El documental de Alejandro Bercovich sobre las políticas del FMI se estrenó en la Feria del Libro Nacional y Popular (con continuidad en Cine América). El Litoral dialogó con el periodista para saber más sobre su mirada acerca de un tema hoy candente.
Gentileza Prensa ?Fondo? Las recetas del Fondo : Bercovich usa el imaginario gastronómico para ilustrar una dieta económica con mucho de tóxico.
El sábado, en la Feria del Libro Nacional y Popular, Pedro Saborido (quien tiene una participación especial) vino para presentar “Fondo: otra vez la misma receta”, documental dirigido por el periodista Alejandro Bercovich que sigue en cartel en Cine América.
El Litoral dialogó con el autor para conocer más sobre el proceso de gestación y las motivaciones del filme, un aporte a la discusión de un tema de actualidad.
La cocina
—¿En qué momento decidiste que había que hacer este documental?
—El documental se fue haciendo solo durante todo el último año y medio. Lo que sí fue un momento de decisión después de que el gobierno anunció que iba a acudir al Fondo Monetario: a las dos o tres semanas fue el único reportaje que concedió Christine Lagarde a un medio audiovisual argentino, la entrevista que le dio a PPT (“Periodismo Para Todos”) por Canal 13.
Ese fue el momento en que decidí, cuando estaba viendo esa entrevista: por lo concesiva, por cómo le blanqueaba la trayectoria al Fondo y le lavaba la cara a Lagarde; me pareció tan vergonzante que lo llamé a Claudio Martínez (que después fue el productor general de esta película) y le dije: “Claudio, tenemos que ir a Grecia: no sé de dónde vas a sacar la plata, pero tenemos que ir a mostrar lo que hizo el Fondo en los últimos lugares donde estuvo”.
—¿Cómo salió la idea de darle un encuadre “gastronómico”, con la participación de Juan Braceli?
—La idea de usar la metáfora de “las recetas del Fondo” y convertirla en un viaje gastronómico-culinario fue de Hernán Vanoli, guionista de la película junto conmigo, y una de las plumas (para mí) más talentosas de esta nueva generación. Un escritor muy groso que publicó grandes novelas como “Cataratas” o “Pinamar”, y que trabajó junto conmigo en hacer digerible (valga el adjetivo) esto: una película no sólo sobre economía sino específicamente sobre el Fondo Monetario Internacional. El objetivo es que sea una película para todos y para todas, y por eso tratamos de desplegar la mayor cantidad posible de recursos pedagógicos y de estilos artísticos.
—¿Cómo fue la escritura del guión?
—Eso fue un laburo que hicimos a cuatro manos con Vanoli, iba y volvía el guión entre él y yo. Además tuvo la particularidad de que lo hicimos después de los tres viajes, con lo cual el material documental ya estaba, y lo que hicimos fue darle la forma de película y el hilo narrativo ya conseguidos los testimonios. Eso lo hizo doblemente desafiante, y también habla de la creatividad de Hernán, que se subió a lo que hasta ese momento era una cobertura periodística televisiva y lo convirtió en una película.
Tierras lejanas
—Tus viajes por Grecia y Portugal (junto a tu paso por la sede del FMI) se habían visto por televisión. ¿Cuánto cambió tu cabeza ver esas experiencias de cerca?
—La experiencia de Grecia me impactó mucho, porque nunca pensé que en un país europeo se iban a ver escenas como las que vi: una cantidad de gente pidiendo en la calle, algo que sale como un fogonazo en la película en un momento pero que vale la pena destacar, que es que en Grecia hay un sistema de combis que va recorriendo las plazas con lavadoras automáticas de ropa y cargadores en gran cantidad, para que los homeless vayan y laven su ropa y carguen sus celulares. Esto es una pobreza del siglo XXI que me impactó muchísimo. Lo mismo la destrucción del parque edilicio: a los diez años de crisis ya empieza a notarse en las fachadas de los edificios, y es lo que se ve en Grecia. Muy impactante.
Me marcó, por supuesto, y también ver el contraste con Portugal, que es otro país periférico de Europa, parecido (del mismo tamaño, la economía similar) pero que se convirtió en el que más crece después de que abandonó la receta del Fondo. Eso es algo que sería difícil de imitar acá, porque ellos tienen el Banco Central Europeo detrás, porque tienen por supuesto otro entorno monetario, al manejar el euro como moneda, y porque también parten de un ingreso per cápita superior. Pero sí sirve como experiencia el ver que se puede abandonar la receta, que no hay un único camino como nos dicen ellos todo el tiempo.
—Un tema tan amplio implica el riesgo de abrir muchas ventanas o ponerse conceptualmente denso. ¿Cómo llegaste a una síntesis que sea didáctica sin perder lo central?
