En los primeros 20 días de gobierno, Alberto Fernández consiguió lo que un gobernante aspira en su gestión: ser el centro de la escena, fijar la agenda pública, mostrar que está en control de la situación y, en su caso, ahuyentar el fantasma del doble comando con Cristina Kirchner que agita una parte de la oposición.
Desde que juró en el Congreso no perdió un minuto. El discurso de asunción fue el primer hecho de un presidente decidido a hacer política siempre, con todas las herramientas disponibles y, fundamentalmente, tomando la iniciativa, tratando de ir un paso adelante de sus rivales políticos, buscando instalar sus argumentos, imponerlos, instalar que las primeras medidas de su administración eran solidarias y no de ajuste, que estaban destinadas a ordenar la economía y no a hacer caja.
Se reunió con los gobernadores, derogó el consenso fiscal de 2017, puso en vigencia el protocolo para la interrupción legal del embarazo, consiguió que el Congreso le aprobará la ley de Emergencia que dice necesitar para ordenar el país, ordenó el pago de un bono a jubilados y AUH, va a hacer lo mismo con los trabajadores privados, envió a la Primera Dama a visitar al Papa, ordenó remover protocolos en Seguridad que había instaurado la ministra Bullrich, ratificó que volverá a discutirse la paritaria docente, entre otras cosas.
Hasta se reunió con la senadora mendocina Fernandez Sagasti tras las movilizaciones en Mendoza contra las protesta por las reformas a la ley minera , que fueron las más importantes desde hace mucho tiempo, un tema que lo excedía porque era de jurisdicción provincial, y recibió a Diego Maradona, que repitió en el balcón de la Casa Rosada el festejó de 1986 con una réplica en miniatura de la Copa del Mundo.
Cuando era ministro de Economía de Itamar Franco, antes de ser dos veces presidente, Fernando Henrique Cardozo dijo que gobernar era explicar, explicar y explicar. Quizás esta sea uno de los puntos fuertos de los primeros días de gestión. Los ministros, pero fundamentalmente el presidente, se pusieron al frente de la gestión para explicarle a la sociedad lo que estaban haciendo. La entrevista del presidente con Luis Majul fue quizás el mejor ejemplo de una estrategia diseñada para no dejar flancos débiles en la disputa por la opinión pública de la misma manera que en la campaña electoral lo fue otra con Morales Solá.
Desde el regreso de la democracia, Fernández ha sido parte de los distintos gobiernos aún de distinto signo político. Esto le ha permitido acumular una experiencia que pocos dirigentes políticos tienen sobre como funciona el estado y como el poder permanente, el que trasciende las administraciones. Sabe que timbre tocar ante determinada situación.
Sabe también que los electores han cambiado, que ya no son más ciudadanos con una identidad partidaria definida e intereses relativamente sencillos de identificar. Hace mucho que el voto dejó de tener razones solo económicos y se transformó en una decisión influida por múltiples razones, fundamentalmente culturales, que atraviesan una sociedad fragmentada por causas económicas, educativas, sociales y de lugar de residencia. Lo entiende y por eso sus acciones en todos los sentidos.
Los razones que los ciudadanos priorizan al momento de definir su voto varían de acuerdo al momento histórico en el que viven. De la misma manera que a principios de la década del 90 en Santa Fe la gente reclamaba por la reforma del estado, las privatizaciones y que no se gastara mas de lo que entraba después de una década de miseria que terminó con dos hiperinflaciones, el que definió las elecciones este año fue, por lejos, el de la seguridad, una deuda pendiente de la clase política para con los ciudadanos de la provincia.