Por Raúl Bigote Acosta | El Litoral
El peronismo reivindicó el valor de los hijos y los abuelos, de la familia, del trabajo, de los contratos laborales, del rol del Estado en la salud.
Por Raúl Bigote Acosta | El Litoral
Ubicaremos este tema, en una reflexión periodística, tratando de incluir estas cuestiones. Inorganicidad. Si es orgánica es instrucciones. Si son instrucciones es adoctrinamiento. Malraux. Chiqui. Planificación. McLuhan. Peronismo. Sociedad.
El hecho que trasciende es el hecho cultural. Cultura, parafraseando a Toynbee, tiene una definición bastante jerarquizada. Todo lo que no es obra de Dios es creación humana. Eso es cultura.
No es casualidad sino premeditación que Hitler la emprende contra “La Bauhaus”. No es sólo un signo sino un significante que un General del grupo de Francisco Franco Bahamondes, Caudillo de España por la Gracia de Dios, sostenga: “cuando oigo la palabra cultura saco el revólver”.
Debe entenderse bien que De Gaulle elige a André Malraux, piloto contra Franco y en favor de la República en la Guerra Civil Española y, además, autor de un libraco exhaustivo (la Condición Humana) por lo que significa “la Cultura”. Que no es instrucción sistemática y ordenada.
Mario Trejo, excepcional poeta contemporáneo, en su libro “El uso de la palabra” sostiene, en su poema “Acerca de la palabra Dios” que él niega su existencia “pero algo hay”... Dios y la Cultura son dos elementos irreconciliables y necesarios. La trascendencia y la sedimentación.
En el Siglo XX, siglo de cuestionamientos, sobre el final de su primera mitad, en la República Argentina, un hecho cultural la conmovió. Apareció el peronismo. Apareció Perón y su impronta desató cuestiones que aún siguen presentes, que no solo son contundentes hitos históricos sino que también son ramificaciones sociales aún extendidas, aún vivas.
No lo puede explicar el socialismo, el anarquismo, el marxismo, aquel liberalismo finisecular de las libertades y su deformación económica, el neoliberalismo, no lo define el cristianismo ni pequeñas profesiones de fe como la estampita de María Eva Duarte de Perón, Evita. Ora revolucionaria, ora santificada.
Esquematizar el peronismo en un facto político lleva a yerros de los que ha sido difícil para el total de nosotros los habitantes, escapar. Con los yerros nos llevaron a difíciles encrucijadas en la afanosa búsqueda de la muerte de un hecho cultural.
La supuesta competencia que da la contemporaneidad con sus hitos originales quita sobriedad.
Hay jóvenes cantando sus himnos y sus consignas con la constancia de nacimiento en este Siglo XXI. Como si la historia argentina viviese en la cinta de Moebius.
Si un valor ayuda a la definición de “cultura” es su carácter de mutante. Ayuda a explicar eso, alteraciones genéticas. Las mutaciones se advierten, pero no destruyen, parecería que fortalecen.
Cuando McLuhan, también Gillo Dorfles, como el original Jacobson avanzan, detrás de Ferdinando (De Saussure) tras la palabra y su significante, sus misterios y sus apropiaciones, encuentran un punto de partida... teórico. El peronismo también es práctica permanente de una reivindicación y un cuestionamiento. No masajea, no solamente masajea, también estropea.
El peronismo fue leyes obreras, reivindicaciones sociales, fenomenales distorsiones de la democracia gremial llevando al sindicato único, aceptando la tiranía del voto como último refugio, convalidación del pensamiento único como el único valioso, posible, aceptable.
El peronismo reivindicó el valor de los hijos y los abuelos, de la familia, del trabajo, de los contratos laborales, del rol del Estado en la salud. Todo hasta el exabrupto, la exasperación, hasta el límite de la revancha.
El peronismo decidió la ausencia del punto de equilibrio en las cuestiones sociales.
El peronismo se instaló como un hecho cultural que definió aquel presente y construyó un relato épico y un mandato: la conquista de ese punto límite cuando no está. La expansión cuando cree que lo posee.
El peronismo nació en la certeza de una batalla, de una épica y, claro está, de un enemigo.
No es tiempo de sicologismos el tiempo de una crónica periodística. Debatir contra ese pragmatismo con argumentos racionales, fácilmente rebatibles, deja el terreno de la épica al peronismo y no es fácil suplirlo. Menos explicarlo. Vuelve inútil el combate, el debate con dos lenguajes diferentes no es debate. Ni siquiera diálogo.
Quien rebata al peronismo con números y conductas no hace otra cosa que equivocar el camino.
Cuando McLuhan sostiene que el medio “masajea” construye una acertada definición del como incidir en la masa. Agrega que hay que conocer ése lenguaje o el mensaje se pierde. Deberían leer a McLuhan los que intentan destruirlo con las armas de la Mass Media, actualizada y ampliada.
Cuando una militante peronista acepta ser ministra del socialismo (la primera ministra de Cultura de la provincia, “Chiqui González”) acepta y construye a borbotones, sin lógica ni planes, sin programación que pueda dinamitarse y resuelve su tarea con exabruptos populares inatajables, fabrica un ministerio que asusta a cualquier organicidad. Baste decir que el socialismo, para tabicarla, le asigna a Cultura el 0,4 % del presupuesto anual y que todo fasto debe pagarse con fondos de Secretaria de Información Pública, Lotería, Quini 6, Producción. Es un ministerio con ideas, pero que depende del dinero que el socialismo desee. Censura de billetera. Imposibilidad de construir una planificación anual, bi anual, que trascienda a la personalidad de un ministro.
Para el socialismo Cultura es “Chiqui” González. Para el peronismo, que es en si un hecho cultural que alteró, desde 1945, de modo definitivo, el código genético de Argentina, la Cultura es parte de su respiración. Hay diferencias.
El peronismo está con la familia. No quiere el aborto, pero acepta el hospital para cuidar la vida. Acepta la decisión individual sobre el aborto. Entiende el divorcio. Acepta la bifrontalidad. Es un mutante que no logran desentrañar los de la izquierda alocada y la derecha ciega. Ni los racionales. Ni el profiláctico y/o el Misoprostol. Nada. Todo. Según. Ya veremos. Un debate con absoluta certeza: NO.
El peronismo reivindicó el valor de los hijos y los abuelos, de la familia, del trabajo, de los contratos laborales, del rol del Estado en la salud. Todo hasta el exabrupto, la exasperación, hasta el límite de la revancha.
El peronismo nació en la certeza de una batalla, de una épica y, claro está, de un enemigo. (...) Debatir contra ese pragmatismo con argumentos racionales, fácilmente rebatibles, deja el terreno de la épica al peronismo y no es fácil suplirlo. Menos explicarlo. Vuelve inútil el combate.
No lo puede explicar el socialismo, el anarquismo, el marxismo, aquel liberalismo finisecular de las libertades y su deformación económica, el neoliberalismo, no lo define el cristianismo ni pequeñas profesiones de fe como la estampita de María Eva Duarte de Perón, Evita. Ora revolucionaria, ora santificada.