Por Ab. Joaquin Azcurrain*
Por Ab. Joaquin Azcurrain*
Hoy sábado 17 de Agosto es el Día Mundial del Peatón. Dicha conmemoración, instaurada por la OMS en memoria de la primera muerte registrada en 1897 cuando la ciudadana Londinense Bridget Driscoll fue atropellada por un vehículo automotor, tiene como objetivo central difundir una cultura vial de convivencia, reforzar el uso de los espacios caminables y promover el respeto y concientización de los derechos peatonales.
Caminar es nuestra forma natural de desplazamiento. Caminando desplegamos endorfinas y oxitoxinas que son las hormonas de la felicidad. Caminando hacemos ejercicio, combatimos el sedentarismo y hasta podemos ahorrar la cuota del gimnasio. Sin embargo, andar a pie en nuestras ciudades se ha vuelto una actividad de riesgo.
Dos meses atrás se conocieron resultados del Anuario Estadístico de Siniestralidad Vial de 2018, trabajo realizado por la Dirección Nacional de Observatorio Vial. Dicho informe refleja la situación de emergencia que vive nuestro país en esa materia con el alarmante número de 5472 víctimas fatales en siniestros viales. Entre ellas un total de 638 personas eran peatones. Santa Fe se encuentra en 4to lugar, con un total de 44 peatones muertos en toda la provincia durante ese año.
Nuestra ciudad fue diagrama como todas las ciudades del país: a escala del automóvil. ¿Eso significa que debemos tirarla abajo y hacerla de nuevo? No. ¿Significa que debemos generar más espacio vial para que finalmente puedan tener lugar otras formas de movilidad? No. Pero claramente algo debemos hacer. Necesitamos reordenar y priorizar el espacio público que tenemos. Invertir el actual paradigma de movilidad para dar más y mejor espacio a las personas. Identificar a los usuarios, y jerarquizar aquellas modalidades más eficientes y menos contaminantes.
Invertir en movilidad peatonal es la política más democrática que existe, porque desde la persona más rica hasta la más pobre camina la ciudad. La urbanista Jane Jacobs decía en los años ’60: “estamos cometiendo un grave error al estar diseñando ciudades para automóviles”. Y se refería a las externalidades negativas que tiene el modelo “autocéntrico”, que se cobra 1.2 millones de vidas al año en todo el mundo, que genera contaminación y efectos irreversibles en el ambiente, que induce a una demanda con altos costos de infraestructura que se ‘comen’ la billetera de cualquier presupuesto municipal entre bacheo, repavimentación y diseños urbanos enfocados en el automóvil particular.
Por el contrario, mejorar la caminabilidad, promover el uso de la bici, contar con un transporte público de calidad, trae aparejados un montón de externalidades positivas culturales: apropiación del espacio público como lugar de encuentro e intercambio (ej. arte callejero); económicas: una infinidad de estudios a nivel internacional muestran que las personas que caminan o andan en bicicleta son más propensas a frenar en comercios, la generación de paseos o plazas al aire libre, con puestos de la economía popular, ferias barriales, etc; y externalidades positivas ambientales: descarbonización de las ciudades, cambio climático, calidad del aire, contaminación sonora.
Caminar es mantener viva las ciudades. Porque somos las personas quienes las mantenemos vivas. Y cuando hablamos de caminar en ciudad de Santa Fe decimos que necesitamos volver a repensar nuestros entornos urbanos. Observar que el ancho de las veredas no puede ser menor a un cuarto de lo que mide la calzada. Que el estado de esas veredas, y hasta su inexistencia en muchos barrios de la ciudad, atenta directamente contra el eslabón más débil de la pirámide de movilidad, los peatones, forzándolos a caminar sobre la calle, exponiéndolos a los graves problemas de siniestralidad vial que hablábamos antes.
Cuestiones mínimas, como una política pública de establecimiento de rampas, vados o mandapeatón en esquinas terminó ejecutándose a medias y de manera desprolija (esquinas que tienen y esquinas que no dentro de una misma manzana), invisibilizando a personas no videntes o con movilidad reducida: en sillas de rueda, madres o padres con carrito de bebé, adultos mayores, etc, de cómo esos ‘detalles’ les impiden gozar plenamente de la ciudad, de cómo estas barreras urbanas complican la accesibilidad de estos colectivos para ir a trabajar, a estudiar o hacer actividades recreativas. Jaime Lerner, ex Alcalde de Curitiba, que transformó esa ciudad en lo que hoy es, supo decir alguna vez: “La ciudad no es el problema, la ciudad es la solución”.
Cuando distribuimos equitativamente el espacio público, tanto sean espacios verdes, tanto calles y aceras, las ciudades se vuelven más amables para todos sus habitantes, estos, en un circulo virtuoso, anclados en su diversidad proporcionan a la ciudad una riqueza de expresiones, contenidos y dispositivos que no sólo vienen a visibilizar identidades, sino también “fabricar” ciudades en las que cualquiera de nosotros pretende vivir.
Cuando pensamos en ciudades peatonales, estamos pensando -en realidad- en ciudades inclusivas, en ciudades que respetan los derechos humanos, en ciudades seguras, en ciudades amables, en ciudades atractivas, ciudades vibrantes. Repensar y diseñar nuestro espacio urbano para mejorar la calidad vida, con la movilidad sustentable como baluarte para pensar la Santa Fe del futuro.
*Proyecto Ciclociudad/Igualdad y Participación