El resultado electoral de este domingo terminó de sepultar las expectativas del oficialismo nacional de acceder a una chance de permanecer en el poder, jugándose todas las cartas a un balotaje que finalmente no tendrá lugar. La contundencia del triunfo de Alberto Fernández, que por el solo hecho de superar el 45 % ya tenía garantizada la consagración en primera vuelta, independientemente de la performance de su principal competidor, definió la cuestión más temprano que tarde. Y esa es, indudablemente, uno de los aspectos a destacar de la jornada.
En primer lugar, la espera hasta las 21 -matizada con proyecciones, encuestas a boca de urna, “ventajas” analizadas y comentadas- se vio recompensada con datos oficiales certeros y suficientes: nada menos que un 65 % de las mesas escrutadas. Con el correr de los minutos, el porcentaje creció sostenidamente y permitió que, alrededor de las 22, los argentinos ya supiesen quién va a ser su futuro presidente.
También lo advirtieron sus competidores, que en algunos casos salieron a felicitarlo antes de esa hora. Y para minutos después, ya lo había hecho el presidente de la Nación, Mauricio Macri. Lejos de la crispación posterior a las Paso, el mandatario reconoció cabalmente la derrota y anunció que ya había llamado por teléfono a quien será su sucesor, y que incluso lo había invitado a desayunar hoy en la Casa Rosada. Por convicción o impostura, con sinceridad o apremiado por la necesidad de calmar a los mercados, Macri asumió un discurso y una postura claramente conciliadores y democráticos, e hizo profesión de fe en atención a una transición ordenada.
La misma que, en tono más desafiante, Cristina Fernández le advirtió que debe mantener como tal, “porque los presidentes lo son hasta el último día de su mandato”, luego de avisar que “Alberto es presidente de todos los argentinos” -una condición que nunca pareció haberle reconocido al propio Macri.
A su turno, Fernández volvió a remarcar la responsabilidad del actual mandatario, pero reveló que había aceptado el convite para esta mañana, así como su disposición a “colaborar” en el interín.
Más allá de estos gestos de buena voluntad, hay otros que abonan el terreno para la necesidad de la conciliación, además de la gravedad de la crisis. El futuro de Cambiemos podrá estar encerrado en alguna medida por un signo de interrogación, pero también se encuentra apuntalado por la gran elección realizada en muchos distritos -Santa Fe incluída-, el notable repunte desde las Paso y el hecho de que contará con una amplia representación parlamentaria.
Con los resultados a la vista, es indudable que la grieta se tragó las elecciones. Por amor o por espanto, la clase política tiene ahora la oportunidad de tender sobre ella el puente de la democracia.