Hace 43 años, en la ciudad de La Plata, un grupo de estudiantes secundarios fue secuestrado por las Fuerzas Armadas. Entre ellos estaban: Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler. Estaban reclamando el BES (Boleto Estudiantil Secundario).
Durante el secuestro, los jóvenes fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos centros clandestinos, entre ellos el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield, la Brigada de Investigaciones de Quilmes y la Brigada de Avellaneda. Seis de ellos continúan desaparecidos (Francisco, María Claudia, Claudio, Horacio Daniel y María Clara) y sólo cuatro pudieron sobrevivir, Pablo, Gustavo, Emilce y Patricia. Tenían entre 14 y 17 años.
En 2006, a través de un proyecto de ley se declaró esa fecha como Día de la Juventud, con el objetivo de reivindicar la militancia y el compromiso de aquellos jóvenes que fueron desaparecidos en la última dictadura militar argentina.
Testimonios de los sobrevivientes
Emilce Moler cuenta en primera persona que era una joven de clase media. Hizo la primaria en un colegio de monjas, en el Colegio Eucarístico, no era rebelde, para nada, era una de las mejores alumnas, destaca en “Testimoniar la historia” (un video realizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires).
En el video, cuenta que fue su inclinación por el dibujo la que la llevó anotarse en un secundario con orientación en bellas artes. En esa escuela debatió a fondo sobre el peronismo, intercambió discusiones y lecturas.
“¿Cómo no iba a empezar a militar? ¿Cómo no iba a comprometerme con todo ese movimiento revolucionario que no era solamente en la Argentina, era toda América Latina?” se pregunta, haciendo hincapié en que los valores católicos hacia el prójimo que le inculcó su familia fueron los que la llevaron a pensar que se podían cambiar las condiciones de pobreza; “eso hizo que me dedique a la política”, sostiene.
A Gustavo Calotti lo llevaron desde la oficina donde trabajaba el 8 de septiembre. “Imaginaba, en mi estrechez propia de los 17 años y a pesar de la militancia, que iba a ser una cosa rápida, que me iban a matar y ya. No me esperé jamás semejante tortura, tanta crueldad y tanta perversidad imborrable”, relata en primera persona para La Garganta Poderosa.
“Es un dolor interminable, una agonía, porque después de la sesión de golpes te vienen a buscar de nuevo, y ya sabés que lo van a hacer una y otra vez; eso era lo más horrible”, reflexiona.
Gustavo cree profundamente que la liberación está en la educación y en el espíritu crítico, y sostiene que la Noche de los Lápices debe permanecer en la memoria “como una llamita, siempre encendida, presente, en la condena a los genocidas impunes para que no se repita”.