Por Eduardo Duhalde / Ex presidente de la Nación
Por Eduardo Duhalde / Ex presidente de la Nación
Los hechos recientes me obligan a reflexionar sobre la nocturnidad. Y la estadística me preocupa y mucho. El último relevamiento realizado por la Organización Mundial de la Salud en 2018 reveló que la Argentina está entre los países que tienen el consumo “per cápita” de alcohol más alto del mundo: 9,8 litros; y peor aún, confirmó que los patrones de consumo más elevados se dan en los adolescentes de entre 15 y 19 años.
Como sociedad no podemos ni debemos seguir permitiendo que estos fríos números nos paralicen. Todo lo contrario. Porque si no, los hechos de violencia seguirán escribiendo nuevos -y no menos, lamentables- capítulos, dentro y fuera de las disco, de los bares o simplemente en medio de la calle.
Observamos desde hace mucho tiempo, en diferentes ciudades del país y poniendo el acento en el doloroso crimen ocurrido en el mes de enero en Villa Gesell, que ninguno de los controles que cada lugar quiera tomar en soledad podrán ser suficientes para contener una pandemia que avanza vertiginosamente y que se está llevando puesto a nuestros jóvenes. A la laxitud de los horarios para la apertura y cierre de los establecimientos como así también al momento indiscriminado para vender alcohol hay que ponerle un coto definitivo.
Debemos unirnos como Nación y tomar una medida ejemplificadora en todas y en cada una de las ciudades del país, porque la droga, el alcohol y esa noche interminable que todo lo tapa y todo lo puede, se han convertido en un cóctel explosivo difícil de parar, pero no imposible. Si la juventud es el futuro del país no puede existir ningún obstáculo que nos aleje de encontrarle una solución a un tema tan delicado.
No es la primera vez que me ocupo de un asunto similar. Siendo gobernador de la provincia de Buenos Aires firmé en 1996 un decreto mediante el cual se limitaba el horario de apertura y cierre de los boliches, se prohibía la venta de alcohol a menores, como así también la imposibilidad de vender bebidas alcohólicas en kioscos y estaciones de servicio, junto a un estricto control de alcoholemia.
Lamentablemente con el correr de los años todo fue cayendo en desuso.
Pero aún estamos a tiempo de retomar el camino. Convencido de eso comprobé con grata sorpresa que medidas semejantes no son nuevas en nuestro continente. Y que son muchas las ciudades que fijaron normativas parecidas para limitar la vida nocturna y controlar el consumo de alcohol, sobre todo en menores.
A modo de ejemplo se puede ver que en Lima, Perú, se restringió en el 2011 el horario de consumo de alcohol en bares y discotecas y la hora tope para el cierre de centros nocturnos es a las 2 de la madrugada. En Santiago de Chile las discotecas tienen permitido funcionar entre las 19 y las 4 de la madrugada los días de semana, y hasta las 5 los días sábados y festivos.
Por su parte, en todo Uruguay existe la ley 17.243, en cuyo artículo 75 se prohibe el expendio o suministro de bebidas alcohólicas o su ofrecimiento a cualquier persona entre las 0 y las 6 de la mañana. En tanto, el artículo 186 de la Ley 17.823 no permite la concurrencia de jóvenes menores de 18 años a locales nocturnos. Y según el artículo 187, de la misma ley, tampoco se les puede vender, bajo ningún concepto, alcohol.
Si nos trasladamos a Colombia podremos ver que en julio de 2018 la Alcaldía mayor de Bogotá dejó en firme el decreto que reglamenta el “Sello Seguro” para los bares y discotecas que extiende de miércoles a sábado su horario 2 horas más, esto quiere decir que los establecimientos estarán abiertos hasta las 5 de la mañana.
En la Ciudad de México los bares y discotecas cierran a las 3 de la mañana, pero después de la 1 ya no deben vender alcohol. Las licorerías pueden funcionar hasta las 23:00 de lunes a viernes y hasta las 17:00 los sábados y domingos.
Por último, en Nueva York la hora de cierre habitual de las discotecas es a las 4 de la mañana, mientras que la edad mínima para consumir alcohol en todos los Estados Unidos es de 21 años. La compra requiere de la presentación de un documento con foto.
¿Qué quiero decir con todo esto? No esperemos para reaccionar que los medios de comunicación se inunden con la foto de un mártir más. Espero que Fernando Báez Sosa haya sido la última víctima de este descontrol generalizado, y para eso convoco a los políticos a trabajar para darle a las autoridades los instrumentos necesarios que resguarden la vida de “nuestro futuro”.
Mi propuesta es recuperar algunas de las buenas iniciativas adoptadas en su momento destinados a garantizar la sana diversión y la erradicación del consumo de alcohol y violencia sin límites en la adolescencia y la juventud: límites a los horarios; controles eficaces para evitar la venta y el consumo de alcohol de menores; cerrar definitivamente los “boliches” en que se comercian y consumen drogas, entre otras. Y hacerlo ahora.