El intérprete italoamericano estaba entre los favoritos de grandes directores como Spike Lee y Woody Allen.
Crédito: Captura de pantalla
Danny Aiello, que murió ayer a los 86 años, era uno de los actores secundarios más confiables del cine norteamericano: una de esas caras que reconocíamos de inmediato, aunque no recordásemos su nombre. Entre sus más de 100 créditos actorales hay pocos protagónicos y una serie de personajes memorables, en general relacionados con la experiencia ítaloamericana.
Aiello nació en 1933 en la ciudad de New York, y su juventud parece salida de las historias que le tocaría interpretar en el futuro. Una infancia signada por la violencia familiar (no se habló con su padre durante décadas), que se terminó de forma abrupta cuando se enlistó en las fuerzas armadas a los 16 años, mintiendo sobre su edad. Fue lustrabotas, trabajó en una planta de ensamblaje de partes de avión, y empezó a actuar a los 35, casi de casualidad.
Aiello tuvo su primer papel relevante en "El Padrino II" - la película es tan oscura que casi no se lo ve, tanto que su familia lo reconoció por las fotos del lobby.
A fines de los ‘60 Aiello había conseguido trabajo cargando camiones para uno de sus tíos. Su ruta lo solía llevar cerca de un centro de convenciones en el que jugaba un equipo de béisbol amateur. Aiello era un virtuoso de este deporte, y en ese equipo conoció al famoso empresario teatral Budd Friedman que le dió empleo como guardia de seguridad en el famoso club de comedia The Improv. A los pocos meses, el extrovertido Aiello ya estaba presentando cómicos y haciendo contactos con el mundo de la fama.
Luego de algunos papelitos en teatro y televisión, tuvo su gran oportunidad en 1974, con un pequeño rol en “El Padrino Parte II”. Metido en el personaje de un asesino de la mafia, Aiello decidió improvisar una línea: “Michael Corleone mandá saludos”. A Coppola le encantó y la dejó en la película. Fue el principio de una carrera prolífica que lo llevó desde el cine de terror Clase “B” hasta uno de los más famosos videoclips de Madonna (sí, el era el papá de “Papa Don’t Preach”).
En el triste trabajo de escribir una de estas notas necrológicas, el primer paso es repasar los créditos de un actor, y en el caso de Aiello la lista de nombres deja claro el tipo de personaje que le tocaba interpretar: “Sal Carvello”, “Danny Garoni”, “Joseph Scassi” - Danny era la esencia del italoamericano arquetípico. El padre de familia, el detective de policía a punto de retirarse, el dueño del restaurante.
Es difícil elegir uno solo de sus roles como el más memorable, pero sin duda su papel más importante fue el de Sal, el pizzero de la premiada “Haz lo Correcto” (1989) de Spike Lee. Este personaje empezaba como un secundario casi cómico, hasta que el racismo internalizado de su familia hacía imposible la relación con sus vecinos afroamericanos, estallando en un acto de violencia doloroso pero inevitable.
Aiello destacó en el drama tanto como en la comedia, en especial en sus colaboraciones con Woody Allen (“La Rosa Púrpura del Cairo”, “Días de Radio” y “Broadway Danny Rose”) y en la ganadora del Oscar “Hechizo de Luna”, en la que interpretaba al hermano de un brillante Nicolas Cage.
Gracias al éxito de “Hechizo de Luna” y “Haz lo Correcto”, Aiello consiguió varios papeles de alto perfil, como el protagónico de Jack Ruby (el asesino del asesino de Kennedy) en “Ruby”, el amigo de Bruce Willis en “Hudson Hawk” y el mafioso de buen corazón Tony en “El Perfecto Asesino”.
Quizás porque sus rasgos transmitían más compasión que violencia, y contra todo estereotipo, Aiello no tuvo muchos papeles relacionados con la mafia. La gran excepción fue el rol de Don Domenico Clericuzio en la exitosa miniserie “El Último Don”, basada en un libro de Mario Puzo (autor de “El Padrino”).
Aiello nunca dejó de trabajar. Su última película (“One Moment”) se estrenará en 2020. Un logro sorprendente para un tipo que nunca soñó con la fama y que, cuando le preguntaban por su método actoral decía que la única técnica que usaba era mirar al cielo un minuto antes de salir a escena y decir “Mamá: no dejes que haga el ridículo”.
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