El compositor santafesino radicado en Bariloche Eduardo Malachevsky presentará una versión de su obra “Canto a la luz”, sobre textos del obispo Enrique Angelelli, arreglada especialmente para la Banda Sinfónica Municipal, junto al Coro Municipal y las agrupaciones paranaenses Mixturas Ensamble y Cantus Firmus. Será esta noche desde las 21.30, en la Sala Mayor del Teatro Municipal 1º de Mayo (San Martín 2020). Esta presentación se realizará en el marco del Festival Internacional Voces en el Camino.
Para esa noche también está prevista la interpretación del clásico “Gloria”, de Antonio Vivaldi, dirigida por el maestro Miguel Gómez, seguida de la reinterpretación en lenguaje tanguero de Martín Palmeri; invitados desde Francia estarán el quinteto de cuerdas Ad Libitum, el bandoneonista Jérémy Vennerau y el ensamble vocal L’Hemiole.
Antes del concierto, El Litoral dialogó con Malachevsky, junto al organizador del festival, Juan Sebastián Barbero, y el director de la Banda, Omar Lacuadra.
—Este concierto es una gran apuesta para el festival.
Barbero: —Esta es la 11a. edición, de a poquito va creciendo: el anteaño pasado tuvimos unas agrupaciones francesas, y este año hizo un cambio bastante grande a como venía creciendo, fue medio brusco. La propuesta este año fue que Mixturas Ensambles y la Camerata Galeana, que lo venían realizando tenían algunos conciertos previstos; y se sumó Canto Libre, con otra propuesta para la misma época, y se juntaron las dos ideas.
Como festival lo enriquece bastante: Bruno Sanches, que es un violeiro brasileño, y una orquesta de Paraguay que es Sonidos de la Tierra, que hace un tiempo que se hizo famosa porque fabrica instrumentos con cosas recicladas (aunque también tienen una trayectoria musical de bastantes años).
—¿Cómo salió la movida de este concierto?
Lacuadra: —Juan es director del Coro Municipal; dentro de la Dirección de la Banda soy director artístico y general del Coro y la Banda. Hace un año y medio que estamos como nueva gestión, por la jubilación del maestro Juan Rodríguez; buscamos ampliar los horizontes, por eso trajimos a Gustavo Fontana la otra vez. Queremos abrirnos a nuevos compositores, directores. La idea en los inicios fue mantener un director estable siempre, en una propuesta que fue cambiando. Nosotros junto a Víctor Malvicino vinimos con otra idea: hacer más lo que se hace en Europa y en las orquestas sinfónicas; tener el enriquecimiento que le dan los compositores y los directores de banda. Es muy específica la dirección de banda: no es lo mismo que la orquesta, por los instrumentos que se manejan y el sonido que se quiere lograr.
Yo también toco en la Orquesta de Entre Ríos, y Eduardo vino a hacer esta obra pero en versión coral-orquestal. Esta versión de ahora es original para banda, y está dedicada a la Banda Municipal. A Eduardo lo conocía de lejos, y cuando Juan me dijo que lo conocía, salió todo.
Para nosotros es un orgullo. Además hay muy pocas composiciones para banda y coro (originales, siempre hay adaptaciones); pero en estos últimos años la composición para bandas aumentó terriblemente, hay más obras que para orquestas.
—¿De dónde sale el estímulo?
Lacuadra: —Las bandas empezaron a tener una preponderancia inusitada. La orquesta ya viene desde hace mucho tiempo con una estructura, y es más difícil componer para orquesta; en el sonido de la banda tenés para explorar distintos tipos de música. Los compositores se están volcando a escribir: Europa es increíble, en Estados Unidos es increíble la cantidad de bandas, en las escuelas tienen bandas, y eso se está contagiando.
