Baltasar Bayma
Baltasar Bayma
En los últimos veinte años, la economía india ha crecido de manera sostenida a una tasa media anual cercana al 7%. La demanda de energía eléctrica aumentó a la par de este rápido crecimiento económico impulsada tanto por las empresas, que ampliaron sus requerimientos de electricidad para producir más bienes y servicios, y por la población que no sólo se acrecentó, sino que también incrementó sus niveles de consumo per cápita. En este sentido, los proyectos del gobierno para extender el suministro eléctrico a zonas rurales tuvieron un rol importante. Sin embargo, esta significativa alza de la demanda eléctrica no siempre estuvo asociada con el incremento de la capacidad de generación eléctrica. Los apagones de años recientes dan cuenta de este desajuste.
La producción de energía eléctrica en el país asiático se basa mayoritariamente en la combustión de carbón. Más específicamente, el 56% de la capacidad instalada utiliza esta fuente de energía en la actualidad. El resto corresponde a grandes hidroeléctricas (13%), energía eólica (10%), energía solar (8%), gas (7%), biomasa (3%), energía nuclear (2%) y pequeñas hidroeléctricas (1%).
La utilización de carbón para la generación de energía eléctrica presenta serios inconvenientes no sólo para el medioambiente, sino también para la economía de la India. En primer lugar, se trata de una fuente de energía no renovable que, además, es altamente contaminante y genera emisiones de gases de efecto invernadero. Por otro lado, si bien el carbón constituye una fuente de energía relativamente barata, la nación oriental recurre cada vez más a la importación de este mineral para producir electricidad. Cabe destacar que la balanza comercial de este país se caracteriza por un déficit crónico desde hace décadas y que, además, la India se encuentra lejos del autoabastecimiento energético, constituyendo el petróleo uno de sus principales productos de importación.
Por estas razones, la transición hacia una matriz energética con mayor producción de electricidad proveniente de fuentes de energías renovables se vuelve imprescindible. En este sentido, el Plan Nacional de Electricidad vigente se había propuesto para 2022 más que duplicar la capacidad instalada que hoy emplea estas fuentes y que actualmente configuran un 22% del total de la matriz eléctrica. El año pasado, el gobierno indio revisó estas metas y planteó un objetivo más ambicioso: triplicar en los próximos tres años la capacidad instalada actual basada en fuentes renovables. Bajo este esquema, el aprovechamiento de la energía solar tiene un papel preponderante. Esta decisión se fundamenta en el gran potencial solar que posee la nación asiática, ya que se ubica en el denominado cinturón solar, es decir, aquella franja de la Tierra que recibe mayor cantidad de radiación solar. Además, el gobierno indio es un activo promotor de la energía solar. En 2015, Narendra Modi, el primer ministro de la India, lanzó la “Alianza Solar Internacional”, una coalición de más de 120 países que se comprometieron a incrementar la inversión en proyectos solares.
Con un 65% de su capacidad instalada de generación eléctrica basada en fuentes no renovables (carbón, gas y energía nuclear), la India, al igual que muchos países en desarrollo, tiene un largo camino por transitar hacia una matriz energética diversificada, con mayor participación de fuentes de energías renovables, que le permita reducir su dependencia del carbón importado. Los éxitos recientes en esta materia dan cuenta de que ese horizonte es alcanzable. Por último, este país se erige como el tercer productor mundial de energía eléctrica, por lo que la transición energética hacia fuentes de energías limpias tendrá repercusiones planetarias.