En octubre pasado, el autor e ilustrador de libros infantiles Javier Garrido presentó su novena obra: se trata de “Las flores de Elena y el cambio climático”, publicado por Editorial Muchas Nueces. Un libro-álbum con 44 páginas a color (23 x 30 cm.), impreso con modos seguros de cuidado al medio ambiente y viene con un anexo con propuestas sobre el ambiente y afiches para intervenir.
La historia comienza el día en que Elena se despierta y encuentra secas las flores que había cuidado con mucho amor. Se preocupa y se pregunta: ¿ella las habrá regado demasiado o serán otras las causas? Sus aventuras invitan a esa pregunta una y otra vez hasta, por ahí, soñar respuestas colectivas. De este modo, el artista vuelve a acercarse a temáticas poco habituales en la literatura infantil, como ya lo había hecho en “Un día perfecto”.
El Litoral conversó con este autor especial, para conocer más sobre las particularidades de su obra.
—¿Cómo surgió la idea de “Las flores de Elena y el cambio climático”?
—Tengo dos hijos, de 9 y 11 años, y tenía ganas de hacer algo sobre el tema. Era algo que les preocupaba a ellos; escucho mucho de lo que hablan. Traté de pensar cómo escribir algo para chicos respecto a algo tan angustiante como me resulta lo del cambio climático. Decidí hacer un trabajo esencialmente de sensibilización, y para tocar el tema; no hice un trabajo de gran información ni de mucha especificidad: quise hacer un cuento y salió eso.
—La historia de Elena, que va apelando a los líderes, resuena a la aparición de Greta Thunberg. Cuando la viste, ¿pensaste “yo la anticipé un poco”?
—El libro ya tiene casi dos años de terminado. Me costó mucho editarlo: es una de las particularidades de este tipo de libros. A las editoriales las espanta un poco hablar de cosas que consideran que no son para niños, o que consideran que no se venden. Que la gente se acerca a las góndolas infantiles buscando más o menos siempre lo mismo, y que leer “cambio climático” ya parece que se metieran en un libro de ciencia, algo demasiado específico, y lo descartan.
Me costó mucho conseguir quién lo edite, y cuando lo conseguí empezó a ser más popular Greta y su discurso, y realmente me parece que tiene cosas bastante parecidas. Sí, me resonó. Greta tiene una manera de transmitir que por momentos parece demasiado infantil o demasiado frontal, y es un poco como actúa Elena.
—¿Cuál fue el aporte de Natalia Echegoyemberry y Eliana Pose en la gestación del libro?
—Natalia es mi mujer, en varios libros le agradezco; es psicóloga ambiental, y estudia bastante el tema del cambio climático. Ella leyó el texto; también una amiga mía que se llama Alejandra Unsain, comunicadora ambiental. No soy un especialista en el tema, soy más que nada un padre preocupado por el mundo que les va a quedar a nuestros cachorros. Me interesaba más el tema de la sensibilización, y no quería cometer un error; entonces ellas leyeron y corrigieron.
Lo de Eliana fue una idea de los chicos de la editorial Muchas Nueces. Es una editorial comunitaria, les importa bastante el medio ambiente, y gracias a ese interés pudo salir el libro. Ellos pidieron colaboración a alguna gente para todo lo que es el final: la parte del compost, de los consejos para cuidar las plantas. Eliana armó ese final.
—¿Qué técnica pictórica usaste en las ilustraciones?
—Por momentos trabajé con gouache y en otros con acrílico. Dependía de lo que iba viendo que me quedaba mejor. Me corregía un poco que también estuviera en los títulos Manuel Purdía, que es un ilustrador, un campeón: él me iba comentando qué sentía con cada dibujo y yo iba trabajándolo para acercarme un poco más a que me quede lo mejor posible.
También está la colaboración de Santiago Graziano, que me ayudó con el diseño gráfico del libro primero, y después la gente de Muchas Nueces le dio un toque más en el diseño. Con esa preocupación por el medio ambiente que comentaba buscaron una imprenta que tuviera un papel más ecológico, también en la forma de armado, así que hay una ambición ecológica en el proyecto total.
—El libro está dedicado a los Vecinos Autoconvocados de Arroyo Leyes, Vecinos Fumigados de la Provincia de Santa Fe y el Colectivo Basta de Fumigarnos de Cañada de Gómez.
