Por Alfredo Morelli
Por Alfredo Morelli
En su edición del pasado 28 de julio, Infobae se hace eco de comentarios de José Mujica, ex presidente de Uruguay, en los que reconoce que Venezuela es una dictadura, pero la disculpa con un extraño argumento. Se pregunta “¿Acaso no hay otras dictaduras?”, y a modo de auto respuesta menciona a Malasia, donde según él mueren 25 personas por día.
Su comentario muestra una preocupante ignorancia sobre un país en el que Uruguay tiene una representación diplomática importante y del que es un socio comercial relevante. Es probable que nunca haya leído los informes que sus competentes embajadores remiten a su Cancillería.
Puedo hablar con alguna autoridad sobre Malasia porque durante seis años fui allí embajador de la República Argentina. Es un país al que le estaré eternamente agradecido por su hospitalidad. En todo ese tiempo fui testigo de elecciones libres sin cuestionamientos de ninguna naturaleza. Hace poco tiempo, Malasia protagonizó una ejemplar expresión democrática en la que el primer ministro Najib Razak fue desplazado en elecciones libres por el Dr. Mahatir, en alianza con su adversario Anwar Ibrahim.
Este siglo XXI será probablemente el siglo de Asia, por eso es doblemente significativo que, en aras a la convivencia política y la paz mundial, entendamos las diferencias que existen entre la cultura y los valores de Oriente y los de Occidente. No es necesario que tengamos que ser todos iguales para convivir en el mismo planeta. Entender y aceptar la diversidad parece algo esencial. ¿Qué son las relaciones internacionales sino una red compartida de entendimientos explícitos e implícitos acerca de lo que está o no está permitido?
Paradojalmente, como notara el experto australiano Michael Wesley, las sociedades occidentales son profundamente desiguales, pero están fundadas en normas y expectativas de igualdad. Las asiáticas son jerárquicas, pero más igualitarias que las de Occidente, y hay una preocupación permanente por la pobreza. En el caso de Malasia, como lo notara el economista Jeffrey Sachs, no hay pobreza, y sus prácticas de convivencia son un ejemplo de tolerancia en una sociedad compuesta por etnias y religiones diversas.
La primera cuestión que hay que entender es que no son sociedades individualistas, son sociedades grupales en las que la familia ocupa un lugar central. Familia, etnia y religión son parte esencial de la pertenencia de la persona, que hace sentido en cuanto pertenece a un “grupo” que le da su identidad.
No son sociedades “liberales” como las occidentales. Francis Fukuyama hacía notar en su libro “Confianza” que ser gregarios los hacía más competitivos a los asiáticos porque tenían menos costos de transacción. El cumplimiento de la palabra tiene una enorme importancia en las transacciones y en la vida cotidiana. Por eso, el conocimiento personal es fundamental y las relaciones son duraderas.
Malasia es una monarquía parlamentaria y la “legitimidad” no se consigue sólo por el voto sino por la preocupación y las acciones de los gobernantes en orden a procurar el bienestar de sus gobernados. Es muy común ver a los sultanes o a miembros de sus familias interactuar con el pueblo, abriendo sus palacios para albergar fiestas populares. Es muy clara la comprensión de que la pobreza es indigna y no beneficia a nadie, menos a la sociedad en la que uno vive. La experiencia de la Revolución China y, sin duda, el Islam, dejaron huella en la concepción de la convivencia política. Quizás podamos aprender de Asia la importancia de los consensos y a tener en cuenta, a veces, el interés general por sobre el interés individual.
La cuestión de la “legitimidad” de los gobiernos es esencial para entender las diferencias. En Occidente, la legitimidad se consigue por el voto, aunque cada vez más se perciben los reclamos por la desigualdad y el mal desempeño de gobiernos electos democráticamente. El malestar actual de Occidente, la emergencia del populismo se relaciona en parte con esto. Por eso el voto sólo no basta. ¿No hemos visto acaso a gobiernos como los de Venezuela o Nicaragua que llegaron al poder por el voto popular y se deslegitiman por su accionar cotidiano?
Esto no tiene que ver con las preferencias personales, está claro que uno puede definir cercanía con países con los que se comparten valores. Pero es esencial que se entiendan las diferencias cuando se transitan realidades en las que el “mundo conocido” está dando lugar a uno nuevo en el que Asia está llamada a un mayor protagonismo global.