Cuando tenía 7 años, el mexicoamericano Brandon Lee Figueroa quería ser como su padre y su hermano mayor: un boxeador. Sin embargo, su papá no le veía condiciones físicas para poder aguantar los golpes de una pelea.
Cuando tenía 7 años, el mexicoamericano Brandon Lee Figueroa quería ser como su padre y su hermano mayor: un boxeador. Sin embargo, su papá no le veía condiciones físicas para poder aguantar los golpes de una pelea.
Sin embargo, Brandon quería cumplir su sueño y se propuso una meta muy grande desde sus niñez. Dejó de ir a fiestas de cumpleaños con sus amigos, a celebraciones familiares; sacrificó su niñez para convertirse en un gran boxeador.
Su padre, al ver que tenía dedicación y pasión en el cuadrilátero, lo metió a un torneo a los 8 años. Contra todo pronóstico, el escuálido peleador venció a todos sus rivales y se coronó campeón en aquella competencia.
Hoy, a sus 22 años y como profesional, tiene una racha envidiable dentro de la categoría Supergallo: 20 peleas ganadas, 15 por nocaut, tiene un empate y no ha perdido en ninguna ocasión. Además, actualmente es el campeón mundial secundario junior de su peso de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
El Rompecorazones, como también se le conoce a la joven estrella, ha tenido a sus padres cerca desde que inició a entrenar sobre el encordado. De hecho, el boxeador aseguró que la técnica del pugilismo la tiene por su papá, pero el carácter ganador es de su madre.
A su corta edad, ya puede ser un ejemplo como él quiere, pues su sueño de pelear en el en el MGM Grand Garden Arena, en un pago por evento, ya lo logró. El 22 de noviembre del año pasado se enfrentó a al mexicano Julio Ceja en el respaldo de la cartelera que encabezaron Deontay Wilder y Luis Ortiz en Las Vegas.
La noche de aquel sábado fue dura. El combate fue difícil y agotador, pues llegó hasta la decisión de los jueces.
Aunque no ganó la pelea y el empate no le quitaba el cinturón, no iba a ceder su cetro, pues el Ceja (32-4-1, 28 KOs) tenía un sobrepeso dramático. El mexicano llegó a más de 126 libras, muy por encima del límite de división, por lo que no era elegible para ganar el cinturón.
Ahora que ya cumplió su sueño, el peleador va por más logros. Sin embargo, sabe que en el boxeo nada es para siempre. Por ello, tiene un plan B para que pueda seguir creciendo, aunque sea en otro ámbito alejado de los guantes. "Mi mente está en el box, pero, si no funciona, quiero ser un actor, a hacer algo en Hollywood”, aclaró.
Y es que no le dicen El Rompecorazones por nada, pues, además de tener una gran pegada, el joven tiene un gran parecido. De hecho, “en el periodo amateur, tenía el pelo más negro, los ojos más azules y la piel más blanca. Entonces, en el estadio donde peleaba había una sección de niñas y cada vez que entraba me decían ‘ay, El Rompecorazones ya vino’ y me aplaudían”, contó en un entrevista en el programa El Nuevo Día de Telemundo.