Lic. Martha Raviolo Mascaró
Lic. Martha Raviolo Mascaró
Tantas veces lo mataron, tantas veces se murió.
Tantas veces lo borraron y sin embargo...
...siguió aquí hasta el fin, en su mítica y solitaria trinchera de Santos Lugares, denunciando el drama que aflige al hombre frente a una civilización que se derrumba.
En estos días (un 23 ó 24 de junio, nunca lo supo con exactitud) Ernesto Sábato cumpliría 108 años. Lleva bajo la tierra 7 años más que “La Cigarra” de María Elena Walsh, hecha Himno en la voz de Mercedes Sosa.
¿Alguien lo rescatará? ¿Lo devolverá a la vida como “sobreviviente que vuelve de la guerra”?, parafraseado el canto de la Negra Inmortal...
Muchas veces lo mataron. Sí, sus detractores, los que no pudieron -o no quisieron- comprender sus búsquedas y sus vaivenes (sus “ismos”), que no fueron aventuras en las puras ideas sino manifiestos vitales, entrañablemente unidos a la esperanza y la angustia, a las persecuciones y el miedo, lo que según el propio Sábato es apenas la superficie de su existencia “lo más extremadamente anecdótico y lo más claramente racionalizable”.
Y murió otras tantas, cuando exageradas contracciones de dolor lo conmocionaron tras la muerte de su hijo Jorge Federico, y después Matilde (musa, compañera y esposa).
A “su propio entierro fue” en medio de sus crisis ideológicas y espirituales, cuando oscilaba entre las prístinas ecuaciones matemáticas y las desorbitadas manifestaciones surrealistas, o al aceptar sumergirse en el séptimo círculo del infierno de nuestra historia presidiendo la Conadep.
Hasta que lo borraron del Prólogo del “Nunca Más”, del Nobel y finalmente de las librerías.
Antes y ahora, lo siguen borrando, ha muerto literal y metafóricamente.
He leído no hace mucho, un artículo en el que se afirma que las reediciones son la segunda vida de los libros. Pues bien, ¡hagámoslo! Revivamos valiosa literatura que se está perdiendo y resucitemos con ella al autor. O corremos el riesgo de quedar sólo en sintonía con “parte del campo literario actual” (léase, por ej. Jorge Consiglio) que opina que los libros de la vejez de Sábato “parecen escritos por otra persona y lo destruyen como autor. (...) Supongo que empujado a publicar (...) por un tema económico”. ¡Qué ironía!
Mientras su obra completa siga desaparecida, mientras no haya nuevas reediciones, mientras sólo subsistan saldos y retazos de su producción, seguirán apareciendo opiniones como la anterior y habrá generaciones enteras de jóvenes que ignorarán su legado, desconocerán el verdadero testamento de este intelectual impar y, en síntesis, se estará atentando contra el patrimonio cultural de la nación, perpetrando un magnicidio en el ámbito de la literatura universal.
¿Quién es responsable de que esto esté sucediendo? Alguien tiene que levantar el guante, hacerse cargo y responder.
Mario Sábato ha dicho que su padre aún “está vivo”, es cierto, lo comparto. Pero “vivo” sólo para los que tuvimos el privilegio de acceder mediante la lectura de su obra al pensamiento de este incansable e insobornable buceador de la condición humana; para los que reconocemos su saludable influencia; para los que fuimos distinguidos -lo digo con pudor- con su amistad; para muchos que vivimos los tiempos aciagos que sacudieron el país y nuestra propia vida y él nos permitió acercarnos para sostenernos en su grandeza.
Algo de esto intuyó el Maestro Sábato hacia el final de Sobre Héroes y Tumbas, en la Gesta de Lavalle. Cuando hubo que descarnar el cadáver putrefacto del jefe de la legendaria legión, la voz narrativa pregunta: “Pero ¿quién querrá hacerlo? Y sobre todo, ¿quién podrá hacerlo?”. Esas misma preguntas yo me hago ahora.
Y porque se lo debo, me animo a decirlo y me hago cargo. Estoy dispuesta a exhumar el cadáver para intentar rescatar la cabeza y el corazón del Maestro y mantenerlos en alto, pensando y latiendo como si tuviesen vida, como lo hiciera en el Romance el “callado sargento Sosa, el picado de viruelas Sosa”.
Sea esta una invitación a los que se animen a emprender la Santa Cruzada que saque del sepulcro y ostracismo la obra, édita e inédita (que aún es mucha) de este otro gran Caballero de la Triste Figura y los grandes Ideales.