El gran problema de Colón es futbolístico. Lo fue y lo es. Ayudaron algunos resultadosen la Sudamericana, varios de ellos como consecuencia de las definiciones por penales en las que aparecía la gran y desequilibrante figura de Burián. Pero en los 24 partidos que jugó Colón en el semestre, hasta ahora, la realidad fue que casi todos los equipos jugaron mejor que Colón. Sobran los dedos de la mano para encontrar, en esos 24, algunos partidos en los cuáles haya jugado mejor que el rival. Cuesta mucho. Incluso, hubo partidos como el de Estudiantes, donde el resultado no condice con el trámite. Colón jugó un partido futbolísticamente mediocre ante Estudiantes. Pero el fútbol tiene esas cosas, a veces resulta “cruel” con el que intenta, con el que ofrece algo distinto y una ráfaga o esos famosos detalles, terminan definiendo el resultado. Colón se valió de eso, de cinco minutos de errores y desconcierto de Estudiantes, para dar vuelta un partido que estaba perdiendo en todos los niveles, el del juego y el del marcador. La realidad y la justicia lo golpeó en el Amalfitani: Vélez fue más y esta vez hubo un resultado final a tono con el juego.
Lavallén dice que él ve respuestas positivas en los jugadores. Entonces deberá evaluar si sus estrategias están acorde con lo que se puede y lo que se debe hacer. 1) Contra Vélez confesó que quiso tapar a Gago y Gago manejó la pelota. 2) Armó un esquema defensivo y a los 26 minutos perdía 2 a 0. 3) Puso cinco volantes y lo que menos hizo fue tener la pelota. 4) Si la idea era defensiva, hubiese jugado con cinco defensores y cuatro volantes directamente. 5) No se le puede regalar todo —terreno y pelota— a un equipo que se prepara para eso, que tiene variantes y al que había que plantearle otra clase de partido teniendo en cuenta que no venía bien, que tenía dificultades para convertir goles y que los resultados no eran buenos.
Durante la semana, Lavallén dijo que “Colón no es el equipo con el que me sentí más identificado desde lo futbolístico”. Es una frase fuerte y sincera. Se la valora. Pero no es mucho lo que él aporta para cambiar esta historia. 1) Juega al contragolpe con el Pulga Rodríguez como único delantero; 2) a Estigarribia lo pasea por toda la cancha (fue marcador de punta contra Estudiantes, arrancó de carrilero contra Vélez y luego pasó a jugar de interno y bien adelantado, convirtiéndose en la “compañía” del Pulga; 3) cuando en la única jugada de peligro que su equipo creó en el primer tiempo, Bernardi descontó y puso a Colón en “situación de partido” y a tiro del empate, resolvió seguir igual en el arranque del segundo tiempo, sin corregir nada y a los 6 minutos, el tercero cayó como un mazaso del que no se recompuso jamás.
A veces, los técnicos se mantienen en lo suyo por una cuestión de convicción; y en otras, les cuesta arriesgar. Cuando entró Braian Galván, el partido ya estaba 3 a 1. Y terminó jugando con tres delanteros “y medio” (Morelo, el Pulga, Da Luz y Galván). En ningún momento, Colón dio señales de esperanzas en el trámite. Y en todo momento, Vélez dio signos evidentes de que le faltaba la precisión final para convertir algún otro gol y ya convertir a su victoria en goleada.
No hay que ser un erudito para darse cuenta de que si un técnico planifica un partido defensivo, parando a su equipo del medio hacia atrás en clara señal de jugar a esperar y a achicarle espacios de acción al adversario en el terreno propio, y a los 26 minutos de empezado el partido ya lo está perdiendo 2 a 0, es porque equivocó el planteo o los jugadores no supieron interpretarlo.
Vélez aportó lo suyo, obviamente. No se le pueden quitar virtudes a un equipo que supo muy bien que debía utilizar todo el ancho de la cancha y que la mejor manera de atacar a un rival que sale a defenderse, es abriendo el juego y estableciendo sociedades por afuera para generar espacios por adentro. Y todos tuvieron sus espacios y sus momentos de desequilibrio. Gago jugó muy bien todo el partido, administrando el juego; Almada desbordó cuántas veces se lo propuso; los dos internos (Nicolás Domínguez y Gastón Giménez) aportaron fútbol y Leandro Fernández fue un problema constante.
Ya no existe esa solidez defensiva en la que se pueda respaldar el equipo cuando, como generalmente pasa, las cosas no le van bien en el manejo del juego. Este es un problema de larga data. Colón vendió a Conti, pero los jugadores que llegaron para reemplazarlo no han brindado respuestas. Ni Schmidt, ni Cadavid ni Acevedo pudieron ocupar ese sitial de firmeza y garantía que brindaba el Flaco Conti.
Creció Olivera, es cierto. Y ahora juega Ortiz (antes “condenado” al olvido por un largo tiempo). Pero no alcanza por más esfuerzo que pongan. De ahí que el equipo se ha convertido en permeable y frágil. Preocupante si la estrategia elegida es la de refugiarse atrás. Como pasó ante Vélez.
La conclusión es clara: Colón es un equipo generalmente superado por los rivales. Y esa falta de protagonismo con la pelota, si no se contrasta con un buen funcionamiento y solidez defensiva, termina sucumbiendo. A veces, los resultados son engañosos. Pasó con Estudiantes. Y es lo que genera esta mezcla de disconformismo con incertidumbre que resulta poco creíble cuando recién pasaron 20 días de haber jugado una final continental, sitio al que más alto ha llegado Colón en su historia.
Si Lavallén, el técnico que lo llevó a Colón a ese lugar, es discutido y se resaltan las miserias futbolísticas cada vez que un resultado es esquivo, sin dudas que no se debe buscar en otro lugar que no sea en la propuesta de juego. Que está ausente. Y a la que cualquiera lo supera, por más que en el resultado, a veces, no se cristalice.