Por Mauro Magrán
Cuánto bien nos hará como sociedad que cada uno de nosotros piense primero en qué tiene para dar.
Por Mauro Magrán
Últimamente me he propuesto estar más atento a los acontecimientos que suceden a mi alrededor, como así también a cuál es mi ubicación frente a determinadas experiencias.
Noté que, socialmente, siempre estamos pidiendo. El año pasado lo vivimos con mucha frecuencia, porque todos los partidos políticos y candidatos nos pedían su voto. Nos pedían que participemos, los acompañemos, confiemos en ellos, etc. Lamentablemente, la gran mayoría de los dirigentes políticos sólo recuerda establecer un vínculo más directo con la ciudadanía cada cuatro años, cuando tienen que renovar sus ambiciones en el recorrido de su carrera.
Desde luego que ellos no son los únicos que piden y sería muy injusto considerarlo únicamente desde ese punto de vista. Los ciudadanos les pedimos a los políticos todo el tiempo. Les pedimos gestos, compromiso, definiciones, obras, que la economía funcione, que se genere empleo y la lista podría seguir unos cuantos renglones más.
En otros actores de la sociedad, la relación se da de la misma manera. Los empleados piden constantemente a sus empleadores mejores condiciones, aumentos de sueldo, mayores oportunidades, capacitación, etc. Los empresarios exigen de sus empleados compromiso, entrega, dedicación, sentido de pertenencia, etc.
A los amigos se les pide lealtad, a los padres colaboración, a los hijos obediencia, disciplina, etc, y así con cada una de las relaciones que se dan en nuestra sociedad.
Y ni mencionemos la ayuda que se le pide a Dios, cuando nos encontramos en esos momentos en que sentimos que la adversidad sobrepasa nuestras fuerzas. Pareciera ser que sólo en esas ocasiones recordamos que posiblemente existan fuerzas superiores que están más allá del círculo de nuestras vidas personales.
Con todo este panorama, me pregunté: ¿y si dejamos de pedir? ¿Si salimos de la pretensión y de exigir el 100% de los demás, sin poner nada o muy poco de nuestra parte?
Pensaba cuánto bien nos hará como sociedad que cada uno de nosotros piense primero en qué tiene para DAR; que cada uno se enfoque más en lo que puede generar por sí, que en lo que pretende esperar de los demás; en sus obligaciones que en sus derechos. Seguro ese día muchas cosas van a cambiar. Serán cambios graduales, desde luego; quizás casi imperceptibles en el corto plazo. Pero nuestras relaciones individuales van a mejorar, nuestra sociedad será más vigorosa y principalmente recuperaremos la confianza en nosotros mismos, la confianza de saber que somos capaces de generar tanto bien para nosotros como para los demás, pero que depende de tener la voluntad de hacer de la vida algo útil.
De la misma manera en que nos alegramos mucho cuando alguien usa con provecho un regalo que salió de nuestra iniciativa y nuestro esfuerzo, la mejor correspondencia que podemos ofrecer a Quien nos dio el regalo de la vida es aprovechar esa oportunidad, “usarla” y hacerla rendir en beneficio propio y de los demás. No hay oración comparable a la honra y la dignidad representadas en una conducta honorable.
¿Y si hacemos el ensayo de dejar de pedir?
Cuánto bien nos hará como sociedad que cada uno de nosotros piense primero en qué tiene para dar; que cada uno se enfoque más en lo que puede generar por sí, que en lo que pretende esperar de los demás; en sus obligaciones que en sus derechos.