El jueves a las 21 La Callejera Folklórica se presentará en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572). El grupo repasará sus casi 16 años de trayectoria resumidos en cuatro álbumes. Participará como invitado Efraín Colombo.
La Callejera Folklórica llegará para presentar viejas y nuevas canciones, con Efraín Colombo como artista invitado. Ariel “Chaco” Andrada charló con El Litoral sobre las particularidades de la propuesta del grupo.
El jueves a las 21 La Callejera Folklórica se presentará en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572). El grupo repasará sus casi 16 años de trayectoria resumidos en cuatro álbumes. Participará como invitado Efraín Colombo.
Las anticipadas están en venta a través de sistema Ticketway y sus puntos de venta físicos (sucursales de Credifé y Nexon. También se pueden comprar en boletería de Tribus, desde las 18.
Para recorrer la historia del grupo El Litoral dialogó con el cantante y guitarrista Ariel “Chaco” Andrada, referente de una formación que completan Diego Leguizamón (violín, charango, guitarras, coros), Guillermo “Rasta” Vignolo (guitarras, bandoneón, coros), Matías Arnedo (bajo, máquinas, coros) y Joel Sánchez (batería, bombo legüero, cajón peruano).
Raíz renovada
—Se distinguen por abordar los diferentes ritmos del folclore con una forma actual de interpretarlos. ¿Cómo fue la aceptación del ambiente folclórico a la propuesta?
—Siempre nuestra idea fue no perder la esencia de la canción, de los ritmos regionales de nuestro país; y ponerle por supuesto el sonido nuevo tímbrico: una guitarra eléctrica, una batería, detalles que hacen al momento que se vive. Siempre manteniendo la esencia de la canción: ahí se marcó la diferencia. Eso hizo que se abra una puerta inmensa para este proyecto, con el que estamos entrando en los 16 años de vida.
Si uno se pone a recorrer los discos se va encontrar con ejemplos como “El rancho e’ la Cambicha”, “Yo vendo unos ojos negros”, “Zamba del cantor enamorado”, “El corralero”, tantas obras que marcaron al cancionero popular argentino, a las que desde nuestro humilde lugar le hemos puesto la impronta de La Callejera.
—¿Cómo se eligen las canciones más clásicas?
—Al venir de diferentes lugares del país (uno del Chaco, el otro de Santa Fe, de Santiago del Estero, de Córdoba), cada uno trae en la retina del alma, de la memoria de infancia las canciones que nuestros abuelos y nuestros padres nos cantaron de niños. En una cena, almuerzo o ronda de mates nos sentamos y aparecen canciones infinitas.
Tenemos la tranquilidad y la bendición de poder escribir manteniendo esas estructuras de antes, y las canciones nuevas han tenido una aceptación increíble. Lanzamos hace dos semanas “Soy América”, un huayno donde anexamos el trap y el rap, que son los payadores de este siglo. Al igual que “Baila país”, “Amor prohibido”, “Rojo delirio”, “Chaco soy señor”. Nuestro repertorio tiene un 80 % de temas propios y otro 20 % es el remanente de canciones de la historia del folclore.
Consagrados
—Pasaron a ser de Revelación a Consagración en Jesús María de un año a otro, de 2014 a 2015, en el que también fueron Consagración en Cosquín. ¿Cómo vivieron ese proceso meteórico?
—Veníamos haciendo un trabajo de campo muy despacio, con paso firme, sin saltear ningún escalón. Debutamos en Jesús María a las 19, con sol y 40 grados: recibimos la primera distinción como Artistas Destacados. Después pasamos a Artistas de Honor, después Revelación, al año siguiente Consagración.
En Cosquín nuestra primera experiencia fue a las 8 de la mañana con un diluvio increíble, tocamos para seis personas. Después pasamos a ser últimos en una noche, después fuimos al medio; al siguiente año nos tocó abrir y la plaza se puso de pie y nos consagró. Pasó un año más y el gran Carlos Pino, cantor de Los Trovadores, nos daba junto con la Comisión la bendición de ser los nuevos Padrinos del Poncho coscoíno.
Todo esto se dio paso a paso: si nos hubiera sucedido de golpe no estaríamos disfrutando de esta cosecha tan importante que venimos haciendo. Cualquier grupo comienza a asentarse recién después de los diez años, en la parte humana, en la artística, en las canciones, en la línea de pensamiento musical. Estuvo el factor de saber cómo manejarlo.
