Una cosa es evitar que un jubilado tenga que tirarse al piso por el producto más barato, como graficó Elisa Carrió. Otra es ordenar porciones de marcas y corporaciones en un país donde la libertad de comercio es constitucional y la regulación populista un dispositivo retorcido, diseñado para defraudar sus propósitos.
Hay 2 mil puestos menos de trabajo en la industria de la alimentación de grandes empresas. Molinos, Arcor, SanCor... por distintos motivos están en rojo y el Legislativo busca ponerles limitaciones en sus canales de venta. Inútil. No habrá tal cosa como un ejército de inspectores midiendo con un centímetro las porciones de estante asignadas según marca y procedencia, en todo el país.
Además no es una cuestión de “tamaños”. Coca Cola tiene presencia dominante, pero incluso la multinacional tuvo que diversificar su oferta porque lo que manda no es la norma sino el consumidor, que ya no quiere tanta azúcar. Y que por razones de bolsillo -no de soberanía Nac&Pop- está comprando menos las primeras marcas en las grandes cadenas y más en bocas de “aproximación” barrial.
Las cervecerías industriales dan batalla ante las “artesanales”; reparten heladeras a los comerciantes más chicos y diseñan “promos” a los vecinos del barrio que buscan una satisfacción espumosa en un país complicado. Y están “los chinos” y sus vinos baratos, que obligan a las grandes cadenas a fidelizar con tarjetas y descuentos especiales. Y las verdulerías que proliferan en la crisis con mejor precio y alimento más sano.
A cada quien lo suyo, con la competencia que sirve. ¿O vamos a un país que regulará otra vez el asado? Se va a encarecer porque los chinos se están comprando todo lo que tenga cuatro patas. A menos que vuelva el “asadito feliz”, a costa de los dólares que el país necesita. No se reparten mejor los huevos (el asado) matando a la gallina (el stock ganadero).
No todo lo que suena popular lo es... sobran las demagogias. No hace mucho alguien se quejaba porque en el país -corsi e ricorsi- “los supermercados rebosaban de mercaderías de primera marca. Ahora aparecen y proliferan marcas que nadie conoció, la Pindonga, el Cuchuflito”... ¿no son las grandes marcas las oligopólicas?