En Santa Fe hay tierra generosa; en Colastiné, en los sectores menos urbanizados del ejido urbano, y sobre todo más allá, en el cinturón frutihortícola. También hay manos que —de estar dispuestas—, pueden ser igual de generosas. Se venden las verduras, frutas y hortalizas en La Verdecita —habitualmente en el Mercado Progreso—, pero también hay experiencias similares en el norte y otros sectores de la ciudad, donde los feriantes ofrecen sus productos frescos, recién sacados del terruño. Hay quintas familiares, comunitarias y escolares.
Entonces, la producción de quintas —como aquéllas que cultivaban los abuelos al final del patio, en otros tiempos— tiene potencial. Una concejala recogió el tema y elaboró un proyecto de ordenanza donde propone promover la producción agroecológica de alimentos, y de todos emprendimientos urbanos destinados a la elaboración de alimentos sanos en la ciudad. Pero, ¿cómo incentivar esta producción natural? Con capacitaciones y exenciones tributarias a los quinteros, entre otros incentivos.
Hay dos conceptos “filosóficos” clave en esto: la agroecología y la denominada “soberanía alimentaria”. El primero se define como “aquel sistema de producción de alimentos que se caracteriza por su armonía con la naturaleza, la recuperación de prácticas y saberes campesinos y originarios; el respeto de los ciclos biológicos naturales y la no utilización de organismos genéticamente modificados; la no aplicación de agroquímicos; mantener la fertilidad de la tierra y la diversidad biológica por medios naturales, y preservar los recursos hídricos”, dice el proyecto en carpeta del legislativo local.
El segundo, alude al “derecho a decidir sobre cómo queremos producir y qué queremos consumir, escapando a las exigencias del mercado y en armonía con la naturaleza, considerando a la tierra un bien natural y social, protegiendo a las futuras generaciones y defendiendo la producción local, orgánica y ecológica”. También define la idea de buen vivir como la necesidad de “repensar la relación entre naturaleza y sociedad, desde una cosmovisión que acentúe la necesidad de armonía entre ambas”.
Deberes del Ejecutivo y un consejo especial
El Ejecutivo local sería el agente público que promovería la agroecología y la producción de alimentos sanos y libres de agroquímicos. Entre sus deberes, se citan “estimular el emplazamiento de ferias de productos agroecológicos en diversos puntos de la ciudad, dando infraestructura, apoyo logístico y estímulo financiero; fijar un corredor ecológico en coordinación con los gobiernos locales del área metropolitana, y promover la regularización dominial de terrenos fiscales que podrían reconvertirse hacia la producción agroecológica”, entre otros puntos.
Además, plantea la creación de un Consejo para el Desarrollo de la Agroecología y la producción de Alimentos Sanos de la ciudad, que estaría integrado por miembros permanentes y no permanentes. Ese consejo debería “promover políticas y acciones tendientes a profundizar los emprendimientos agroecológicos en el ámbito local; articular con instituciones gubernamentales y no gubernamentales capacitaciones e instancias de divulgación y promoción de esos productos naturales, y generar propuestas legislativas de política tributaria” que favorezcan a los productores.
La impulsora de la iniciativa es la edila Valeria López Delzar (Creo-FPCyS). Se intenta, con todo, “proteger los distintos emprendimientos de productores agrupados que trabajan en la ciudad y alrededores. Y se busca que el Ejecutivo, desde las distintas áreas municipales (producción, economía social, medioambiente) se pueda brindar apoyo a esos emprendimientos, coordinando capacitaciones e incluso, con beneficios como exenciones tributarias”, le dijo a El Litoral.
La intención es acompañar las ferias de productos agroecológicos, añadió la concejala. “Pero para todo esto se necesita crear ese consejo donde estén sentados los propios productores, las organizaciones vinculadas a la materia, representantes del Estado municipal y provincial y del sector académico”.
También están las huertas familiares, las comunitarias y escolares. “Es cuestión de articular todas esas experiencias en una política integral. Primero, con capacitaciones e instancias educativas. Y luego, acompañarlas desde el Estado con incentivos (tributarios) para incentivarlos a que sigan produciendo de esa manera”, agregó López Delzar. “Y siempre pensando este tipo de producción saliendo del modelo agrícola que respalda en uso de agroquímicos: nada de pesticidas ni plaguicidas”, cerró.