Por Juan Bautista Bulgarella
Por Juan Bautista Bulgarella
Leyendo “El Litoral” del jueves 9 de enero pasado en la página Opinión “Sobre Canillitas, Patios Cerveceros y Mosquitos” muy bien escrita por el Sr. Rogelio Alaniz, quiero aportar lo que recuerdo sobre el tema del título.
Soy una persona mayor, lo que me autoriza como vecino que fui del Barrio Candioti a comentar lo vivido en ese tiempo. Nací en Santa Fe y desde los 14 años viví a una cuadra del Club Chanta Cuatro, ubicado en la esquina noreste de Bv. Gálvez y Marcial Candioti, lugar donde se encontraba el bar y en la parte de atrás, bajo un tinglado de zinc y paralelo a calle M. Candioti, había dos canchas de bochas profesionales en las cuales se realizaban importantes Torneos Argentinos.
El Concesionario del bar fue el Sr. Julio Federico, quien años después se asoció con un Sr. de apellido Anaclello que era dueño de uno de los tantos taxis que había en la parada ubicada frente al bar, lindante al Colegio Adoratrices, sobre cuya pared había un kiosco de diarios y revistas.
En los meses de verano el bar ponía en la extensión de toda su vereda paralela a Marcial Candioti la mayor cantidad de mesas y otras en menor cantidad sobre la vereda a la entrada del Club frente al Boulevard. Los lisos del Chanta Cuatro eran famosos, los servían en vasos de 200 cc. siempre acompañado por no menos de siete platitos de ingredientes, algunos vecinos iban con sus jarras en busca de la rubia y fresca cerveza para tomarlas con su familia en la vereda de sus casas. En esos tiempos se destacaban algunos bebedores de lisos que llegaban, sin equivocarme, a beber 20, 30 o más lisos en una noche.
Cuando se hicieron nuevas obras en el edificio desaparecieron las canchas de bochas, el bar y el Club pasaron a denominarse “Club Argentino”, como en la actualidad, el local donde había estado el bar fue ocupado primero por una sucursal del Banco de Crédito Comercial y después por un locutorio.
Por la puerta de entrada frente al Bulevar, una escalera conducía a un primer piso donde se encontraba el local de sala de juegos y a la terraza donde estaban las mesas para socios y público en general para degustar exquisitos asados de carne y menudencias, comedor que era atendido por un experto parrillero.
Los días domingos por la noche el Bulevar era un paseo obligado, los jóvenes de traje y corbata formaban un cordón unos frente a otros, dejando un espacio en el medio donde las “chicas” paseaban y les llegaban con buena onda respetuosos piropos, lo que hoy posiblemente serían denunciados como “acoso”.
Cruzando el Bulevar en la vereda sur estaba: la pizzería “La Cabaña”, atendida primero por la familia Gavilán y después por un viejo vecino del barrio el “Piti” Sánchez. Por un pasillo a su costado se accedía a un gran patio cervecero; en el piso de arriba de La Cabaña había un Night Club que se llamó “Maxim’s”.
A la izquierda de La Cabaña, estaba el famoso Cine “Esperancino” del Barrio Candioti. Con un amigo concurrimos a la función noche para ver dos películas, la pasaban después del Noticiero “Sucesos Argentinos”, a los pocos minutos de estar mirando la primera película se encendieron las luces y el gerente en persona comunicaba que se suspendía la función porque había fallecido Eva Perón a las 20:25 hs. del 26 de Julio de 1952.
Por la misma vereda del cine en la esquina con Marcial Candioti estaba la Confitería Bailable “Florida” donde sábados y domingos concurría mucha gente a bailar en un limitado espacio rodeado de mesas. En una oportunidad pude ver al “Mono Gatica”, quien había aparcado sobre Bulevar, frente al Florida, su auto “Kaiser Carabela” de color negro con sus asientos tapizado de rojo . Él vestido con traje blanco y corbata “pajarita” de color rojo, una flor en el ojal y un pequeño sombrero, entrando al local bailable junto a dos personas, que supongo serían sus guardaespaldas, ante la gran sorpresa de la concurrencia al ver a esa gran figura del boxeo argentino.
