Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Me río de los fríos polares, harto de la polarización, me cobijo en el abrigo amigo, y el frío pasa, porque todo pasa. Pasan las modas incómodas, y cómodamente se quedan las que nunca pasan de moda, pasan los gobiernos, vuelven los que pasaron, pasan los años y nos vamos a los caños. Pasan las estaciones, sin demoras, el invierno muta en primavera, y en algunas estaciones, se demoran los transportes, y en otras, hace años, que los trenes ya no pasan. Ya listo, preparado para que el sueño pase a estado de ensoñación, arremeto contra el olvido y pelo la guitarra de los recuerdos para contar y cantar, rasgo las cuerdas no tan cuerdas de la memoria, le hago un arpeggio a la desmemoria, digito el punteo de lo pretérito perfecto, simple
Mis sueños son así, tan imperfectos y vagos, que desandan la cordura y desatan la envoltura del tiempo, son nómades del espacio temporal, saltan como ranas, se arrastran cuerpo a tierra, marchan marcialmente camuflándose en colores; bailan con “Alta tensión” la música del pasado.
¡Qué bello gozo! Sin rencores ni temores voy soñando los resguardados recuerdos delirantes, esos de antes, que me hacen pensar, crear, refrescarme en las aguas pasadas (no podridas) que me refrescan de noticias antiguas que fueron primicias.
Pasaron las P.A.S.O., sin embargo, y sin embargarse de vergüenza, para nuestro felino presidente no pasó; mientras el país -nuestro país- se va incendiando en el fuego intestino de la bronca y la infelicidad, mientras el hambre y el desánimo de quienes ven mermar sus salarios día a día, o que ven desaparecer los míseros ingresos de aquellos changarines que deambulan sin changas ni chances; mientras que el frío mata viejos invisibilizados que van dejando de tomar los medicamentos casi inalcanzables, como esos alimentos, donde daría la impresión de que las góndolas se van estirando hacia lo alto. Impiadoso ante tanta miseria bien mediáticamente escondida, a pesar del panquequismo explícito, Macriting, como si nada pasara, se manda y reafirma: “estamos convencidos que la elección no sucedió”. Señor presidente, usted preside éste presente imperfecto, y quienes lo asesoran deberían decirle que usted, que ha llegado al poder con el voto de la gente que lo votó esperanzada, debería transmitir y enseñar, más que ningún otro, a respetar la institucionalidad, y que este tributo republicano, dentro del estado de derecho, es la única herramienta que posee un pueblo soberano como el nuestro, a elegir a quienes quieren que los gobiernen, y aunque usted no esté de acuerdo con el resultado (porque no se siente cómodo en el lugar de los perdedores), sea por las cuestiones que fuera, debería dar el ejemplo, como primer ciudadano y como el primer responsable de las cosas que van aconteciendo a “Nos, los habitantes de la Nación Argentina”, a nuestra castigada sociedad que lo colocó en el lugar que usted orgullosamente y tozudamente representa. Usted llegó al máximo escaño de la república bailando a lo pato y en un festival de globos y promesas rigurosamente coucheadas, de alegría desbordante y de batallones de “trolls” que disparaban balas de salva y mentiras vacuas; usted promocionó la revolución de la alegría, y tanto la revolucionó, que de tanto girar en sí misma, se pasó de revoluciones y fundió. Hace algunos días leí que según una investigación dio como resultado que la Argentina es la sociedad más infeliz del mundo. “Tanta alegría seguida me va a matar” cantan los Auténticos Decadentes.
Muchos se sinceran, otras callan; algunos/as, sin palos en las ruedas, meten primera vuelta y desaparecen de la escena. Reflotan recetas que tanto defenestraron, utilizan eufemismos para no decir lo que deberían decir y abusan del sentido común utilizando metáforas de cuentos de jardín de infantes ¿a papá gorila con brotes de bananas verdes? Comodoro Py-chetto abusa de la ley de migración, echa a los migrantes, culpa a los extranjerizantes latinos de más al sur de Norteamérica y más al norte de la Argentina.
El riesgo descansa en un país que olvida a sus próceres, próceres que en base de ideales altruistas, fundaron un país que refunden los malos gobernantes. Piden la vasija de agua, se lavan las manos, y dejan todo a la libre fluctuación de los mercados. La “gran” Pilatos. Somos unos “pilatudos”.
“Todo pasa y todo vuelve, eternamente gira la rueda del ser. Todo muere, todo reflorece; eternamente se desenrolla el año del ser. Todo se rompe, todo se reajusta; eternamente se edifica la morada del ser”. Dijo Nietzsche.
Porque vivimos en un permanente estado de transformación, nunca debemos olvidar que todo, al final de cuentas, termina pasando.