Hay mucha gente que tiene mucho y no tiene nada. Hay otros que son felices con poco. No se trata de cantidades, sino de actitudes. Del hambre y las ganas de comer.
Archivo El Litoral Jorge Drexler no habla de lo que él pierde, sino de lo que su pérdida representa para el otro.
Recuerdo que hace algunos años conversé con un amigo editor sobre la idea de escribir un libro que se llamase “Todo lo que usted siempre quiso saber de psicoanálisis y nunca se atrevió a preguntarle a Jorge Drexler”. Es que las canciones del cantautor uruguayo son una vía privilegiada para exponer de manera sencilla algunas ideas que los analistas consideramos fundamentales.
Por ejemplo, la castración. ¡Qué difícil es explicar esta noción sin que parezca que a uno lo quieren mutilar! Sin embargo, Drexler lo explica maravillosamente cuando en su canción “Guitarra y vos” dice: “Uno sólo conserva lo que no amarra”. Esta frase podría aplicarse a diferentes situaciones para dar cuenta de qué entendemos los analistas cuando hablamos de una pérdida que es constitutiva, para el caso, cuando una familia se forma a partir de otra familia.
El pasaje de la endogamia a la exogamia no es como ir de adentro a afuera. Una familia nace en otra familia, en su interior, y sólo así adviene lo exterior. Para eso es importante que los padres de alguien adopten a su yerno o nuera, sólo así, con ese nuevo hijo o hija se pierde al otro. Porque esa pérdida es una ganancia, como dice la canción de Drexler. Quienes no transitan este movimiento suelen quedar detenidos en falsas divisiones: mi familia de origen o la actual (histeria), mi familia de origen y la actual (obsesión). Es algo habitual, como lo muestran aquellos que se infantilizan en espacios familiares o se pelean con sus parejas respecto de formas de crianza (en lugar de aprender de a dos) o no quieren acompañar a una reunión de la “otra” familia o reprochan actitudes familiares del otro, etc.
Esta frase permite entender también una particular actitud, que se refleja en la expresión común “comerse los ahorros”. Denota una inhibición: porque el que no quiere comer, no puede actuar. Dicho de otro modo, se trata de algo que no se quiere hacer, con una consecuencia paradójica: lo que se tiene no se puede usar; por lo tanto, no se tiene. De esta manera, no comerse los ahorros implica la represión de una pulsión voraz. Es una posición plenamente incorporativa. Es lo que le ocurre a muchas personas que reciben herencias y quedan paralizados. La incorporación es una forma oral de rechazar la castración. Porque estar castrado quiere decir que para tener algo hay que perderlo. ¡Es como dice Drexler! Hay mucha gente que tiene mucho y no tiene nada. Hay otros que son felices con poco. No se trata de cantidades, sino de actitudes. Del hambre y las ganas de comer.
Por otro lado, hay una canción de Drexler que tiene un verso que me hizo pensar: “Perderme, por lo que yo vi te rejuvenece”. Remite al hecho habitual en que, después de una separación, las mujeres suelen ponerse muy lindas. Eso dice el sentido común y Freud estaría de acuerdo: lo explicaría a través de la identificación que, tras la pérdida, hace que alguien asuma ciertos rasgos del otro. En particular, varones suelen quejarse de que ellas están mejor... Lo cierto es que esa supuesta mejoría se basa en que, identificadas con ellos, se convierten en dobles espec(tac)ulares que pueden admirar: en la pérdida, el varón se ama a sí mismo en la nostalgia, por eso se vuelve celoso (quizá como nunca antes lo fue). Ejemplos abundan: todos nos hemos llevado de una relación cosas que antes no nos gustaban, un par de discos, algunas ideas que pasaron a ser parte del núcleo más íntimo de nuestra identidad. Por eso me gusta que Drexler no hable de lo que él pierde, sino de lo que su pérdida representa para el otro y el fastidio de que ella opte por ese tratamiento de la libido doliente que es la identificación. Ahí no hay duelo, sino melancolía. Y nada rejuvenece ni hace más hermosa a ciertas personas que su inclinación a la tristeza.
Lo último que me interesa de la canción de Drexler es el sujeto, ese extraño “por lo que yo vi” que aparece cuando ya no es posible volver a verse, esa visión en pasado, perdida, que muestra que más que un amor lo que se perdió fue la mirada, la causa de un deseo de ver que, por lo visto, es difícil duelar. Sin duda no es algo ocasional, la mirada en Drexler, sino que es la forma de erotismo que habita en todas sus canciones; lo demuestran canciones como “La huella de tu mirada”, el estribillo “¿Qué es lo que viste en mí?” y el verso “Quisiera verte girando y mirándome mirar”. Esa mirada que vuelve sobre sí misma, que coincide con la del otro, es el goce curioso de Drexler.
Hay mucha gente que tiene mucho y no tiene nada. Hay otros que son felices con poco. No se trata de cantidades, sino de actitudes. Del hambre y las ganas de comer.
“Perderme, por lo que yo vi te rejuvenece”. Remite al hecho habitual en que, después de una separación, las mujeres suelen ponerse muy lindas. Eso dice el sentido común y Freud estaría de acuerdo: lo explicaría a través de la identificación que, tras la pérdida, hace que alguien asuma ciertos rasgos del otro.
Lo cierto es que esa supuesta mejoría se basa en que, identificadas con ellos, se convierten en dobles espec(tac)ulares que pueden admirar: en la pérdida, el varón se ama a sí mismo en la nostalgia, por eso se vuelve celoso (quizá como nunca antes lo fue).