Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Acorde a los sueños que cuento, con acordes de guitarra española, de rasgueos y punteos, de escalas que suben y bajan, de zapateos y palmas, de vestidos de volados a lunares.
Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Acorde a los sueños que cuento, con acordes de guitarra española, de rasgueos y punteos, de escalas que suben y bajan, de zapateos y palmas, de vestidos de volados a lunares y de ojos alunados que vuelan, del “cantaor” con floritura espesa y un buen colocado “olé”, pero así como al pasar, sonando hasta desdeñoso, como que había que ponerlo ahí... pero no; las cosas en la música flamenca están en el sitio que deberían estar. Así es el “cante jondo” -la canción profunda- tan profundo es su canto que las haches -hiper aspiradas- se pierden en la espesura de la voz para convertirse en jotas, y el “tablao” se llena de vida, y los “olés” repiquetean por cada rincón, porque el palo es bulería y la fiesta se hace mucha, y las morenas gitanas de renegridos cabellos firmemente atados y rematados en una flor imposible por su hermosura, entran en un extático jaleo de baile y palmas.
“Soñé Jondo” llamaría a mi Peisadilla semanal, porque mis sueños son profundos, porque mis haches y mis jotas son aspiradas, porque le hago un esquive a lo bajoneante, una certera gambeta esperando el “óooole” de aquellos que disfrutan de leerme, porque espero el zapateo repiqueteado y el sonar de las palmas sincopadas. Porque la banda de sonido de mi vida también está plagada de música flamenca. Y aunque Julio Iglesias se olvidó de vivir, yo me acordé para no olvidar lo que es vivir.
En el año ‘74, persiguiendo los sueños (cuándo no) y evitando futuras pesadillas, partí para España. España en esos días, estaba viviendo lo que ellos llamaron la “Apertura” -que no era tal- y Franco vivía una flebitis; éste fue el primer síntoma de la caída del régimen. Hospitalizado, anciano y con dificultades para caminar por su enfermedad, delegó el poder en el Príncipe Juan Carlos, pero por un momentito nomás, se sabía que a Franco le gustaba tomar las decisiones y mandar él solito (él y sus várices), y como tampoco se fiaba de nadie, desistió de la decisión de haberle otorgado la jefatura del estado a su peón y volvió a ser el mandamás. Por esos días, en las postrimerías del otoño madrileño, explotó en el Café Rolando una bomba que iba dirigida a la estación policial que estaba al lado, pero se llevó a 12 personas, todos civiles, y a más de ochenta heridos, pero sin un rasguño al cuerpo policial.
Faltaba poco más de un año para la muerte de Franco y la apertura era solo un nombre que se usaba para afuera, puerta del sol adentro se decía “no queremos apertura, solamente mano dura”.
El destino me dejó en Cataluña, lejos de los últimos disparos del régimen Franquista, primero en Barcelona, y después en Tarragona; rajando de la gran metrópolis en donde también los ecos de esos disparos crispaban los nervios de los catalanes que no eran muy amigos de los madrileños y mucho menos de la orgullosa idiosincrasia capitalina madrileña.
Cambié el arrullo siestero de santafesina senectud por las luces reposadas en el mar Mediterráneo.
Al principio no fue fácil, muchos argentinos llegaban escapando de la incipiente dictadura, muchos eran jóvenes profesionales, músicos y chicos que escapaban del “palito de abollar ideologías” como maravillosamente lo dijo Quino en boca de Mafalda.
Charo Graells, hija de los dueños del antiguo Cine Mayo, ahora Solar de Mayo, era la esposa de Ramón Segura, quien era el responsable del catálogo internacional de artistas del sello discográfico Ariola Eurodisc; gracias a ese contacto, a las setenta y dos horas de llegar a Barcelona ya tenía mi primer trabajo.
Y tuve ese conchabo por esas cosas de la vida, por los conocidos de aquellos ciudadanos del mundo, o el de haber estado tantos años en los medios de Santa Fe; y obviamente con mis locas ideas a cuestas y con esa curiosidad artística que me llevaron a comprar, apenas pisado el suelo español (Canarias) unos 20 kilos de diarios y revistas que devoré con ansias de fisgón innato durante casi dos días seguidos. Seguramente fue por todo eso, y también por otras cosas más, pero cuando estuve frente a Tato Escayola, que era el director artístico, me miró con esa mirada del que sabe que tiene los ases en la manga: “Y tu argentino ¿a quién conoces del medio artístico y musical de España?”, con falsa y mal disimulada humildad vomité en auténtico argentino dialéctico todo lo que tenía para enrostrarle y convencer a mi interlocutor que era más español que el príncipe Juan Carlos y más informado que el popular y gran periodista Joaquín Soler Serrano... Alegremente estupefacto largó una risotada y me miró con ojos de amigo y me dijo que estaba contratado como Relaciones Públicas y Manager Press del catálogo de artistas consagrados en Europa y que pertenecían al sello. Mi laburo consistía en ir a todas las radios de Valencia y principalmente Cataluña e islas Baleares a promocionar los artistas y que los “Monta Discos”, previo intercambio de material discográfico, debían pasar de manera más “solícita” y repetitiva a ciertos artistas o singles. También llevaba a los mismísimos artistas para que hicieran notas de prensa y difusión, artistas de la talla de Camilo Sesto, Jairo, Luis Aguilé, Emerson, Lake and Palmer, Leo Sayer, Creedence Clearwaters Revival, Ella Fitzgerald, y muchos otros.
Pero los efluvios del pasado se disipan dejando el rastro del presente incordioso de nuestra tan latina américa. La realidad de estos aciagos días, de golpes y no golpes, de presidentes que se van y otros que vienen, de presidentes que se sacan y presidentes que se ponen, de derechas y de izquierdas, de lo mío y de lo tuyo, de nosotros y de los otros...
Es tiempo de reflexionar y de evitar tanto “Tole Tole” para empezar a ser más tolerantes. Hoy es el “Día internacional para la Tolerancia”. Sepamos respetar a los demás, mucho más.
Palmas, zapateo, que por las casas de los Ortega canta Sabina: “Tan vecinos y tan lejos, verte y no verte. Tan jóvenes y tan viejos, muera la muerte”.
“Soñé Jondo” llamaría a mi Peisadilla semanal, porque mis sueños son profundos, porque mis haches y mis jotas son aspiradas, porque le hago un esquive a lo bajoneante, una certera gambeta esperando el “óooole” de aquellos que disfrutan de leerme, porque espero el zapateo repiqueteado y el sonar de las palmas sincopadas.
En el año ‘74, persiguiendo los sueños (cuándo no) y evitando futuras pesadillas, partí para España. España en esos días, estaba viviendo lo que ellos llamaron la “Apertura” -que no era tal- y Franco vivía una flebitis; éste fue el primer síntoma de la caída del régimen.