La obra teatral rosarina se presentará el último sábado de octubre en la sala de Estanislao Zeballos 3074. Está ambientada en el interior de un country (“El descanso”) donde una seguidilla de hechos pone en crisis a los personajes y a sus ideas respecto del significado de “vivir seguros”.
Gentileza producción En Cuna de lobos intervienen ocho personajes y la escenografía habla: el club house, la pileta, la cancha de tenis y las casas de los protagonistas.
Los realizadores de la obra teatral rosarina “Cuna de lobos” -que se presentará el sábado a las 21.30 en el teatro de La Abadía (Estanislao Zeballos 3074)- eligieron al imaginario country “El descanso” para ambientar la trama. Y el interrogante central que plantearon es el siguiente: ¿Qué ocurre cuando en un ámbito como el del barrio cerrado, tan asociado a la seguridad, cuando de pronto el peligro que aparentemente estaba afuera, aparece adentro?
La acción transcurre en 2016, pero hay reminiscencias a la década del ‘70. Desarrolla la historia de una joven que se muda a un barrio privado tras vincularse con una de las familias más poderosas del lugar. Su llegada coincide con la de una jauría de perros salvajes. Pese a las medidas que toma la comisión directiva, los animales se quedan y representan una amenaza constante para los residentes del country.
La obra se apoya en una investigación que la directora, Maru Lorenzo llevó adelante junto a su colega Carla Saccani para ensayar hipótesis escénicas sobre Rosario en la actualidad y usa el recurso del humor para desarrollar temas que en el fondo son dramáticos. Lorenzo contó a El Litoral detalles de la propuesta.
—¿Por qué específicamente se investiga el country?
—La obra nace a partir de una investigación sobre diferentes escenarios de nuestra ciudad. Habíamos hecho un trabajo a partir de un barrio del conurbano rosarino y en contraposición, o para pensar en un escenario bien diferente, elegimos el country. Nos interesó por las características que plantea un espacio que está en condiciones de marginar todo lo que queda por fuera. O de querer separarse y diferenciarse del resto de la ciudad.
—La obra es actual pero, según plantean ustedes, tiene reminiscencias a la década del ‘70. ¿Cuáles son y de qué modo se incorporan a la trama?
—El country “El descanso” que es donde transcurre la historia, es un country fundado en los ‘70. Y los fundadores son los padres de quienes hoy componen la comisión directiva. Así que la trama está muy cruzada con esta cuestión. Hay algunos de los fundadores que están vivos, otros que ya murieron, pero la historia de los personajes está muy cruzada por esos otros que no aparecen pero tienen mucha influencia. Básicamente, los fundadores están todos ligados, por una razón u otra, con la dictadura militar. Eso se va sabiendo a medida que avanza la trama. Es una historia que tiene muchos temas y nudos que se van desenredando. Tiene mucho suspenso, se va desovillando de a poco.
Personajes y metáforas
—¿Qué características tienen los ocho personajes que aparecen en escena y cómo fueron construidos desde la dramaturgia?
—En la dramaturgia trabajamos con la improvisación escénica, en la cual hubo mucho diálogo entre la dirección y los actores. Yo iba interviniendo para hacer avanzar las actuaciones, la construcción de los personajes y los vínculos. Lo primero que apareció fueron los vínculos entre los personajes y a partir de eso fuimos armando la historia. Paralelamente, hicimos una investigación de algunos ejes temáticos, de algunas cuestiones que nos interesaban para poder hacer un aporte a la dramaturgia. Investigamos temas como fertilización asistida, movimiento pro vida, compra y venta de jugadores de fútbol, sadomasoquismo, swingerismo, apropiación de bebés en la dictadura militar. Todo eso iba siendo material, junto a las improvisaciones, para avanzar con la dramaturgia. Luego hubo un período en el cual se terminó el texto y empezamos a montar la obra.
—Plantean que se trata de una obra cien por ciento rosarina, atravesada por “problemáticas sociológicas, políticas e históricas profundas”. De todas maneras, y puesto el argumento a la luz de lo que ocurre hoy en Europa, Estados Unidos y de otros puntos del planeta, que han virado de nuevo hacia posturas más cerradas y nacionalistas, ¿Puede pensarse “Cuna de lobos” como una metáfora más amplia?
—En la obra lo que quisimos hacer fue poner a hablar cierto discurso que notábamos que resurgía en la sociedad y que escuchábamos incluso cerca nuestro, en cualquier espacio. Ese discurso se legitimaba por el gobierno que había asumido (la obra se escribió en 2016). Y creo que ese discurso, como decís, no resurgió solamente en la Argentina, sino que se empezó a legitimar en varios países. Y si, la obra podría ser traspolable a otros escenarios. Tiene muchas referencias a nuestra ciudad y a personajes de nuestra ciudad, pero lo que trabajamos de fondo tiene que ver con la historia de nuestro país y podría reflejar lo que está pasando en otros lugares.
Recorrido
—¿Cuándo se estrenó la obra, qué recorrido tuvo y qué tienen previsto hacia adelante?
—La estrenamos hace dos años y ya hicimos seis meses de temporada. La última función fue en el marco del ciclo teatro por la identidad. Nos gustó mucho hacerla y resignificó muchas cosas. Ahora ganamos el subsidio de Escena Santafesina para gira provincial y estamos muy entusiasmados con eso. Nuestra idea es seguir haciendo funciones en Rosario y por diferentes lugares del país. Esperemos que “Cuna de lobos” tenga larga vida, porque creemos que es una obra que, pase lo que pase en el escenario político y social de nuestro país, es importante no permitir que se sigan legitimando este tipo de discursos.