica latinoamericana generada por la pluma de Benedetti: “Viene la crisis/ ojo/ guardabajo/ un pan te costará como tres panes/ tres panes costarán como tres hijos/ y qué barbaridad/ todos iremos/ a las nubes/ en busca de un profeta/ que nos hable de paz/ como quien lava./ Viene la crisis/ ojo/ quizá te esté subiendo/ por la manga/ quizá la tengas/ ahora/ enroscada sin más en el pescuezo/ o esté votando con tu credencial/ o comprando tu fe con tu dinero./ Oh cuánto cuánto/ costará el escrúpulo/ y la vergüenza buena/ la importada...”.
En su libro “El arte de la lectura en tiempos de crisis”, Michele Petit sostiene que -en la actualidad- el mundo entero es un espacio en crisis. Según ella, una crisis surge cuando, debido a cambios de carácter brusco -aunque hayan sido preparados con mucha anticipación- o debido a una violencia continua y generalizada, los esquemas de regulación, tanto sociales como psíquicos, hasta entonces vigentes se vuelven inoperantes. La aceleración de las transformaciones, el aumento de la desigualdad, de las disparidades y el incremento de las migraciones, han alterado o hecho desaparecer los marcos en que se desarrollaba la vida, haciendo vulnerables a hombres, mujeres y niños, obviamente de manera muy variable según los recursos materiales, culturales y afectivos con que cuentan y el lugar en el que viven. Las crisis implican angustia y ruptura; desembocan en un tiempo inmediato, sin proyecto, sin futuro, en un espacio sin línea de fuga; reviven antiguas heridas; reactivan el miedo al abandono; afectan el sentimiento de continuidad propia y la autoestima; a veces provocan una pérdida total de sentido. Pero igualmente pueden estimular la creatividad y la inventiva, contribuyendo a que se elaboren otros equilibrios. Es decir, el desastre o la crisis son también, y por encima de todo, oportunidades.
Petit es antropóloga de la lectura. Desde hace años investiga la lectura en diversos medios (tanto rurales como urbanos) de Francia, América Latina y otros países; registra la experiencia íntima y única de los lectores a través de entrevistas y centra su atención en el papel de la lectura -entendida como un arte que se construye socialmente- en la construcción del ser, particularmente en escenarios que se encuentran en crisis (guerras, “cracks” económicos, duelos, separaciones, enfermedades, desempleo, etc).
Para esta antropóloga francesa, en diversos momentos de nuestra vida, cada uno de nosotros es un espacio en crisis; los seres humanos tienen una predisposición originaria, antropológica, a la crisis: al nacer prematuros, estamos marcados por la fragilidad cuyas huellas persisten durante toda la vida. En tales momentos cruciales, los libros leídos (aunque no sean muchos o sean visitados ocasionalmente o fragmentariamente) pueden ayudar a soportar el dolor o el miedo a distancia, a transformar las penas en ideas y a recuperar la alegría (aunque sea momentáneamente). No se trata de una evasión a través de los textos: se trata de encontrar palabras que nos permitan simbolizar nuestras experiencias, darle un sentido a lo que vivimos, construirnos. No es un lujo poder pensar la propia vida con ayuda de obras de ficción o de testimonios que atañen a lo más profundo de la experiencia humana. Para Petit, este es un derecho elemental, una cuestión de dignidad; si bien el papel de la lectura en la construcción de uno mismo es particularmente sensible en la adolescencia y en la juventud, puede ser igualmente importante en todos los momentos de la vida en los que uno tenga que reconstruirse: las crisis son pruebas que constituyen la materia de nuestro destino, cosas que afectan negativamente la representación que tenemos de nosotros mismos, el sentido de nuestra existencia.
No se trata de combatir las crisis con libros a secas. No es una ilusa utopía. No se trata de ofrecer -solamente- un libro donde falta un plato de comida o de “emplear” el tiempo libre del desempleado en poesías, cuentos o novelas. Se trata de mirar la crisis con otros ojos, con la colaboración del arte, con la ayuda - ¡mejor aún!- de mediadores culturales. En tal dirección, la psicoanalista tunecina Fethi Benslama sostiene: “Con la literatura, pasamos de una humanidad hecha por el texto a una humanidad que hace el texto”.
En otras palabras, sostiene Petit en su libro “Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura”: lo que determina la vida del ser humano es en gran medida el peso de las palabras, o el peso de su ausencia. Cuanto más capaz es uno de nombrar lo que vive, más apto será para vivirlo y para transformarlo. Mientras que en el caso contrario, la dificultad de simbolizar puede ir acompañada de una agresividad incontrolable. Cuando carece uno de palabras para pensarse a sí mismo, para expresar su angustia, su coraje, sus esperanzas, no queda más que el cuerpo para hablar: ya sea el cuerpo que grita con todos sus síntomas, ya sea el enfrentamiento violento de un cuerpo con otro, la traducción en actos violentos.
Se trata de leer la palabra y -a su vez- el mundo. Se trata de buscar un sustento, un apoyo, de pensar una salida alternativa, de reinventarnos. Hay así frases o metáforas recogidas en obras nobles o humildes, o en las letras de las canciones, o entre los planos de una película que pueden transformar el punto de vista que tenemos de nosotros mismos y de nuestra circunstancia. La experiencia con el arte (no sólo la literatura) no es una frívola superficialidad: por caminos complejos, algunas obras artísticas permiten sentir lo que no había podido experimentarse debido a un encierro brutal de la experiencia traumática en una especie de armario que se mantiene separado del resto de la personalidad. El arte (ya sea que adopte una forma pictórica, musical o literaria) nos permite hacerle frente al caos, suscita en nosotros cadenas asociativas, nos permite restablecer lazos -que se habían desvanecido o incluso perdido- entre una experiencia corporal y ciertas representaciones de cosas o palabras.
Si esta columna de opinión que habló de crisis y recuperó el trabajo de Petit empezó con una poesía de un uruguayo... ¿por qué no terminar con la de un argentino? ¿Por qué leer y escribir en tiempos de crisis? Juan Gelman podría respondernos así en “Confianza”: se sienta a la mesa y escribe/ “con este poema no tomarás el poder” dice/ “con estos versos no harás la Revolución” dice/ “ni con miles de versos harás la Revolución” dice/ y más: esos versos no han de servirle para/ que peones maestros hacheros vivan mejor/ coman mejor o él mismo coma viva mejor/ ni para enamorar a una le servirán// no ganará plata con ellos/ no entrará al cine gratis con ellos/ no le darán ropa por ellos/ no conseguirá tabaco o vino por ellos// ni papagayos ni bufandas ni barcos/ ni toros ni paraguas conseguirá por ellos/ si por ellos fuera la lluvia lo mojará/ no alcanzará perdón o gracia por ellos// “con este poema no tomarás el poder” dice/ “con estos versos no harás la Revolución” dice/ “ni con miles de versos harás la Revolución” dice/ se sienta a la mesa y escribe.