—¿Cómo se ven estos 16 años en retrospectiva? Cuando arrancaron no imaginaban lo que vendría.
—Pero soñábamos. Yo pensaba cómo ven el escenario desde arriba nuestros referentes, como Atahualpa Yupanqui, Los Carabajal,Los Manseros Santiagueños, Los Cuatro de Córdoba, los Rojas, Los Tekis. Después de tantos años nos toca estar ahí arriba: se ve otro horizonte. Comenzás a tener una responsabilidad inmensa: nos damos cuenta de que muchos jóvenes comienzan a tomar a La Callejera como algo para imitar. Entonces más que nunca tenemos que ser certeros en lo que pensamos, no desviarnos, llevar el sueño intacto y el mensaje tiene que ser justo y claro.
Todo esto que estamos logrando sirvió porque hemos cantado en trenes, en peatonales, en el río, en cumpleaños, en bares para cien personas, en una peña de San Luis, en carpinterías; hemos cantado para el dueño del lugar y los tres mozos. Y después de 14 años volvimos a la carpintería y teníamos más de mil personas en la plaza esperando. Es fundamental haber pasado por tantas historias y hoy poder contarlas, tanto las ganadas como las perdidas.
—Siempre hay alguna perdida.
—Son más que las ganadas (risas).
Bailar con amigos
—Organizaron “La Peña que baila” en Cosquín durante siete años, con entradas agotadas en muchas noches. ¿Por qué pensás que se dio ese fenómeno?
—Es un proceso que arrancó en los 90 con Los Carabajal: íbamos a verlos de niños a su peña en la Sociedad Española. Les dejaron la posta a los Copla (Dúo Coplanacu), que hicieron unas peñas inolvidables en el mismo lugar; las veíamos desde abajo y soñábamos. Y un día nos animamos, en los 50 años de Cosquín, a montar nuestra peña bailable.
Tuvimos la suerte que al año siguiente los Copla nos pasen la posta, y comenzamos a tener la relevancia de saber que era una peña que juntaba los sueños de todos los paisanos de nuestra Argentina: uno llegaba y había uno de Pico Truncado que se ponía a bailar con una de Garupá; uno de Esperanza que bailaba con otro de Guaymallén; uno de Trelew con alguien de Quitilipi.
Era una peña federal, lo que somos nosotros. Con más razón había que subir y cantar una chamarrita, una litoraleña, una cueca cuyana, un loncomeo, un tinku: la gente iba a buscar volver en tres minutos a su paisaje. Eso marcó a la peña y la llevó al lugar de las más convocantes.
Hay que saber cuándo dar el paso al costado. Luego de juntarme con Los Carabajal, con don Julio Paz, con Coco Martos (una vanguardia histórica del folclore), me hicieron entender que había etapas, y llegó a su fin la etapa de La Callejera en peñas, con diez noches, que rebalsaron el último año. Tengo la foto en el alma de subirme a cantar y al lado estaban Pipo, Mauro y Seba de Los Tekis; los chicos de Canto 4; Ceibo, Algarroba.com, Facundo Toro. Había más de 15 artistas cantando juntos, imaginate para la gente que se encontraba con eso.
Nuestra peña comenzó siendo una reunión familiar artística, en la que cada paisano que bajaba del escenario pasaba a visitarnos. Eso se logró con la paciencia de saber hacer las cosas justas.
Hacia adelante
—¿Qué se viene para el futuro de La Callejera?
Estamos terminando la nueva producción, de la mano de la productora Quilay, bajo la dirección de don Jorge Rojas. Sacamos hace unos días “Soy América”, el primer corte de difusión audiovisual. Ya están listas cuatro canciones más en audio y video, en lo que queda del año verán la luz. En marzo salen los próximos cinco temas con sus visuales, para que en julio el disco sea presentado oficialmente con estas diez canciones.
En agosto vamos a estar grabando nuestro primer recital en vivo: con 16 años uno se anima a esas locuras. Los últimos discos, “Baila país” y “Vivencias”, nos llevaron casi dos años presentarlos por el país. Hoy se ven los frutos. De esta manera vamos a trabajar con todo lo nuevo. Estamos en el umbral del verano 2020 y estamos confirmados para los grandes festivales como los últimos cinco años: una bendición para cualquier artista.