La gente sufre febrero, con la profunda inquietud de lo que va a venir, como por ejemplo: Marzo. El mes en el que empieza la escuela, la canasta escolar, el fin de la temporada vacacional; marzo es la firme sentencia de que el verano y las vacaciones ya pasaron, es el resumen de la tarjeta de las vacaciones.
Mis sueños en los días con sus noches de febrero son como mis piernas, son como el mismo mes del que hablo, son cortos. Pero no cortos de cortedad intelectual, sino como lo contrario de vastedad material. Muchas veces he contado que mis sueños, como mis risas, nunca cierran por vacaciones, pero si bien ejercito la mente contándoles de mis sueños (y que tales cuentos provienen del dormir), ellos también necesitan también un descanso, y es cuando febrero entra en acción.
Es que febrero pasa como pasan los demás meses, pero como es más corto, pasa más rápido; y sí, es una obviedad y no merece explicación alguna, pero febrero tiene ese trajinar de preocupación futura, como recuerdos del futuro por venir, y veo en ese andar prevenido, que la gente va sufriendo febrero, que lo va desviviendo con la profunda inquietud de lo que va a venir, como por ejemplo: Marzo. Es que comúnmente con el mes de marzo llega la escuela o el colegio de los chicos, la canasta escolar, el fin de la temporada vacacional, el comienzo de las mediciones económicas del gobierno; marzo es la firme sentencia de que el verano y las vacaciones ya pasaron, es el resumen de la tarjeta de las vacaciones (si las hubo), son los cuarenta grados de calor y el “no sé cuánto por ciento” de humedad que sube los niveles de calor y transpiración de los primeros días otoñales y que sufriendo semejante calor hay que pensar que ya se viene las pascuas y que hay que comprar los huevos de chocolate y que andá a saber cuánto más van a costar éste año y otras cosas por el estilo. Febrero es un mes corto a propósito, estoy seguro, febrero es una broma del almanaque.
“Si malo es enero, peor es febrero” sentencia el refranero español, tan afecto a refranes y aforismos que el tiempo supo construir a base del ingenio y la sabiduría popular. Pero estoy siendo injusto con el mes más acotado del calendario. Porque febrero nos regala el carnaval, y también la fecha en donde se festeja el amor. Donde los festejantes buscan a su amor para amortizar el no amor. Soy sincero, no me acuerdo cuando empezó el festejo del día del San Valentín por estas tierras, o el día de los enamorados como se lo conoce aquí al festejo del 14 de febrero; pero en mi época de adolescente enamoradizo furtivo y rapaz, no existía tal día. Lo empezamos a ver, y hablo desde lo colectivo, en la década de los años 80° con la profusión de películas de adolescentes con amores desencontrados o inverosímiles, en las películas de terror, también con adolescentes quemantes llenos de deseos de amar carnalmente a su amada, que los llevaban indefectiblemente a cabañas solitarias en medio de bosques solitarios con asesinos en serie solitarios. Pero también los ochenta fueron prolíficos en bandas musicales que dentro de su discografía crearon auténticas joyas musicales de canciones llamadas “lentas” que hablaban de amor (cuándo no).
John Paul Young, allá por el año 78, llegó a la cima de su fama con el tema “
Festejemos el amor en febrero, pues como dice otro refrán, a donde el corazón se inclina, el pie camina.
Febrero es un mes corto a propósito, estoy seguro, febrero es una broma del almanaque. Pero estoy siendo injusto con el mes más acotado del calendario. Porque febrero nos regala el carnaval, y también la fecha en donde se festeja el amor. Donde los festejantes buscan a su amor para amortizar el no amor.