El sábado 27 de julio, El Plan de la Mariposa vuelve a Santa Fe para presentarse en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572), desde las 21. La banda de “rock libre” forjada por los necochenses hermanos Andersen atraviesa un gran momento, que se resumen en shows con localidades agotadas y el lanzamiento del single “Niño abuelo”, junto a Lisandro Aristimuño.
Las anticipadas están a la venta a través de sistema Ticketway y sus puntos de venta físicos: Credifé (Santa Fe, Rafaela y Esperanza), Nexon Santa Fe (sucursales Aristóbulo del Valle y Peatonal San Martín), Nexon Paraná (Centro) y Nexon Santo Tomé. También se pueden comprar en boletería de Tribus, de miércoles a domingo desde las 18.
Para entrar al particular universo del grupo, El Litoral dialogó con el cantante Sebastián Andersen, uno de los referentes de la alineación que incluye a sus hermanos Camila (voz), Valentín (guitarras y voz), Máximo (teclados) y Santiago (violín); y Andrés Nör (bajo) y Julián Ropero (batería).
—El Plan de la Mariposa es un fenómeno en crecimiento en diferentes ciudades, aun en este este contexto que no es tan favorable. ¿Cómo lo viven ustedes?
—Principalmente con mucho agradecimiento, porque ese contexto lo vemos, lo sentimos, lo atravesamos. En toda esta cosa tan desigual y compleja que atraviesa el país igualmente hay muchas personas que vienen a la fecha, nos protegen con su presencia y permiten que podamos seguir en este camino de hacer música. Así que agradecidos de que se dé, es casi una bendición.
—Una recepción que quizás no esperaban en los comienzos de la banda.
—Somos todos de Necochea, menos el baterista. Cuando empezamos a tocar, en las primeras fechas vinieron nuestros amigos y amigas, algún que otro grupito. Más allá de la cantidad puntual de gente, que al principio era poca, siempre hubo buena onda con los que nos venían a ver. Ha sido todo un proceso de a poquito donde se fueron acercando más personas, eso lo vamos disfrutando paso a paso: siempre fue un crecimiento paulatino, despacito, y de esa forma ha sido muy placentero.
—Se autodefinen como un proyecto de “rock libre”. ¿En qué aspectos sentís que ejercen esa libertad?
—Primero en la toma de decisiones de hacia dónde ir artísticamente y en todos los otros aspectos. Somos una banda independiente que básicamente hacemos lo que nos parece que tenemos ganas de hacer. Eso no quita que tengamos aliados y que nos juntemos con otras personas para construir ya sea algo artístico o una gira. Pero la libertad es algo que disfrutamos muchos, que nos parece súper importante mantener, que lleva mucho trabajo; y en ese hacer encontramos una forma de canalizar energía y encontrar una paz. Haciendo las cosas se puede disfrutar mucho, y los resultados se saborean con la alegría de haberlos construido.
—Claro, algo así (risas).
—A fines del año pasado grabaron una nueva versión de “Niño abuelo” junto a Lisandro Aristimuño, con toques electrónicos y étnicos. ¿Cómo surgió esa colaboración y esa relectura?
—Era como más “fogonero” o acústico, más minimalista. La verdad es que ese tema (la versión original) fue el último que entró en el disco, de hecho lo grabamos después que todos los otros. Nos habíamos quedado con las ganas de hacer una versión con muchas capas, con más profundidad, con unos aires más étnicos.
Pasó el tiempo, dijimos “hagámosla”; Maqui (Máximo) le metió mucho a la preproducción del tema. Cuando teníamos armada la atmósfera, nos empezamos a imaginar la posibilidad de que cantara Lisandro: un artista que admiramos mucho, nos parece muy creativo, muy interesante, y tiene una voz muy especial.
Lo invitamos, se copó y le gustó la onda. Compartimos un día muy bueno: grabó y se le ocurrió un coro final que no estaba y se le ocurrió a él ahí, lo agregó también. Está bueno cuando se comparte con algún artista y deja una huella en la canción, es nutritivo.
—No sólo puso la voz sino que pensó la canción como el compositor que es.
—Claro, tiene una cabeza, creo que es un gran compositor de estos tiempos.
—Giraron un par de veces por Europa. ¿Qué pensás que ven en ustedesen países como Francia, Alemania o República Checa? Parecen una banda sueca que suenan como latinos y cantan en castellano.
—Fuimos en 2017 y 2018; este año no creo que vayamos, porque estamos a pleno con el disco nuevo, metiendo la energía ahí. Estuvo bueno, fue una experiencia muy interesante: tocamos en un circuito de lugares tomados como centros culturales. Hay muchas movidas así en Alemania, República Checa, Holanda, Dinamarca: muchos centros culturales como un hospital abandonado que después tomaron los estudiantes, pero hace 40 años; entonces ahora ya están de forma legal, y generan espacio en donde por un lado van estudiantes del interior que no pueden alquilarse una casa y les dan una pieza; y abajo hay un bar con un escenario y puede tocar una banda. En contextos así tocamos y estuvo muy especial, porque conocimos formas de organizarse que son distintas a las que estamos más acostumbrados a ver.
