(Enviado Especial a Buenos Aires)
El último triunfo afuera del Brigadier López, en la Superliga, se dio hace 445 días. Pero esto se agrava si se agrega que el último triunfo fue, como local, el 28 de enero en el debut de Comesaña. En todo este lapso, pasaron cuatro entrenadores que no le encontraron la vuelta.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
Los números son verdaderamente alarmantes, preocupantes y están puestos sobre la mesa en clara evidencia. Colón lleva 14 partidos de Superliga jugados sin ganar de visitante. Sólo empató cuatro y perdió los diez restantes. Durante todo ese proceso, pasaron cuatro entrenadores: Eduardo Domínguez, Esteban Fuertes, Julio Avelino Comesaña y Pablo Lavallén. El último triunfo fue el 14 de mayo del año pasado, cuando dio vuelta el partido ante Racing, que perdía 1 a 0, para ganarlo por 3 a 1 en una noche inolvidable que sirvió de clasificación para la Copa Sudamericana de este año. Pasaron 1 año, 2 meses y 16 días, es decir un total de 445 días sin conocer la victoria afuera del Centenario.
Hilando más fino, Colón lleva once partidos sin ganar. El último triunfo se dio a fines de enero de este año, cuando derrotó a Argentinos Juniors en el debut de Comesaña. Esto provocó un deterioro preocupante en el promedio, recibiendo la mejor noticia cuando en reunión de Superliga, casi entre “gallos y medianoche” y a días del comienzo del torneo, se resolvió modificar lo establecido en una asamblea general de Afa y bajar a tres la cantidad de descensos (eran cuatro para esta temporada).
Siguiendo con este detalle estadístico —que muchas veces sirve para sacar conclusiones—, sumamos otro dato: en los 14 partidos que lleva sin ganar de visitante, apenas cosechó el 9,5 por ciento de los puntos. En ese lapso, recibió 27 goles y sólo marcó 8. Apenas en dos, de los 14 partidos, pudo mantener la valla invicta: fue ante Patronato y San Martín de Tucumán, con lo cuál pudo traerse a Santa Fe dos 0 a 0 que al menos sirvieron para sumar.
Se hizo de todo en este año y dos meses. Desde decisiones futboleras que en muchos casos resultaron desacertadas (por ejemplo, la elección de los entrenadores) hasta otras que intentaron “atacar” cuestiones que se observaban claramente y con preocupación. Por ejemplo, el factor mental cuando al equipo le costaba mucho remontar situaciones de adversidad.
En la cancha de Huracán sobrevolaba este viernes, en la fria noche porteña, aquello que ocurrió hace poco menos de un año con Domínguez, cuando trató de “cagones” a los jugadores delante de las cámaras de TV, en un partido que, increíblemente, a Colón se lo dieron vuelta.
Domínguez ha sido parte de todo este problema. Los dirigentes resolvieron que continúe al frente del equipo por un solo resultado (aquella victoria en el cilindro ante Racing) y armó un plantel que no encontró vuelo y que produjo una flojísima campaña, quedando entre los últimos cuatro puestos de la última Superliga, con un deterioro evidente del promedio.
A ese plantel no logró encontrarle la vuelta el “Bichi” Fuertes (obviamente y por lejos, el de menor responsabilidad), luego llegó Comesaña en una desacertada decisión dirigencial: trajo un montón de jugadores, dirigió cinco partidos y resolvió irse porque vio que existía incompatibilidad entre sus pensamientos y los de los dirigentes, y se quiso cambiar el perfil (de un hombre experimentado de más de 70 años a un DT de la joven guardia) con la llegada de Lavallén.
Ese promedio que viene de arrastre y al que también contribuyó Lavallén porque dirigió varios partidos de la anterior Superliga, es la peor herencia que recibe este nuevo proceso. Y es lo que activa situaciones que, en otro contexto, no se darían. Por ejemplo, el marcado enojo de los simpatizantes sabaleros más allá del “veranito” que se vive con la histórica clasificación a cuartos de final de la Sudamericana y teniendo enfrente a un rival venezolano (con todo el respeto que merece el fútbol creciente de ese país, que no está en el mismo nivel de historia y jerarquía que el de otros paises de este continente).
Si los números sirven como medida o punto de partida para sacar conclusiones, esto de Colón en carácter de visitante y el medio año largo ya que lleva sin ganar un solo partido en la Superliga, es un fiel reflejo de cómo se ha caido la institución, más allá de que se hicieron esfuerzos económicos —algunos en vano y otros inútiles— con la llegada de jugadores internacionales, con cierto prestigio y trayectoria.
Varios de esos jugadores llegaron como consecuencia de una buena venta como la de Germán Conti a Portugal. Pero la pregunta que todos se hacen es: ¿se reinvirtió en la búsqueda de un defensor que impida la caida estrepitosa de seguridad, firmeza y jerarquía que ha tenido la defensa de Colón?. Porque no sólo fue la salida de Conti —fundamental por el lugar que se la mire— sino también que su compañero de zaga —Guillermo Ortiz— perdió consideración, peso y titularidad para los técnicos que llegaron. De capitán y referente, pasó a ser un jugador con casi todos los boletos comprados para irse y no para quedarse. Y ni hablar de aquéllos que se buscaron para sustituir la salida del Flaco surgido de las inferiores sabaleras. Llegaron jugadores que pueden ser buenos acompañantes, pero que nunca se cargarán con la responsabilidad de sostener un andamiaje defensivo, como supo hacerlo —y muy bien— el longilíneo central que ahora juega en Portugal.