Por C. Omar Ferreira
Por C. Omar Ferreira
¡Gracias!
Cuando muere un escritor se encoge el alma
de aquellos que leyeron sus escritos
y compartieron talleres literarios
junto a los libros, en tardes sin olvido.
La angustia desteñida pide a gritos
una palabra que honre lo vivido
y a las letras que se van de la memoria
el espíritu, les ruega compungido.
El sentir, sin enjugar sus lágrimas
la busca en los recuerdos bien habidos
y regresa cansado, sin consuelo...
la emoción hizo añicos lo sentido.
Entonces, la razón grita en silencio
vestida de solemne paroxismo:
“En la conciencia...
está grabada la palabra, que él, ha merecido”.
¡Gracias!