Como cada 18 de febrero desde 2007, se celebra el Día Internacional del síndrome de Asperger. El objetivo es, además de visibilizar al colectivo, impulsar la concienciación de la opinión pública sobre su auténtico significado.
Como cada 18 de febrero desde 2007, se celebra el Día Internacional del síndrome de Asperger. El objetivo es, además de visibilizar al colectivo, impulsar la concienciación de la opinión pública sobre su auténtico significado.
El Síndrome de Asperger es una condición del neurodesarrollo, una variación del desarrollo que acompaña a las personas durante toda la vida. Influye en la forma en que éstas dan sentido al mundo, procesan la información y se relacionan con los otros.
Aunque se desconoce su causa, hay fuerte consenso en la comunidad científica en señalar que es de orden neuro-biológico. De la misma manera, hay una aceptación universal acerca de que el
mismo no se produce por problemas afectivos ni por el tipo de educación recibida. Tiene una mayor incidencia en varones que en mujeres y en éstas, se manifiesta de una manera más sutil y encubierta.
Con anterioridad fue incluido entre los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD) y en el presente se encuentra incorporado dentro de los Trastornos del Espectro Autista (TEA). Asimismo, el término trastorno está siendo reemplazado por el de Condición (CEA), conforme se entiende que el mismo es sólo una variación más de la diversidad humana.
Aunque algunos expertos sostienen que ambos comparten unos mismos rasgos que difieren en el grado en que se manifiestan, son dos trastornos diferentes. El síndrome de Asperger es un trastorno generalizado del desarrollo cuya trayectoria es diferente a la del autismo. Se incluye entre los TEA (Trastornos del Espectro Autista), pero las competencias intelectuales y lingüísticas que presenta lo mantienen alejado del autismo clásico.
En España, se calcula que hay aproximadamente 450.000 personas con Trastornos del Espectro Autista, TEA, (uno por cada 100 nacimientos), y los más importantes son el autismo tipo Kanner y el síndrome de Asperger, cuya proporción es de entre un 18% y un 27%, según la Confederación Asperger España.
No se trata de buscar eufemismos. El Asperger no es una enfermedad porque ni se transmite ni se cura. No hay dolencia en el afectado, sino que se trata de un trastorno del desarrollo.
Por eso mismo, no existe un tratamiento que "cure" el Asperger o tener cualquier otro trastorno de este tipo. El síndrome de Asperger es una condición que acompaña a la persona toda su vida, y que en todo caso aprenderá a manejar con las estrategias adecuadas, la cuales deberá ir aprendiendo con mayor o menor esfuerzo.
Se manifiesta en tres y hasta cinco niños por cada mil nacidos. Y se observa mayor incidencia en niños que en niñas, aunque la Confederación Asperger España señala que también es probable que exista un infradiagnóstico en las mujeres debido a que en ellas la presentación clínica es diferente.
Lo anterior tampoco significa que el Síndrome de Asperger sea un trastorno infantil. Se asocia con un trastorno infantil porque se manifiesta durante los primeros años de la niñez, pero es crónico. En ocasiones, no se llega a diagnosticar hasta la edad adulta.
Tener dificultades para relacionarse no quiere decir que no les interese hacerlo. A las personas con síndrome de Asperger les gusta conocer a otras personas y pueden llegar a desesperarse si no logran conectar con otros individuos.
Pueden mantener contacto visual, aunque sea de una manera más fugaz. Con el paso de los años y la práctica, muchas personas con síndrome de Asperger pueden conseguir una gran estabilidad en esta capacidad.
Precisamente, la ausencia de contacto visual es lo que provoca una imagen de ensimismamiento o indiferencia a los demás que alimenta esta falsa imagen, y las personas con Asperger son tachadas de egoístas, caprichosas, maleducadas… lo que produce una barrera para sus relaciones. Creen que son personas distantes y altivas por no mirarles a los ojos o por no relacionarse como el resto.
