Por Pablo Benito
Por Pablo Benito
Marcelo Sain no es el problema. Mal que le pese al enorme egocentrismo del Ministro de seguridad provincial, sus pergaminos académicos y su bien concebida imagen de experto, no lo transforma en superhombre ni un semidiós capaz de crear milagros en una sociedad atravesada por la violencia. Generalizada
Saín está enojado con la realidad y es, precisamente, la realidad lo que se suponía venía a cambiar en cuanto a la tragedia más significativa que vive la provincia y que ha arrasado con la calidad de vida de los santafesinos, con nuestros hábitos, con la educación de niños y niñas, con nuestra libertad y la alegría que ha sido tomada de rehén por el miedo. Terror
Saín está enojado con quienes informan esa realidad que no le hace caso al Ministro, con su propio fracaso que comienza con las promesas electorales que, también, se dan de bruces el sendero que recorrimos hasta llegar a vivir enrejados con la ilusión de que nadie entre a nuestros hogares y con la certeza de que, cada vez, es más difícil salir. Presos.
Saín se ha transformado en un personaje que dice aborrecer aquello de lo que es parte. No da gracia ya y no debería, simplemente, enojarnos con sus declaraciones. La gravedad reside en transformarse en parte del problema y no en algo cercano a la solución. Roles
De tomar seriamente sus declaraciones, tal como lo pide el Ministro, deberíamos concluir que estamos frente a un ser de luz, puro, santo, casto y valiente y el resto somos narcos, ignorantes y sin ningún derecho a la opinión y, mucho menos, al pataleo. Vanidad.
Saín, a pesar de su enorme inteligencia, no se da cuenta que socializa lo que atañe a su fuero íntimo y personal. Peor aún, siquiera está cerca de comprender que a nadie interesa si dice la verdad o miente. Si tiene razón o no. Si es mejor o peor que lo que estaba antes. Ego.
El ego, le impide despertar del microclima al que se dirige y enfrenta. Microambiente que, quizás, pretende el fracaso de Perotti y su eslogan demagógico de “Paz y Orden”, pero que en boca de un funcionario político es intrascendente por la obviedad de intereses que representa la afirmación.
Lo más preocupante es que el Ministro no solamente está alejado y enojado con la realidad, sino que también se siente fuera de Santa Fe. Necedad.
“Me vine a Buenos Aires a descansar, porque si me quedo ALLÁ me cagan a tiros”, es elocuente. Fue dicho en un medio de Buenos Aires a los que el Ministro es habitué. Su “ALLA” es, precisamente, “ACÁ”. Lo que puede ser una humarada ALLÁ, ACÁ es un drama. Escuchamos al responsable de Seguridad que se va por razones de seguridad personal. Su distancia con lo que vivimos es tal que también se permite afirmar que la “política de seguridad es cara y los santafesinos la van a tener que pagar”. Distancia que, dicha desde medios porteños, es más desprecio que fallido recurrente. Indiferencia
La Seguridad como sensación
El enojo es ignorante cuando alguien afirma que la seguridad es “sensación”. La Seguridad, como política de Estado, también, es construcción de la sensación. Esa sensación es tan real como la certeza. La sensación de inseguridad nos atraviesa en todos los órdenes, transforma a nuestras infancias en potenciales zombies encadenados al celular, discapacitados en el tacto y contacto cotidiano con el otro y haciendo de nuestras propias sombras una más de la multitud de riesgo que corremos por el sólo hecho de vivir. Disfrutar.
En ese contexto, un Ministro con un andar violento en sus palabras, declaraciones, pronósticos y denuncias ametralladas, no hace más que contribuir a esa horrible sensación de incertidumbre. La cantidad de homicidios son un indicador morboso de los “niveles de inseguridad”, pero más aún lo son las plazas vacías de niños, los potreros desaparecidos, los adolescentes amándose por celular y el estado de alerta químico en cada cuerpo más preparado para atacar o huir que para el disfrute.
Sain, que no pierde ocasión para aclarar que no es santafesino y, por los cual, no es parte de lo que nos trajo hasta aquí, parece ser más Gobernador que Perotti y a la vez más Ministro de Fernández en una erosión de la investidura difícil de dimensionar. Obediencia.
No soy de Santa Fe
Un no santafesino que se jacta de no serlo- está siendo la imagen de la administración provincial, a nivel nacional e incluso nos muestra como una sociedad en guerra y a la Capital Federal como el sitio tranquilo en donde descansar para no ser “cagado a tiros”.
El reportaje en Crónica TV que llamó la atención en su final, tuvo momentos surrealista con un Saín hablando como si fuese Gobernador en relación a la “necesaria articulación interministerial”, a la política de financiamiento externo de la provincia e incluso a una postura crítica con el macrismo, en un área que, siquiera, es la propia.
En un área que necesita de la verticalidad férrea, por ser responsables del monopolio de la violencia institucional, su referente se presenta como un cronista de lo que le parece sin medir los alcances de sus palabras y los límites de su función. Disciplina.
Saín, como libre pensador, puede ser interesante de leer y escuchar. Intenso
La sobre-estimulación e histrionismo del Ministro contrasta con la cadencia del propio Perotti y vale decir que el daño a su propia figura parece no ser percibida por este. Acelerado.
El gigante no despierta y en su siesta habilita a los pequeños traviesos a horadar la figura de lo que se espera del Gobernador. Piamontés, rafaelino, estadista, frío ejecutor no aparece en su dimensión de Jefe de Gobierno y tampoco lo parece. Escondido.
Recién comienza su gestión, pero parece que aún no arrancó y los funcionarios deambulan por el territorio sin saber, concretamente, a que juega este equipo.
En ese marco, cualquier lenguaraz aparece como Supremo. No es responsabilidad de Saín la asunción de una función para la cual no ha sido elegido, es Perotti quien debe cumplir con la voluntad popular depositada en su persona. Esto recién comienza. Tiempo