Respecto al comentario sobre la Terminal de Ómnibus General Manuel Belgrano de calle Mendoza y 27 de Febrero, comenzó a funcionar en 1939 y fue la primera Estación Terminal del País y de América Latina, según la palabra del primer concesionario Sr. Antonino Moscato en un entrevista que le hiciera la Revista El Tiempo en el año 1972, nota que me hiciera llegar su hija Graciela Moscato, por lo que estoy muy agradecido. Fue él quien concibió la Terminal de Ómnibus, la hizo construir y habilitó en Santa Fe. Como hijo de un ex empresario del transporte interurbano de pasajeros debo decir que a la Terminal la conocía muy bien y recuerdo que tenía dos plataformas, una de salidas del lado oeste, en el centro un pasillo y las boleterías de las empresas unas frente a otras, la restante plataforma era la de arribos de los “colectivos”, ubicado sobre el lado de Av. 27 de Febrero, aunque de ésta partían la Empresa “El Chumbito” con destino a Santo Tomé y la Empresa General San Martín con destino a los Cuarteles de esa ciudad. Al costado de esa plataforma estaba la Oficina de la Dirección de Transportes de la Provincia, las de “Empresa El Cóndor”, la de “El Práctico” y La Comercial de Rosario, Cía. de Seguros, que proveía los boletos a las empresas con el seguro para pasajeros. La playa de estacionamiento estaba detrás de esas oficinas al costado este sobre Av. 27 de Febrero.
El Café y Bar Japonés, cuyo dueño era el Sr. Kakisu, tenía entrada por calle Mendoza y por el lado de la plataforma de salidas. Había un local de peluquería cuyo dueño era Don Gracia, un kiosco de diarios y revistas, el kiosco de golosinas de Sr. Pinto y al fondo, el local de encomiendas, cuyos dueños eran tres pero solo recuerdo a uno de ellos el Sr. Acosta.
En la parte sur detrás de la Terminal estaba la Estación de Servicio YPF del Sr. Ernesto Marabelli en la que los ómnibus se proveían de combustible y también algunos pernoctaban por las noches bajo un galpón con techo de zinc.
En la vereda de calle Mendoza, frente al bar, la tradicional parada de taxis, los lustrabotas y más allá, antes de llegar a la calle 25 de Mayo el Carrito de “Tri Naranjus”, atendido por la familia Ruscitti, jugos que eran servidos en un cono de metal cubierto con un papel cartulina blanca. Cruzando calle 25 de Mayo, en Mendoza y San Martín, estaba el bar “El Gran Doria” con la imagen en el frente del edificio del barco “El Gran Doria”, construido con luces de neón por la Empresa LUSAFE, vapor en el que había llegado como inmigrante italiano su dueño, el Sr. Bruno. Con vista a la calle el bar tenía una máquina eléctrica de marca italiana, expendedora de riquísimas cremas heladas, lo que fue toda una novedad para la ciudad y alrededores.
Cruzando calle San Martín hacia el oeste en la vereda norte la “Chopería Modelo” de Don Juan Estruch, con sus mesas y sillas tipo “vienés”, donde se degustaban los famosos lisos de Santa Fe, con variados ingredientes y a mi criterio los mejores sándwich de miga, donde concurrían los santafesinos que se encontraban en el centro como así también algunas personas que del interior llegaban a la Terminal de Ómnibus.
La Terminal dejó de funcionar a fines del año 1968 y su despedida fue entre todos los que habían sido partícipes de esa tradicional Terminal con un barril de cerveza, momento en que todos posaron para una histórica foto que obra en mi poder en la que se ve a mi padre José Bulgarella, la que conservo como un grato y emocionado recuerdo. A partir del año 1969 comenzó a funcionar en el edificio que fue estructurado de la ex Estación Francesa del Ferrocarril, más cómoda, amplia, confortable y funcional como es actualmente.
Con respecto al Correo Argentino, que estaba frente a la Terminal de Ómnibus Gral. Belgrano de calle Mendoza, según datos recabados, se construyó entre los años 1954 a 1959; recuerdo el fuerte impacto sobre el suelo del Parque Alberdi cuando construían los pilotes de gruesas columnas de planta circular sobre las que sería el basamento del edificio. En ese edificio funcionarían después las Oficinas de ENTEL, Sede de ENCOTEL, la Administración Provincial de Impuestos (A.P.I.) y Radio Nacional de la que fue Director mi amigo Lucho Catania.
Generalmente las personas mayores añoramos esos años que nos parecieron siempre los mejores de nuestra juventud y estas líneas, que revelan mi memoria, han sido escritas motivado por la nota del periodista Rogelio Alaniz, lo cual me hizo sentir muy feliz, esperando que sea del agrado de los lectores de este prestigioso “Diario El Litoral” próximo a cumplir 102 años en nuestro medio.