Por Patricia Severín
Estos breves poemas están logrados cuando pueden apresar esa Belleza o esa Verdad que trasciende el momento, pero que sólo puede ser captada en ese preciso momento único e irrepetible.
Por Patricia Severín
Zunilda Gaite dice: “El monte entrega/ su corazón al fuego/ en la sequía”. Elegí este poema aunque hubiese podido elegir cualquier otro en este encadenamiento de formas niponas que se suceden en el libro. Y lo elegí para mostrar cómo en esta brevedad de líneas, se puede provocar un sortilegio al ser leído: “El monte entrega/ su corazón al fuego/ en la sequía”.
Lo que voy a decir no es nada que se refiera a la manera de cómo están tejidas estas formas del Hokku, Senryu, Haiku, Muki Haiku, sino a lo nuclear que se desprende de “Sentido del silencio”.
Estas formas confluyen para dar como resultado una poesía que se basa en el asombro y la emoción que provoca la contemplación de la naturaleza. Es una sutileza contemplar la magnificencia que nos rodea y ver cómo se desprende de ella una aureola de luz para poder ser admirada. De éste modo descubrimos el Paraíso del mundo y dejamos atrás el Valle de Lágrimas. Eso es a lo que nos lleva esta poesía: admirar el flujo de hermosura que nos rodea: un árbol, una flor, el río, un ave.
En general, los verbos están aquí de más, pues casi no hay movimiento, el poeta CONTEMPLA: la idea es captar una imagen inmóvil y la emoción que ella provoca. La regla siempre es la simplicidad y, muy a menudo, “los más hermosos versos son los que dan el salto en el tercero, allí donde los dos primeros hacen de introducción”.
Se van enlazando, una detrás de otra, estas pequeñas perlas, cada poema de tres versos, sin rima ni títulos, sólo señalados con números romanos y en un mismo pie de igualdad.
Estos breves poemas están logrados cuando pueden apresar esa Belleza o esa Verdad que trasciende el momento, pero que sólo puede ser captada en ese preciso momento único e irrepetible.
Los tres versos en los cuales se plantean, condensan y sintetizan una expresión de admiración ante lo que se presenta a los sentidos, que no es ni un banquete ni un sonido, sino el SILENCIO.
El silencio que todo lo abarca, y por el cual nuestra alma ingresa y se impregna de la contemplación. El alma se desnuda cuando reconoce la Belleza, y esa impronta se graba en ella y provoca una cierta certeza de Verdad. Nuestro interior se libera, se produce un orden en medio del caos, cesa el ruido, el estrépito, y el silencio es la calma que navega dentro de nosotros. Es por eso que esta poesía se recomienda como una forma de sanación, para asumir nuestra fragilidad y lo efímero de la vida. Según los teóricos, favorece la conexión con uno mismo, cuando el alma cansada comienza a ver que hay mucho fuera de sí que puede volver a colocarla en su sitio; y así como los ojos de un niño ven con descubrimiento e inocencia, podemos dejar lo cotidiano y ordinario para pasar a lo mágico y trascendente, apagando el rumor, el run run del pensamiento y quedarnos sólo con la emoción de lo observado. ¿Es entonces cuando miramos al mundo a través de esa gota, de esa pequeña perla? Sí, lo es, esa fragilidad que, sin embargo, vuelve una y otra vez, parecida pero diferente, para quedar conectadas a ese momento fugaz y asumir una perspectiva distinta, más intensa, más luminosa. El alma se desnuda, no para contar sus más arraigadas intimidades, sino por el contrario, para tomar, aprehender la verdad, la belleza circundante, y poder alabar la magnificencia de lo creado.
Es la alegría la manifestación visible de la felicidad. Por eso la práctica de estos versos se emparentan con el Zen, que aspira a la iluminación como reveladora de la Verdad. Pero para que esta epifanía suceda, debemos primero abrirnos, ser tan receptivos como una vasija que incorpora el alimento, el agua, la luz, así podremos capturar el instante, porque estaremos tomando consciencia del mundo exterior y de nosotros/ nosotras mismas. Ralentizamos nuestros movimientos, nuestras acciones, dejamos de lado el fluir de lo cotidiano para que ingrese al alma la paz, la calma, la compasión, y que el amor se conjugue con lo que nos rodea. Tal es el poder de estas breves pero contundentes formas.
Zunilda Gaite capta ese instante fugaz, le da forma en tres versos y crea la eternidad del instante contemplado. ¿Sabemos entonces cuál es el sentido del silencio? ¿Ese silencio desacostumbrado en nuestra sociedad, nuestro mundo veloz, en donde impera el ruido y la urgencia? Un ruido que aturde y no nos deja escuchar/escucharnos. La poeta sabe cómo detenerse y descubrir estas perlas que hará resplandecer en las palabras, esas hebras luminosas que el silencio trae, que la naturaleza regala.
El “Sentido del silencio” nos habla de la madurez poética de Zunilda Gaite, en esta celebración amorosa en la cual conjuga su amor por la montaña, la llanura, el mar, y también el valor de la vida, en estos originales
Estos breves poemas están logrados cuando pueden apresar esa Belleza o esa Verdad que trasciende el momento, pero que sólo puede ser captada en ese preciso momento único e irrepetible.
El alma se desnuda cuando reconoce la Belleza, y esa impronta se graba en ella y provoca una cierta certeza de Verdad. Nuestro interior se libera, se produce un orden en medio del caos, cesa el ruido, el estrépito, y el silencio es la calma que navega dentro de nosotros.
Fuentes:Haiku, poesía japonesa para liberar las emociones por Valeria Sabater
Los mejores haikus de Matsuo Basho (y lo que puedes aprender de ellos), por Carles Roselló