Aunque no se relacionan de forma convencional, "ellos sí que sienten el deseo de hacerlo", afirma José Antonio Peral Parrado, director técnico de la Confederación Asperger España, a preguntas de RTVE.es. "Lo que pasa es que presentan una manera distinta de percibir la información y de relacionarse con los demás”.
"Nuestra empatía es diferente", afirman los afectados. Cuando se van haciendo adultos y ya tienen más experiencias comunicativas, pueden llegar a sufrir trastornos de ansiedad e incluso depresión.
Las personas con Síndrome de Asperger tienen las mismas necesidades y deseos que el resto de personas, en todos los niveles de la socialización y la afectividad, así que la sexualidad no es una excepción.
De hecho, los expertos aseguran que es muy necesaria la educación sexual para este colectivo. La falta de información sobre el aspecto afectivo-sexual e identidad de género en las personas con Asperger hace que se disponga de poca información sobre las necesidades concretas que tienen al respecto.
Las personas con síndrome de Asperger tienen un aspecto e inteligencia normal. Solo un 10% de los afectados tienen altas capacidades, según datos aportados por la Confederación Asperger España. La mayoría tienen un cociente intelectual promedio, unos rangos normales de inteligencia.
En ocasiones, la apariencia de una inteligencia superior se debe a su particular estilo cognitivo. Es cierto que suelen retener con gran facilidad los pequeños detalles. Además, cuando les interesa una o varias temáticas son capaces de centrarse únicamente en ellas. Es sintomática la fijación en un tema u objeto del que pueden llegar a ser auténticos expertos y la capacidad de almacenar grandes cantidades de información sobre los temas de su interés particular, pero eso no les convierte en superdotados.
A esta imagen ha podido contribuir no solo el ejemplo citado de Sheldon Cooper, el personaje de un físico teórico con un cociente intelectual de casi 190, según la ficción, sino la atribución del Síndrome de Asperger a figuras como Isaac Newton, Albert Einstein, Bill Gates, Andy Warhol o Steven Spielberg.
No es así necesariamente. Las personas con Síndrome de Asperger se expresan de una forma distinta a la de los demás. Su lenguaje suele ser correcto; sin embargo, a veces se pueden ver alterados el tono, el volumen, la entonación, etcétera. También ocurre en algunos casos que hablan de forma extraña o pomposa, con un léxico especializado, que les hace parecer pedantes.
La forma de expresarse es otra de las diferencias con respecto a una persona con autismo, ya que en este segundo caso, puede haber ausencia del lenguaje.
En cuanto a la interpretación de las palabras, suelen ser literales. "Las ironías, los dobles sentidos, los chistes conceptuales… les cuestan mucho", afirma el director técnico de la Confederación de Asperger España. Sin embargo, pueden aprender a interpretarlas e incluso a ponerlas en práctica, aunque tendrán que ejercitarse, a menudo mediante la imitación de respuestas.
Por otro lado, no es usual que mientan, porque su tendencia es a decir en cada momento lo que piensan. Sin embargo, no es imposible que aprendan a mentir -de nuevo con la práctica-, aunque se sienten mal consigo mismos. La culpabilidad es el mayor impedimento.
En ocasiones, quienes tienen síndrome de Asperger pueden mostrar un comportamiento más disfuncional si se sienten incomprendidos, pero "no son más agresivos que el resto de las personas", asegura José Antonio Peral.
Antes al contrario, son un blanco fácil para el acoso escolar o laboral. El director técnico de la Confederación Asperger España señala que este colectivo sufre un alto grado de violencia desde edades muy tempranas y llegan incluso a ser acosados en el ámbito laboral.
"Casi un 90% de nuestro colectivo Asperger sufre violencia. Por tanto, existe una relación entre este síndrome y la violencia", remarca. En este sentido, si se produce alguna situación violenta por su parte, suele producirse tras haber sufrido una presión continua por su condición.
Incluso la persona con Asperger más famosa de los últimos tiempos, Greta Thunberg, la activista sueca que ha convertido la lucha contra el cambio climático en el centro de su joven vida, ha tenido que defenderse de las críticas con las que atacaban su figura sirviéndose de su trastorno.