Para Madelón, la grieta entre grandes y chicos se hará evidente en esta Superliga. Es probable. El fútbol argentino se encamina a eso, a que los grandes sean cada vez más grandes y que los chicos se conformen con luchas menores. Quizás alguna vez, quizás, si se decide en uno de estos contínuos cambios que sufren los campeonatos, el retorno a los torneos cortos, pueda existir alguna chance de pelear. Siempre pueden haber excepciones que confirmen la regla, como ocurrió en el torneo anterior con Defensa y Justicia, un equipo sólido, bien conducido técnicamente por Sebastián Beccacece y con un estilo de juego que le dio muy buenos resultados.
Hace cinco años y medio que llegó Madelón a Unión. O mejor dicho, que volvió. Sólo tuvo un lapso de ocho meses en los que se ausentó para ir a dirigir a Belgrano. El proceso, más allá de esa interrupción, se mantuvo en cuanto a la línea de juego. Unión fue un equipo que tuvo perfiles bien definidos en todo este tiempo: 1) intensidad; 2) presión contínua; 3) un esquema madre (4-4-2) que apenas tuvo algunas desviaciones cuando, en momentos que requerían un viraje, apareció el 4-2-3-1.
En estos últimos dos años, desde el arribo de Martín Zuccarelli a la secretaría técnica que coincidió con el regreso de Madelón al club, Unión no sólo tuvo los dos logros históricos de clasificaciones internacionales, sino que reinstaló un estilo, una línea de juego que se respeta. El mérito es doble, porque se consigue a partir de las lógicas limitaciones económicas de los clubes chicos, incomparable con la opulencia que tienen los grandes a la hora de buscar refuerzos y pagar sueldos con los que resulta imposible competir.
En pocas palabras, Unión tiene un estilo y trae jugadores para que se amolden a ese estilo. Generalmente, es al revés. Es el técnico, quien tiene que ver primero lo que tiene y luego discernir cómo puede jugar. Acá, Madelón plantea una forma de juego y aquellos que vienen se deben amoldar necesariamente. Por eso, por ejemplo, resulta incomprensible desde mi óptica que lleguen jugadores que no pueden cumplir las funciones que están predeterminadas en el Unión de Madelón, caso concreto el Droopy Gómez o Darío Bottinelli.
En estos cinco años y medio no recuerdo algún caso de un jugador que haya modificado la idea y el esquema por su propio peso específico. Madelón convirtió a Fragapane, otrora delantero, en un carrilero de mucho ida y vuelta, apto para la doble función; lo propio pasó con Zabala; y si nos retrotraemos en el tiempo, se pueden encontrar otros ejemplos como el de Malcorra.
La otra virtud del entrenador es el de mejorar a los jugadores. El que se amolda al puesto, seguro que levanta su rendimiento. Lo consiguió en varios casos, anteriores y actuales. Por eso, Unión terminó vendiendo varios jugadores en los últimos tiempos (Soldano, Zabala, Fragapane, Bruno Pittón, Mauro Pittón, Emanuel Brítez), más otros que se terminaron yendo en un nivel muy superior al que llegaron, como Lucas Gamba.
Sigamos con los ejemplos: Nicolás Mazzola y Javier Méndez entendieron rápidamente que debían reforzar su despliegue y ser muy generosos en la entrega para poder jugar. Y también hubo un diagnóstico muy claro en la elección de los jugadores que llegaron. Fue un “pieza por pieza”, pero no en vano ya hubo, en 180 minutos de juego que tuvo el equipo ante el campeón y subcampeón de la última Superliga, rendimientos correctos de Bonifacio, Elías, Carabajal y Bou. Algunos en mayor medida que otros, pero todos rindiendo, todos cumpliendo. Y a eso se suma el arquero Moyano (clave para el logro de los dos buenos resultados). Falta Milo, que jugó apenas algunos minutos el domingo y Cavallaro, que todavía no jugó. Quizás en este último caso, el de Cavallaro —un buen jugador sin ninguna discusión— se pueda plantear algún interrogante: ¿cómo se meterá en el equipo?, ¿lo convertirá en un carrilero de ida y vuelta?, ¿acaso en una compañía para el delantero de punta?. Porque si Cavallaro pretende jugar de enganche, es difícil que pueda hacerlo con Madelón, porque Madelón juega sin enganche. Podrá utilizarlo en alguna circunstancia de juego, pero difícilmente podamos ver a un Unión jugando 4-3-1-2 a no ser que en alguna ocasión vuelta a utilizar aquél 4-2-3-1 que permitió una variación al esquema madre, cuando le habían encontrado la vuelta al equipo.
La receta es una y el que llega sabe de qué tiene que jugar y cómo tiene que jugar. Táctica y estrategia que Madelón ha logrado insertar como sello a todo el plantel, con valores que no se negocian. En algunos partidos se podrá presionar más arriba y en otros se jugará a esperar (como lo hizo con Racing). Seguramente, esa postura defensiva que se vio con Racing no será la habitual y Unión será un equipo que tendrá gran mayoría de partidos jugando como lo hizo ante Defensa, aún cuando las circunstancias del partido lo lleven a no tener protagonismo en la tenencia de la pelota, como pasó en el primer tiempo. Aún así, la verticalidad y las variantes ofensivas que dispone este equipo lo convierten en peligroso. Unión fue más frente al arco rival teniendo menos la pelota y ni hablar cuando, en el segundo tiempo y luego del gol, dominó hasta más allá de la media hora de esa parte final.