Roberto Schneider
Roberto Schneider
Desde hace varios años, el mes de octubre se inscribe con letras inteligentes, grandes, contundentes, visibles y plenas en la ciudad de Córdoba, en donde se concreta el Festival Internacional de Teatro del Mercosur y donde se desarrollaron los ya míticos Festivales Latinoamericanos de Teatro. En la edición 2019 de este esperado encuentro, 40.000 espectadores disfrutaron durante su desarrollo de espectáculos para todos los gustos y que son la prueba contundente que permite categorizar a la Docta como la cita obligada en el panorama de las artes escénicas de la Argentina.
Los sociólogos podrán sostener tras estudiar las razones de este éxito, diversas teorías. Lo cierto es que cuando existen una cuidada programación, una organización perfecta -con el alma puesta de todos los que trabajan en ella- y la pasión evidenciada de los ciudadanos que han hecho suyo este festival, se pone en evidencia que este Festival tiene un valor incuestionable.
Esta edición se concretó en un tiempo muy difícil para los argentinos, con una economía tambaleante y a días de la elección presidencial que ponen en discusión principios ideológicos, modos de hacer que generan intercambios de miradas, visibilizan luchas, exigen balances, revelan intereses, desnudan rostros e intenciones. Somos también testigos de un momento de grandes transformaciones. Los argentinos necesitamos acciones claras, que superen la promesa de los discursos y se cristalicen en políticas reales, inclusivas e innovadoras. Estamos evolucionando hacia una nueva sociedad, con una nueva cultura, con nuevas realidades y expectativas, y ese avance exige cambios. Hay quienes se resisten al cambio. Y hay quienes lo abrazan. Este festival es una muestra contundente de ese cambio que estamos viviendo como comunidad. Es un ejemplo de transformación. Para algunos el arte sigue siendo un espacio de regocijo elitista, un lujo para pocos, o un accesorio prescindible. Para otros, una forma de abrir puertas y crear vínculos, un espacio para reconocernos, repensarnos, encontrarnos”.
La fiesta
El Festival del Mercosur es una celebración única, irrepetible, que año a año nos envuelve con el entusiasmo de quien sigue creyendo que el cambio es posible y apuesta con su cuerpo y sus ideas para hacerlo verdad, hacerlo realidad. Para todos, es una fiesta. Porque propone una celebración colectiva de la fantasía, de los sueños, llega a quienes pueden y a quienes no. A los que están en el centro y a los barrios. A las localidades con salas y a las que no las tienen.
Con su fuerza arrolladora el FIT se hace visible y se hace realidad para quienes quieren abrazarlo. Para quienes desean dejarse atravesar por la experiencia de compartir. Quienes no lo ven, simplemente, se lo pierden. Cada año se renueva el suceso y crece, y lo comprobamos con orgullo. Esta maravilla que se reitera no ocurre espontáneamente. Exigió años de trabajo y requirió precisamente un trabajo obstinado, perseverante, de un equipo que entiende lo que hace y lo hace con compromiso. Como ocurre con todos los hechos verdaderamente transformadores de nuestra historia. Con una cabeza brillante como la de Raúl Sansica comandando todo, haciéndose presente en todo, estando en todo, alguien que se caracteriza por hacer.
Sansica y su gente hacen el festival atendiendo todas las voces, dialogando con todos los hacedores, apoyándose con firmeza en quienes tienen la experiencia y el conocimiento. Escuchando a unos y a otros, y dando respuestas. Avanzando con firmeza y convicción, y pensando siempre en la gente de la comunidad. Con precisa claridad sostiene que la de los festivales en Córdoba es una “historia que celebra ciclos, se renueva y se pone de manifiesto en su producción artística local y que en esta edición se muestra al mundo, con una bienvenida abierta en todas sus salas. No hay movilización más elocuente que las que propone el teatro cuando la creación artística ocupa el escenario y la platea escucha. Una extraña comunión de consensos y disensos se produce y es ahí, en este suceso, que la transformación comienza”.
“No es casual que fuera justo en esta provincia -concluye Sansica- en donde surgió el Primer Festival Internacional de Teatro del país. En homenaje a nuestra historia, convulsionada, única; nuestra capacidad de ser pioneros y la profunda mirada de la disidencia constante, como medida transformadora del espíritu crítico; nuestro teatro abre esta edición mostrando su producción, con el orgullo de sentir que tiene sobre sí un pasado que lo legitima hasta el presente y su futuro”.
Lo mejor de lo mejor
Imposible reseñar la actividad de más de 500 artistas en más de 100 actividades y con 50 funciones día tras día. Sí tributamos nuestro homenaje a la fuerza arrolladora de Mauricio Dayub en “El equilibrista”, que provocó una de las ovaciones más recordadas del Festival; a la celebrada función del espectáculo santafesino “Por qué demoró tanto”, dirigido por Edgardo Dib, con toda la emotividad a flor de piel de María Rosa Pfeiffer y Raúl Kreig; a la lacerante y movilizadora, profundamente poética, historia del grupo mexicano Los Pinches Chamacos, “Papá está en la Atlántida”, con dos actuaciones para recordar, las de Erick Israel Consuelo y Esteban Castellanos; a la conmovedora actuación del actor ciego italiano Gianfranco Berardi en “¡Yo traté de volar! Homenaje a Domenico Modugno”, un espectáculo vibrante.
También nuestra admiración más sincera a “Las de naides, estampa gaucha”, de David Picotto, una moderna y cautivante versión de “Las de Barranco”, de Gregorio de Laferrere, con las excelentes interpretaciones de todo su elenco y el impecable trabajo de vestuario y escenografía de Ariel Merlo; a la excelencia de “El código del vuelo”, de la Compagnia del Sole de Italia, con el conmovedor actor Flavio Albanese recordando a Leonardo Da Vinci; a la magnífica versión de “El lago de los cisnes” en “Lago, un tiempo después”, rotunda expresión de altísimo nivel artístico y calidad poco frecuente que es un orgullo para Córdoba, dirigida por Ezequiel Rodríguez; al elenco brasileño de Giro8 Cia. de Danza y “Teia”, bella propuesta de danza que celebraron los espectadores y a un verdadero testimonio de indiscutible teatralidad como “Verde que te quiero verde”, espectáculo vibrante de la Comedia Cordobesa que nos emocionó largamente a partir de un elenco de lujo: Silvia Pastorino, Giovanni Quiroga, Adrián Azaceta, Silvia Nocioni, Diana Lerma y Luis Torres, conmovedoramente dirigidos por Raúl Sanchez. Como cierre perfecto Korean Drum II de Corea del Sur y toda la fuerza de “Tago”, que significa “iluminar el mundo golpeando tambores”, un espectáculo que logró movilizar a la platea completa del Teatro Real. Con toda la fuerza. La misma de tantos años de indiscutida teatralidad; la misma que nos funde en el abrazo.