Trabajamos en la Escuela de Música Nº 9901, en la cual tenemos niños y jóvenes, y hemos ido relacionándonos con la Argentina y el exterior: estamos en contacto con compositores y directores para que vengan. Hay todo un movimiento increíble en países como Venezuela o Colombia, donde hace diez años había diez bandas y hoy hay 1.200. De Venezuela vinieron a Trombonanza ocho trombonistas seleccionados de gran nivel. Están estudiando y ya están tocando.
—¿Cuántas versiones tiene el “Canto a la luz”?
Malachevsky: —Tiene varias. Originalmente surgió en 2006: Adicora (Asociación de Directores Corales de la Argentina) hace dos encuentros de directores por año, y se hizo uno en La Rioja. Me invitaron a mí y a un compositor argentino que vive en España (Dante Andreo) para presentar un aporte creativo como compositor (soy director y compositor, esta vez me convocaron en esta faceta). Pensé en hacerles un regalo, componiendo una obra con poemas de Angelelli; había leído sus poemas años atrás. “Además de charlar y compartirles mi aporte creativo coral, les compongo algo”.
En general mis obras son complicadas; al Coro Polifónico de Santa Fe, que es profesional, les costaron, aunque el concierto fue muy satisfactorio. Por eso en este caso pensé algo más fácil, componer algo no “de taquito” porque no me va, pero que sea más accesible. Compuse con texto de Angelelli este “Canto a la luz”, para coro a ocho voces, piano y (como lo hice con aire de vidala, a pesar de que tengo más tradición europea) caja chayera y bombo legüero.
La presentamos y al poco tiempo Santiago Ruiz, un director de Córdoba me pidió una versión con cuerdas. Me encantan los desafíos y la hice. La iba a estrenar él con el Coro de la Cantoría de La Merced, que es muy bueno; finalmente la estrené yo, con mi coro de Bariloche, y después el director de la Filarmónica de Río Negro, Martín Fraile, me pidió una versión para orquesta; él me cedió la batuta y en diciembre hice el estreno junto con otra obra que compuse para una Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes.
Juan me propuso hacer una versión para banda, cuando vine hace dos meses: la hice en diez días. Me encantan los desafíos y escribir para distintas formaciones, como dijo Omar, a uno lo exige. Primero a conocer cosas nuevas, meterse en la instrumentación: nunca había compuesto para un eufonio. Cada estructura instrumental tiene su riqueza, y para el compositor es un desafío gratificante: es una suerte de juego inteligente. En base a la versión orquestal cambié algunas cosas; el coro lo mantuve porque sabía que eran los mismos coreutas y no complicarlos. Cuando la hicieron en Entre Ríos con (Luis) Gorelik lo hicieron muy bien: estoy muy agradecido con Juan, porque se armó un grupo interesante.
—¿Cuál era la formación coral?
Barbero: —Mixturas Ensamble y Cantus Firmus, ambos de Paraná, y la parte masculina del Coro Municipal; ahora va a estar el Municipal completo.
Malachevsky: —Mi obra lleva 80 músicos, más 50 de la Banda, más el grupo instrumental de Martín Palmeri.
—Venías trabajando textos de Tagore, muy espirituales, pero este texto de Angelelli es más pastoral.
Malachevsky: —Sí, pero la segunda parte en realidad está dedicada a los desaparecidos de la dictadura. Tiene mucho de espiritual: la parte final para mí es una oración: hay un leitmotiv que dice “voy buscando la luz”, y en toda esa última parte hago cantar al público. Todos participan, se convierte la obra en una liturgia, en una búsqueda de luz. Simbólicamente, se cierra con una lucha entre la luz (representada por el coro) y las fuerzas del mal (encarnadas en los bronces, que son como un perro que está mordiendo). Termina con un golpe de gong, que simboliza el ascenso a los cielos de los desaparecidos: la liberación de ese sufrimiento. Lo último es un golpe de timbal, tuba y clarinete bajo en una nota disonante: ahí le clavo el cuchillo a la muerte, la mato.