Pablo Lavallén atravesó duras tempestades y el clásico lo sorprendió en el momento más alto de la consideración. Leonardo Madelón, aún con sus espaldas anchas en Unión, había sorteado un obstáculo complicado que fue el de cortar la racha de cuatro derrotas consecutivas, inédita en estos años de permanencia casi contínua del técnico en el club. Los dos llegaban con el ánimo alto pero con una salvedad: el propio Mariano Lisanti, preparador físico y “lugarteniente” en el cuerpo técnico de Madelón, había reconocido que el éxito de Colón en la Sudamericana obligaba a Unión, no sólo para vencer a Aldosivi (día previo a la clasificación sabalera a la final), sino también a ganarle.
Y acá está la gran diferencia que hubo entre los dos. Madelón armó una estrategia en serio para ganar; Lavallén no fue tan claro (al menos eso demostró su equipo) en la búsqueda del éxito. Unión salió con una idea bien definida: la de apretar, la de asumir la iniciativa del partido y la de buscar con mayor ambición el arco de enfrente. La imagen de Colón fue la de un equipo que se decidió a esperar, a jugar el partido valiéndose del paso de los minutos y a tratar de doblegar al rival aprovechando algún error o alguna jugada puntual, por encima de una estrategia más pretensiosa.
Madelón volvió en serio a las fuentes justo en este partido. Su equipo había “flaqueado” en varias ocasiones. Los 90 minutos con Newell’s, las distracciones iniciales ante San Lorenzo, ni hablar de lo que el partido en Sarandí ante Arsenal, dejaron un sabor terriblemente amargo. Volver a las fuentes no sólo implicaba el retorno al esquema tradicional, al 4-4-2 muy libreteado y “archiconocido” de este equipo, sino a la presión permanente, al esfuerzo, a la rigurosidad física, a la recuperación inmediata de la pelota sobre el mismo sector en la que se perdía, como pasó en la jugada del gol de Mazzola.
Hablando de Mazzola, tanto él como Bou internalizaron el concepto general de Madelón respecto de sus delanteros: que deben ser los primeros defensores. Aquello que se le destacaba a Triverio primero y a la dupla Gamba-Soldano después, se hizo “carne” en los dos delanteros actuales del plantel. No sólo corrieron para jugar, sino que también lo hicieron para defender. Y el gol de Mazzola arranca en una pelota que le roba Bou tirándose al piso a Vigo, la toma Acevedo y allí mete el pase entre líneas que luego de un rebote o mal despeje de Escobar, le queda a Mazzola para definir muy bien ante Burián.
Esa diferencia de ambición se notó. Colón venía muy bien en lo mental y en lo físico. Este equipo ha crecido mucho en los dos aspectos y si hay que marcar algún déficit, en estos últimos tiempos, sigue estando en el juego. No es que Colón juegue mal, pero no siempre juega bien. O lo hace de a ratos, cayendo con bajones y desniveles considerables de nivel. Pero venía inquebrantable en lo otro. Y el domingo hubo un déficit en eso. Recién al final, la reacción —obligado también por las circunstancias— permitió ver a un equipo más arriesgado, aunque sin claridad en los últimos metros de la cancha. Así también, Unión tuvo los espacios suficientes para buscar el segundo por la vía del contragolpe, pero nunca “calibró” bien esa posibilidad y el partido se terminó en medio del dramatismo y la angustia propia de un clásico que se gana —o se pierde en el caso de Colón— por un gol y se busca con la natural desesperación esa chance de llegar a la igualdad por parte del que va perdiendo.
Lavallén hizo hincapié en la seguidilla de partidos. Francamente, a la serie de 6 en 20 días la llevó muy bien. Y con éxito. Perdió dos partidos, pero al de Brasil lo supo revertir frenando el ímpetu de Mineiro en el momento justo, convirtiendo el gol que lo depositó en los penales y ganando esa definición. La otra derrota, ante Lanús, se debió a desconcentraciones defensivas muy graves, con un equipo bien suplente y que reaccionó en el segundo tiempo, poniendo en serio riesgo la victoria del rival. La pregunta es: ¿debe tomarse como real el supuesto cansancio, cuando pasaron seis días del último partido con Argentinos, cuando el aspecto anímico venía bien arriba y cuando se trataba de ese partido en el que cada jugador sabe que no se trata de un partido más?
El “plus” que mostraron los jugadores de Unión para sobreponerse, no fue el mismo que dieron los de Colón. El cansancio que también evidenciaron los ganadores (dos jugadores tuvieron que salir acalambrados) fue diferente al de los perdedores. Colón fue un equipo que no tuvo frescura, estático en algunos casos, perdido en otros y sorprendentemente sin reacción en algunos que, habitualmente, ofrecen otra clase de respuestas, sobre todo desde lo físico (ejemplo: Zuqui).
Estas cuestiones definieron las estrategias de los entrenadores. Los dos jugaron 4-4-2. Pero hubo algunos aspectos en los que Unión marcó diferencias. 1) La subida de los laterales; 2) el movimiento aceitado de Corvalán y Martínez con los dos volantes laterales; 3) la fuerte presión que hubo para recuperar la pelota en algunos sectores clave (algo de eso admitió Lavallén que se había hablado durante la semana y que se debía evitar que la pelota “duerma” en esos lugares de la cancha); 4) el empuje que le dieron Jalil Elías y Bonifacio a la cuota de fútbol que aportaron Acevedo y Carabajal; 5) la diferencia que marcó Unión en el mediocampo, frente a un equipo que lateralizó mucho, que trató siempre de aquietar el trámite y que no tuvo variantes, salvo alguna esporádica proyección de Vigo (como en la jugada de la ocasión que marró el Pulguita antes del gol de Unión).
La sensación que quedó fue que Madelón planteó un partido vigoroso y ambicioso; y que Lavallén trató de jugarlo haciendo pasar el tiempo, aprovechando alguna distracción y llevando a Unión a un estado de impotencia. Le había salido bien en el partido con Argentinos, cuando en el segundo tiempo, ya en ventaja, lo dejó venir al rival pero con una seguridad defensiva que lo llevó a eso, a un estado de confusión e impotencia del que no pudo salir. Pero mientras Unión tuvo la frescura y la soltura suficiente para cumplir con el plan (aunque le costó mucho porque en el primer tiempo casi no llegó al arco de Burián), Colón resignó durante casi todo el partido la posibilidad de complicarlo en serio, porque su ambición ofensiva resultó muy escasa.
Esa diferencia de actitud inclinó el trámite a favor de Unión. Sin ser un dominio abrumador, se notaba que la determinación no era la misma. Pero ahí estuvo la ventaja que le sacó Madelón a Lavallén, o por lo menos lo que se hizo notorio observando el partido y buscando diferencias que justifiquen el resultado final. De lo que no caben dudas, es que Unión volvió a ser el equipo de otros tiempos. Ese retorno a las fuentes que Madelón se propuso y debía efectuar rápidamente para frenar la seguidilla de derrotas, se cristalizó en el clásico. Fue un Unión muy parecido al de otros mejores tiempos.