—No sé si llegué a una síntesis tan didáctica, pero lo seguro es que queríamos hacer foco en el Fondo. Y eso nos permitió hablar de algunos mitos que la ortodoxia inocula en nuestro sentido común, para hacernos razonar como ellos y mercantilizar las relaciones sociales o metaforizar de tal manera que hagamos naturales ciertas relaciones de poder o ciertos sometimientos de clase. Pero eso no nos tenía que llevar a hablar sobre cualquier cosa de economía.
El ancla que tuvimos fue que todo tuviera que ver con el Fondo, y por eso también cuando nos preguntan si recortamos caprichosamente la historia, si pusimos determinado gesto y otro no, o si mencionamos a un gobierno y a otro no, lo que respondemos es que el foco está en el Fondo: no está ni en (Raúl) Alfonsín, ni en (Juan Domingo) Perón, ni en el kirchnerismo, ni en el menemismo. Es un sobrevuelo de las relaciones del Fondo con la Argentina, donde por supuesto: todas esas épocas tuvieron un costado importante, pesaron, pero corríamos ese riesgo de irnos por las ramas.
Camino propio
—¿Cómo se financia un proyecto así en tiempos en que es más difícil producir cine?
—El financiamiento clave fue el de la Fundación (Friedrich) Ebert, sin eso no habríamos podido hacer la película, o no la habríamos podido hacer de esta manera pero ni por lejos. El apoyo de la Ebert fue decisivo en ese sentido. También hubo mucha gente que se acercó desinteresadamente a poner guita: hubo gente que incluso me vino a ver con plata en el bolsillo, en dólares (risas), porque se sentían agredidos por esta política económica. Uno de ellos me dijo: “Siento la necesidad de participar en esto, porque me enteré de lo que estás haciendo, y siento que si no lo hago voy a ser un espectador pasivo de mi propia bancarrota”.
Esos empresarios que tuvieron conciencia de que esta política económica, la del Fondo Monetario y la de (Mauricio) Macri los estaba haciendo mierda, también se acercaron y se sintieron parte de esto. Fueron un par, pero la verdad que me impactaron muchísimo: eso habla también de que hasta qué punto hay clima y madurez suficiente para dar una discusión como ésta, profunda; y hasta qué punto nos perjudicó a todos la austeridad, el ajuste y el sometimiento a designios extranjeros como los que se expresan en el Fondo.
—¿Por qué carriles alternativos están haciendo la distribución?
—La distribución es lo más difícil: es lo que más está costando. Es una tarea que realmente no sabía que era de tal dimensión, que era tan difícil que se viera simultáneamente en todo el país, que se viera en lugares con horarios más o menos aceptables. Lo hicimos de manera bastante atropellada, por el hecho de que se precipitó todo y quisimos salir lo antes posible. Pero estamos conformes porque hay mucha demanda de la gente y es mucha la gente que pide ver la película desde distintos puntos del país: en la medida que podemos respondemos, y así es como estamos felices de haber estrenado en Santa Fe.
Ahora me la pidieron de Gualeguaychú, en Rosario fue el primer lugar adonde fui: hay mucha gente interesada en el Litoral, y lamento mucho no haber llegado a las ciudades donde todavía se quejan, pero esperamos pronto atenderlos a todos.
Nuevos tiempos
—Abordás dos etapas en la historia del FMI: la fundacional de posguerra, con la hegemonía del dólar, y una segunda donde se profundiza la dependencia a través del ciclo de repago de deuda privada. ¿Ves en ciernes una tercera etapa relacionada con la nueva estructura económica generada por el eje China-Rusia?
—Sí, me parece que el Fondo va a seguir operando como una caja de resonancia de los intereses estadounidenses, pero a la vez China y Rusia ahora forman parte del Fondo, no como en la era soviética. Eso probablemente fuerce a una convivencia tensa como la que se expresa también en el Consejo de Seguridad de la ONU. De todos modos por su composición accionaria, por su historia, por quiénes lo integran, es clarísimo que la impronta originaria del Fondo, de (los acuerdos de) Bretton Woods, va a seguir; y que va a resistir todo lo que pueda la emergencia de este nuevo eje.
Pero como todo en la diplomacia internacional a tan alto nivel no hay nada brusco, todo se mueve de a poquito. En todo caso, esas tendencias se pueden detectar en décadas: mientras tanto el Fondo sigue siendo el Fondo, y funciona especialmente en las regiones donde Estados Unidos quiere mantener su hegemonía, que son África y Latinoamérica. En el sudeste asiático, justamente su primer gran papelón global (el de la crisis asiática) lo expuso a que esos países se organizaran financieramente en torno a la Iniciativa de Chiang Mai, que es como un Fondo Monetario asiático, donde China y su diplomacia del yuan tienen mucho que ver también.
Me imagino que no deben querer perder eso, y que les debe haber “fruncido” un poco la aparición del Banco del Sur como idea cuando surgió; pero fue tan desorganizado el proceso latinoamericano que hizo que no prosperara.