Por el Prof. Martín Duarte
Por el Prof. Martín Duarte
“Yo soy tu amigo fiel”
Además de marcar un antes y un después en el mundo del entretenimiento, “Toy Story” resalta por el tratamiento que le da al tema de la amistad. En su cortina musical compuesta por Randy Newman, escuchamos: “¿Tienes problemas? ¡Yo, también! ¡No hay nada que no pueda hacer por ti! ¡Y estando juntos, todo marcha bien! ¡Pues yo soy tu amigo fiel!”. Woody y Buzz viven una amistad que no está exenta de tropiezos: la relación empieza mal porque el vaquero se pone celoso del astronauta en la primera entrega de la saga; con el paso del tiempo, con el paso de las adversidades, ambos liman asperezas y se convierten en una dupla imbatible. ¿Acaso Woody -arrepentido y avergonzado por su comportamiento- no le salva la vida a Buzz cuando éste cae en manos del niño destructor de juguetes? ¿Acaso Buzz no viaja hasta la oficina del coleccionista de antigüedades para traer al vaquero de vuelta a casa de Andy? De hecho, la número 4 (¡Tranquilos! ¡No la voy a spoilear!), comienza con un gesto de arrojo de toda la banda de amigos que le “salva la vida” a Control -el auto a control remoto verde- en el medio de una tormenta.
Para mí, la escena que se lleva todos los laureles y es un canto a la amistad pertenece a la número 3: los juguetes de Andy fueron llevados a un basurero (un vertedero); una cinta los deposita en el incinerador (han sido traicionados una vez más por el malvado oso rosado, Lotso); después de haber luchado contra viento y marea, después de haber superado innumerables obstáculos, frente a las llamas del horno, cuando ya no hay escapatoria, la banda de amigos se aferra de las manos para aguardar el desenlace inminente: “si viene el final, no estoy solo, me encuentro rodeado de seres queridos, me salva la amistad...”. Y eso se da literalmente, con un recurso al estilo “deus ex machina”, con una garra gigante, los marcianitos verdes rescatan al sheriff y su grupo. En otras palabras y como cantan los “Cadillacs”: “Está lloviendo pero yo no me voy a mojar... mis amigos me cubren cuando voy a llorar”.
Apuntes sobre la amistad del Ángel Gris
La escena de “Toy Story” se vincula -según mi criterio- con lo que escribe Dolina en “Apuntes del fútbol en Flores”: cuando se trata de elegir a los compañeros de equipo en un picado (una elección al estilo “Pan y queso”)... ¿cuál es el mejor criterio para seguir?; responde con el ejemplo de Manuel Mandeb: “Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”.
Amigos a las patadas
Para Sacheri el fútbol es una puerta de entrada a los grandes temas humanos. Uno de esos temas es la amistad. Por ejemplo, en su novela “Papeles en el viento”, cuando El Mono muere, sus tres amigos de toda la vida (Fernando, Mauricio y El Ruso) intentan sobreponerse a la pérdida y desean garantizar el futuro económico de la pequeña hija de su amigo difunto. El Mono había usado una cuantiosa suma de dinero de su retiro voluntario para invertirla en una joven promesa del fútbol que no pasó de ahí. Los amigos hacen lo imposible por convertir a un “pata dura” en un “crack”, por salvar la guita y el honor de El Mono; el proyecto se bate a duelo con millones de obstáculos y así se pone a prueba la amistad más allá de la muerte.
En “La promesa”, también la amistad vence a la muerte (o eso pretende). Ernesto, El Gordo y Beto tienen que cumplir la promesa que le hicieron a su amigo del alma antes de morir. El objetivo es complicado y arriesgado. El cuento no dice explícitamente de qué se trata esa promesa hasta el final donde se deja entrever el deseo del difunto por quedarse para siempre en el corazón del verde césped de la cancha del club de sus amores. ¡Hay que leerlo!
Sin embargo, “Esperándolo a Tito” es el que mejor retrata -según mi ojo- la hermandad entre fútbol y amistad. Dos equipos de barrio son rivales desde la infancia. Cada año -desde hace una década aproximadamente- se enfrentan en un partido que toman como una suerte de final del mundo. En la actualidad, Tito es jugador profesional en Europa pero ha prometido “salvar” el honor de sus compinches que vienen siendo vapuleados por sus adversarios; ha prometido “escaparse” -en plena temporada- de su club para jugar una vez más ese trascendental picado vecinal; le ha pedido a su vieja que se haga la enferma para poder venirse a la Argentina. ¿Qué pasa? ¡Parece inverosímil! ¡Ni propios ni extraños creen semejante locura! ¿Funcionará el plan? El día del enfrentamiento, Tito no aparece, lo están esperando... ¿Llegará? ¿Es más importante la amistad que la camiseta de un club europeo? ¿Se olvidará Tito de todo lo que sus amigos hicieron por él para que triunfe? Tal vez el final de este texto se vincule con una respuesta que El Negro Fontanarrosa -otro gran escritor y amigo legendario de “El Cairo”- formuló cuando le preguntaron qué deseaba para su hijo: “Deseo que los amigos se pongan felices cuando lo vean venir...”.
Una amistad mística (amística) o el lado “B” de la amistad
En “Crónicas del Ángel Gris”, también hay espacio para la ironía y el humor cuando Dolina habla de la “decadencia de la amistad”: “Muchos pensadores han creído notar que, en estos tiempos, la amistad es más un tema de conversación que una actividad concreta. Por cierto, es relativamente fácil encontrar personas dispuestas a componer canciones sobre los amigos. En cambio es bastante difícil conseguir que esas mismas personas le presten a uno dinero”.
El propio Cristo probó la miel y la hiel de la amistad; la señaló -en Juan XV: 12-13- como uno de los grandes mandamientos de la humanidad: “Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Quizá Jesús -coherente con sus dichos- cumplió con su propio mandamiento. Lo cierto es que murió clavado en una cruz como un delincuente, rodeado de extraños ¿Y sus amigos? Antes, Judas lo entregó con un beso clavado como puñal por la espalda. Y Pedro lo negó tres veces.
El Negro Fontanarrosa -otro gran escritor y amigo legendario de “El Cairo”- cuando le preguntaron qué deseaba para su hijo, respondió: “Deseo que los amigos se pongan felices cuando lo vean venir...”.