—En realidad la dedicatoria está adelante y es a una de esas víctimas: es para una niña que se llama Ludmila, que contrajo una enfermedad debido a los agrotóxicos. A partir de mi mujer, que trabaja cerca de esas asociaciones, y la gente de Muchas Nueces, que trabajan con varias ONG y vecinos autoconvocados, les mandamos el proyecto: nos gustaba que participaran, no de manera económica sino de apoyo en el montaje. Es como un poco más de militancia, y de decir que nos somos nosotros solos sino que somos un montón de gente que pretende lo mismo.
—Hablábamos de estos temas difíciles, o no tan para niños; en “Un día perfecto” te animaste al tema de la parálisis cerebral. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Me parece que es tratar de poder contar un mensaje en un lugar donde es muy difícil donde es poder hacerlo. Conocí un lugar que tenía una escuela modelo llamada Aedin, en Buenos Aires. Soy psicólogo, en ese momento estaba estudiando; conocí ese lugar y una de las cosas que nos decía la gente de ahí (como la psicóloga Andrea Villagra) es que no existía ningún material de consumo con un protagonista en silla de ruedas. No tenían nada para leer que los representara a ellos como población; entonces tomé el desafío de hacer algo pensando más en ellos, y después traté de darle un tono para que sea más didáctico y pedagógico para la población en general.
Fue un proyecto al que también le puse mucha fuerza, y también me costó un montón poder editarlo. Dicen las editoriales: “No le vemos la punta, no lo vemos para nuestra colección, no le vemos la forma de venderlo”. Y de hecho con la editorial con que lo saqué cerró, ahora tengo gran parte de los libros en mi casa porque no tengo cómo distribuirlos. Tengo que buscar, porque tengo 200 libros acá y no los puedo poner en las librerías.
—Esos libros ganan premios y distinciones, pero al mismo tiempo el mercado no lo acepta.
—El mercado manda. Ver un chico en silla de ruedas en la tapa es como que no es lo más atractivo. Yo lo puse a propósito, porque me parecía que era lo más sincero, de hecho es el protagonista del libro. Sabía que iba a poder tener ese problema, y de hecho se vendió muy poco el libro, cuesta mucho venderlo, pese a que lo editamos bastante bien. Tengo la deuda de ver cómo lo distribuyo.
—¿Cómo es tu proceso a la hora de encarar un nuevo libro? ¿Qué sale primero: la historia, una idea, el personaje...
—La mayoría de las veces sale una inquietud, son palabras de mis hijos muchas veces. Empecé con unos libros sobre animales, donde los animalitos tenían frases que decían mis hijos, que las anotaba porque me parecían divertidas; y a partir de ahí, como son relatos muy sencillos y muy cortos, fueron disparadores de una historia, a la que le buscaba un argumento, un principio y un final. Son como problemas casi existenciales, que son los que me divierten, los que mencionaron mis hijos.
Donde más tuve que poner fue en “Elena...”, porque me puse a investigar un poco más, no quería decir decir disparates; quería ser fiel a lo que quería transmitir. La protagonista es una nena de unos ocho o nueve años, entonces es para una población más grande, hasta los diez años. También buscaba empoderar a los niños, así tipo Greta: que los también pueden hacer algo por el cambio climático, todos podemos hacer algo, más de que las responsabilidades son diferenciadas; y los estados tiene que hacerlo, la sociedad, la comunidad entera, y cada individuo.
—Venís del cine publicitario y del cine narrativo. ¿Cómo compatibilizás tus actividades y cuáles vas dejando atrás?
—Viví 30 años del cine, ahora estoy alejándome. La publicidad era algo con lo que trabajé muchos años, y en el último tiempo empecé a cansarme y a querer buscar otra cosa. Mientras tenía cada vez menos trabajo empecé a dedicarme cada vez más a la escritura y al dibujo. Y también al estudio, porque me recibí de psicólogo hace dos años, y es en lo que ahora estoy empezando a trabajar. Fueron como etapas: si bien el cine es muy absorbente también te deja tiempos libres entre trabajo y trabajo (sobre todo el cine publicitario) y aprovechaba esos tiempos para estar con mis hijos y dibujarles y escribirles cosas.
—¿Qué proyectos tenés en carpeta?
—Estoy trabajando en un libro que si bien tiene esta estructura de libro álbum, de dibujo y escritura breve, es un trabajo “de viejos”, para gente grande: con respecto al amor y a los problemas que van apareciendo en la vejez como los olvidos. Sigo haciendo y tengo otras cosas en carpeta, y es constante: es un trabajo de todos los días.