Por otro lado tocamos en varios festivales, y fue muy nutritivo; hay bandas de todo el mundo girando en Europa, por razones obvias: hay guita y hay festivales buenos (risas); de repente estábamos tocando con unos pibes que eran de la Franja de Gaza y hacían una música re zarpada; después estábamos con unos de República Checa y hacían rock. Eso nos hace pensar en nuevas cosas, y nos inspira para pensar otras. Estuvimos en muchos festivales que nos gustaron mucho, volvimos y en febrero de este año hicimos un festival propio en Necochea que se llamó Isoca, inspirado en la lógica de los que vimos allá: sin presencia de marcas, totalmente independiente. Sentimos que tal vez es una energía más limpia, en vez de ser una especie de shopping con bandas.
—Una pregunta que te habrán hecho mil veces: ¿Cómo es la experiencia de trabajar adentro de una banda donde la mayoría son hermanos y se conocen desde siempre?
—A mí me gusta. No conozco otra forma porque no tuve otras bandas. Pero me parece algo hermoso, porque antes de formar la banda ya salíamos juntos, los amigos de ellos y los míos se conocían, éramos todos amigos. Somos de una casa muy familiera, de parte de mi vieja y de mi viejo también, con mucha relación con los tíos y los primos: cuando festejamos Año Nuevo somos una bocha, con fuego, tocando la guitarra, comemos un buen asado. Es como algo que se dio de forma bastante natural, y me encanta compartir la vida con mis hermanos: el amor incondicional y la confianza absoluta son importantes cuando compartís un proyecto tan visceral como es una banda, como es estar en el arte y la creatividad.
Después hay que laburar para mantener el equilibrio, para que todas las partes sientan que están en plenitud dando lo mejor que tienen para dar: eso es complejo más allá de ser hermanos o no; a todos los grupos humanos les cuesta encontrar ese espacio. Siento que al ser hermanos nos es más fácil: hay cosas que no necesitamos hablar, ya sabemos lo que el otro piensa. Y también está bueno que haya una estética o una mirada en la que si bien podemos tener diferencia de gustos hay algo en el fondo en lo que estamos de acuerdo.
—Casi todos son necochenses pero para dar el salto tuvieron que radicarse en Capital. ¿Sigue costando crecer desde el interior?
—No sé, depende la forma de crecer. Quizás hoy hay un pibe o una piba que hace trap en un pueblito; hace un video y lo sube a YouTube, y tiene viralización y se vuelve conocido en todo el país. Esa posibilidad antes no existía tanto, y está bueno que exista. De todas maneras, más allá de Internet (que está buenísima) para las relaciones humanas y conocer gente, aprender de todo este viaje que es una banda, Buenos Aires es bastante piola porque hay mucha gente que trabaja de esto, que conoce, muchos músicos; entonces es un lugar interesante en ese aspecto. Después está el vivir en la ciudad, que es complejo; por suerte si bien vivimos en Buenos Aires nos vamos bastante, entonces con eso la vamos llevando bien.
—Justamente en esta “era posdiscográfica” ese “caminito” que antes estaba marcado ahora no es tan claro: cómo crecer y para dónde. ¿Cómo lo van encontrando ustedes?
—Desde todos los lados, aprendiendo desde qué lugares y por dónde encararle. No viví hace 50 años, pero imagino que por ahí si hacías buenas canciones y tocabas con eso tal vez alcanzaba: venía alguien, te ayudaba y ya está. Hoy las bandas tienen que aprender a diseñar, a sacar buenas fotos, a generarse sus giras. Abarca más campos que antes, sobre todo cuando estás arrancando: es importante que tus redes estén más o menos buenas, que haya una comunicación con el público sea copada, sea sincera y nutritiva para las partes.
Porque no sólo está copado poder llegar a las personas a la que le gusta la música que hacés a través de Internet; también están buenísimas las respuestas que mandan, a veces muy movilizadoras. Por ejemplo: “Tengo un hermano enfermo, Estuvimos escuchando El Plan y nos ayudó a salir de ese momento en el que estábamos”. Eso para nosotros es súper importante, porque resignifica la canción, lo que estamos haciendo, y le da un carácter más profundo; y nos da energía para hacer nuevas cosas.
—Están trabajando en un nuevo disco. ¿Qué nos podés contar?
—Estamos a pleno, haciendo muchas canciones, grabando nosotros por el momento, escuchando, armando y desarmando. Con ganas de grabar los temas definitivos en dos o tres meses, para ver si llegamos a sacarlo antes de fin de año o a principios del que viene.